Recordó a “tantos evangelizadores y misioneros que se desgastaron difundiendo la luz del Evangelio, fundando comunidades, santuarios, monasterios y lugares de culto”
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Aciprensa |
En su discurso dirigido a obispos, sacerdotes, diáconos,
seminaristas y agentes pastorales en la Catedral de la Madre del Perpetuo
Socorro de Kazajistán, el Papa señaló que “en la Iglesia nadie es extranjero”.
El Papa Francisco comenzó su tercer y último día en Kazajistán reuniéndose
con un grupo de miembros de la Compañía de Jesús en la Nunciatura Apostólica.
Posteriormente, a las 10:30 a.m. (hora local), el Santo Padre tuvo
un encuentro con obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas y agentes
pastorales en la Catedral de la Madre del Perpetuo Socorro.
Se trasladó en coche hasta la Catedral de la capital y allí fue
recibido por familias de Kazajistán con vestimentas típicas al ritmo de una
música tradicional.
Entró en el templo en silla de ruedas y más tarde se sentó en
otra silla ayudado por su bastón. Antes de comenzar su discurso, una bella imagen de la
Madre de la Gran de la Estepa fue destapada y bendecida por el Santo Padre.
El Santo Padre fue bienvenido por el Presidente de la Conferencia
Episcopal de Asia Central, Obispo Mons. José Luis Mumbiela Sierra, y más tarde
escuchó diferentes testimonios: de dos sacerdotes, una religiosa, la mujer de
un sacerdote de los greco-católico y un padre de familia.
En su discurso ante el clero, el Papa Franciso explicó que
todos forman una gran familia, ya que “ninguno es extranjero en la Iglesia”.
“La fuerza de nuestro pueblo sacerdotal y santo está justamente en
hacer de la diversidad una riqueza compartiendo lo que somos y lo que tenemos:
nuestra pequeñez se multiplica si la compartimos”, defendió.
Comentando el Evangelio del día, subrayó que “la herencia del pasado es nuestra
memoria, la promesa del Evangelio es el futuro de Dios que nos sale al
encuentro”.
En esta línea, recordó a “tantos evangelizadores y misioneros que se
desgastaron difundiendo la luz del Evangelio, fundando
comunidades, santuarios, monasterios y lugares de culto”.
Además, aseguró que “hacer memoria nos ayuda a desarrollar
el espíritu de contemplación por las maravillas que Dios ha realizado en
la historia, aun en medio de las fatigas de la vida y de las fragilidades
personales y comunitarias”.
“Sin memoria no hay asombro. Si perdemos la memoria viva, entonces la fe, las
devociones y las actividades pastorales corren el riesgo de debilitarse”,
explicó el Papa Francisco.
“Cuando extraviamos la memoria, -continuó-, se agota la
alegría. Desaparece la gratitud a Dios y a los hermanos, porque se cae en
la tentación de pensar que todo depende de nosotros”.
A continuación, subrayó que “la fe se transmite con la vida, con el testimonio de
quien ha llevado el fuego del Evangelio en medio de las
situaciones para iluminarlas, para purificarlas y difundir el cálido consuelo
de Jesús, así como la alegría de su amor que salva, la esperanza de su
promesa”.
“Haciendo memoria, entonces, aprendemos que la fe crece con el testimonio.
El resto viene después”, aseguró más tarde.
El Papa pidió a los religiosos no cansarse “de dar testimonio de
la esencia de la salvación, de la novedad de Jesús, de la novedad que es
Jesús”.
“La fe no es una hermosa exposición de cosas del pasado, sino un
evento siempre actual, el encuentro con Cristo que tiene lugar en nuestra vida,
aquí y ahora”, defendió.
Para el Papa Francisco, la fe “no se comunica con la sola repetición de las cosas de
siempre, sino transmitiendo la novedad del Evangelio. De
este modo, la fe permanece viva y tiene futuro”.
Posteriormente, el Papa destacó la importancia de vivir con
humildad, y aseguró que hay “una gracia escondida al ser una Iglesia pequeña,
un pequeño rebaño, en lugar de exhibir nuestras fortalezas, nuestros
números, nuestras estructuras y cualquier otra forma de prestigio humano,
nos dejamos guiar por el Señor y nos acercamos con humildad a las
personas”.
“Ricos en nada y pobres de todo, caminamos con sencillez, cercanos a las
hermanas y a los hermanos de nuestro pueblo, llevando la alegría del Evangelio
a las situaciones de la vida”.
Señaló también que “ser
pequeños nos recuerda que no somos autosuficientes, que necesitamos de Dios,
pero también de los demás, de todos y cada uno”.
“Que las comunidades cristianas, en particular el seminario,
sean ‘escuelas de sinceridad’; no ambientes rígidos y formales, sino
gimnasios de la verdad, de la apertura y del intercambio”, pidió el Papa
especialmente a los sacerdotes presentes.
En este sentido, aseguró que “todos los bautizados han sido
sumergidos en la vida de Cristo y en Él -como nos recordaba san Pablo-
están llamados a recibir la herencia y a acoger la promesa del
Evangelio”.
Ante los obispos, sacerdotes y religiosos, el Papa Francisco destacó el papel del laico y
pidió edificar “una Iglesia que esté más llena de la alegría del
Resucitado, que rechace los miedos y las quejas, que no se deje endurecer
por dogmatismos ni moralismos”.
“Vivan con alegría esta herencia y den testimonio de ella
con generosidad, para que todas las personas con las que se encuentren puedan
percibir que también hay una promesa de esperanza dirigida a ellas”, dijo
a continuación.
Por último, el Santo Padre recordó el milagro de la
Virgen de la Paz Ozernoye, un pueblo del norte de Kazajistán donde se encuentra el
único santuario mariano de Asia Central.
El Papa explicó que “durante uno de los inviernos más
crudos, la nieve se derritió rápidamente, haciendo surgir un lago con
muchos peces, que dieron de comer a muchas personas que morían de
hambre”.
“¡Que la Virgen derrita el frío de los corazones, infunda en
nuestras comunidades una renovada calidez fraterna y nos dé una nueva esperanza
y un nuevo entusiasmo por el Evangelio! Yo, con afecto, los bendigo y les
doy las gracias”, concluyó.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa