27 – Octubre. Jueves de la XXX semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio
según san Lucas 13, 31-35
En aquella misma ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle:
«Sal y marcha de aquí, porque Herodes quiere matarte».
Y les dijo:
«Id y decid a ese zorro: “Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día mi obra quedará consumada. Pero es necesario que camine hoy y mañana y pasado, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no habéis querido. Mirad, vuestra casa va a ser abandonada. Os digo que no me veréis hasta el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».
Comentario
La predicación
y los prodigios que Jesús realizó durante su vida en la tierra no dejaron
indiferentes a quienes dominaban al pueblo de Israel. Su fama había llegado a
los oídos de Herodes Antipas, que por entonces gobernaba en Galilea. No sería
raro que la acción del rabí de Nazaret despertara inquietud en un personaje que
hacía de todo por conseguir y consolidar su poder. Probablemente los fariseos
aprovecharon esta situación para hacer una advertencia a Jesús, e intentar que
saliera de la escena o que por lo menos limitara su predicación.
En la
respuesta de Jesús a la amenaza brilla el señorío con el que se enfrenta a sus
adversarios. El Señor no permite que los rumores o las maniobras de gente
envidiosa frenen su labor. Él sigue adelante obrando el bien: «expulso demonios
y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día acabo» (v. 32), porque tiene
muy clara cuál es su misión: «es necesario que yo siga mi camino hoy y mañana y
al día siguiente, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén»
(v. 33).
Jesús nos
enseña a movernos con libertad y soltura, también cuando nos enfrentamos con
incomprensiones por nuestro camino. No es raro que un cristiano coherente
suscite cierta inquietud a su alrededor, porque no quiere pactar con algunas
prácticas abusivas o que dañan el bien común de la sociedad. Con su palabra y
oración, puede ayudar a los demás a comprender su actuación e invitarlos a
formar parte del cambio, para intentar que el propio entorno sea más humano y
cristiano. Sin embargo, en ocasiones hay personas que se niegan a mejorar y
continúan poniendo obstáculos. Siguiendo el ejemplo del Señor, en esos momentos
podemos renovar la conciencia de nuestra misión, sin dejar que los comentarios
de unos pocos frenen la maravillosa labor del apostolado cristiano: «es
necesario que yo siga mi camino hoy y mañana y al día siguiente» (v. 33).
Rodolfo Valdés
Fuente: Opus
Dei






