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| El David de Miguel Ángel. Crédito: Commonists / Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0) |
Pero hay otros textos de la Biblia y de los santos que no
necesariamente lo ven así.
1. La belleza está en nosotros
San Agustín, Doctor de la Iglesia, en su libro “El libre
albedrío” señala que la belleza está en uno mismo y esto nos permite
apreciarla en el exterior.
“Todo cuanto hay de agradable en los cuerpos y cuanto te cautiva
mediante los sentidos externos, es un efecto de los números, e investigarás
cuál sea su origen, entrarás otra vez dentro de ti mismo y entenderás que todo
esto que llega a tu alma por los sentidos corporales no podrías aprobarlo o
desaprobarlo si no tuvieras dentro de ti mismo ciertas normas de belleza, que
aplicas a todo cuanto en el mundo exterior te parece bello”.
2. Las características de lo bello
Las características de lo que es propiamente bello a nuestros
sentidos nos lo da San Tomás de Aquino, otro Doctor de la Iglesia, quien en
su Suma Teológica señala:
“Lo bello, por su parte, va referido al entendimiento, ya que se llama bello a
lo que agrada a la vista. De ahí que lo bello consista en una adecuada
proporción, porque el sentido se deleita en las cosas bien proporcionadas como
semejantes a sí”.
3. El Cantar de los Cantares
De acuerdo al Grupo San Pablo,
de la Familia Paulina, el “Cantar de los Cantares” es una expresión altísima
que significa “el más hermoso de los Cantos”, y en el que una pareja expresa su
amor a través de poemas que exaltan la belleza y las cualidades del otro.
En la tradición eclesial, se ve como lo que Cristo le cantaría a
su esposa la Iglesia y viceversa.
“¡Eres bella, amiga mía, como Tirsá, hermosa como Jerusalén!...
Son sesenta las reinas, ochenta las concubinas, e innumerables las jóvenes.
Pero una sola es mi paloma, mi preciosa. Ella es la única de su madre, la
preferida de la que la engendró: al verla, la felicitan las jóvenes, las reinas
y concubinas la elogian”, se puede leer en el Cantar de los Cantares.
4. Una santa enamorada de la hermosura
Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia, tenía experiencias místicas y
escribía poesías para Dios. En uno de sus poemas exalta la
belleza y la hermosura divina.
“¡Oh hermosura que excedéis a todas las hermosuras! Sin herir
dolor hacéis, y sin dolor deshacéis, el amor de las criaturas… Juntáis quien no
tiene ser con el Ser que no se acaba; sin acabar acabáis, sin tener que amar
amáis, engrandecéis nuestra nada”, escribió.
5. La belleza más importante
El gran apóstol San Pedro, en su Primera
Carta, da unos consejos sobre la belleza más importante e indica
“que su elegancia no sea el adorno exterior –consistente en peinados
rebuscados, alhajas de oro y vestidos lujosos– sino la actitud interior del
corazón, el adorno incorruptible de un espíritu dulce y sereno. Esto le vale a
los ojos de Dios”.
Por Abel Camasca
Fuente: ACI Prensa






