En tiempos de angustia, suelen abundar las palabras más o menos proféticas, pronunciadas por mensajeros desconocidos. "No os fiéis de cualquier inspiración", dice san Juan. El consejo del sacerdote Guillaume Chevallier para discernir lo verdadero de lo falso
![]() |
funstarts33 |Shutterstock |
No
debemos confiar indiscriminadamente en la autoridad de una persona que dice
estar inspirada, para evitar creer a un «lobo con piel de cordero» (Mt 7,15).
Si “un árbol se juzga por sus frutos” (Mt 7, 16-20), ¿estos son
siempre evidentes? La paz y la alegría que uno puede sentir al leer un mensaje
o su número de seguidores son frutos ambiguos: las recientes acusaciones a
personalidades reconocidas llaman a la cautela.
¿Cuáles son los frutos a largo plazo para la misión de la Iglesia,
para la profundización de su mensaje, para su unidad? En la mayoría de los
casos no se pueden juzgar a primera vista.
No te dejes hipnotizar
En la medida en que son inverificables y fascinantes, las
comunicaciones «celestiales» tienden a imponer el silencio del juicio.
Los falsos profetas enfatizan la importancia de ser «pequeño»,
alguien que confía
ciegamente, en contraste con los «razonadores». Dios nunca nos
pide que renunciemos a nuestra razón.
¿Ha hablado la Iglesia?
Una advertencia de la Iglesia es el criterio
decisivo: el obispo del lugar, o en ciertos casos la Santa
Sede, tiene el carisma divino para discernir los hechos que, por discreción o
reserva pastoral, no siempre se publican (moralidad del mensajero, influencia,
etc.).
Los grupos que viven de estos mensajes tienden a relativizar el
juicio de la Iglesia para borrar sus huellas.
Aunque, por ejemplo, la obra de María Valtorta ha sido cuestionada
por la Iglesia en varias ocasiones, ¡sus partidarios afirman que está en marcha
su causa de beatificación!
Juana de Arco y Padre Pío
Estas dos figuras populares que tuvieron que sufrir por parte de
la Iglesia son comúnmente invocadas por los falsos profetas.
Para ellos, la Iglesia se habría desacreditado en el pasado
luchando por reconocer sus misiones originales: su reserva o su juicio negativo
contra el mensajero hoy son considerados inválidos.
Porque las falsas profecías se elaboran a menudo a partir de otras
visiones o apariciones (reconocidas o no).
Usando el uso de códigos ya conocidos, se legitiman registrándose
en una red. Además, más recientemente, los «mensajeros» entran en contacto
entre sí para dar la impresión de que hay un «consenso profético», que en
realidad sólo existe porque «se roban unos a otros» sus palabras (Jer 23, 30).
La profecía tiende a sustituir la autoridad
eclesial o a relativizarla
Los falsos profetas a menudo se posicionan como retadores de la
jerarquía. Su doctrina induce a la sospecha de corrupción del clero, de los
obispos, incluso del Papa.
Dividen a la
Iglesia en “Iglesia institucional” (Iglesia de Pedro, carnal) y “carismática”
(Iglesia de Juan o María, espiritual).
El obispo local se convierte a menudo en el enemigo, y se va
contra el Papa, a menos que se le trate bien para no despertar sus sospechas:
sólo se le comunica la parte más aceptable de las revelaciones, se le halaga
para desviar mejor autoridad apostólica para fines individuales,…
Exhibicionismo espiritual
Publicitar experiencias “místicas” es en sí mismo una autoafirmación
dudosa.
Los místicos auténticos se protegen de los
reflectores, cautelosos
de sus propias percepciones y del peligro de la vanidad y
la presunción.
Por el contrario, los falsos místicos atestiguan que el cielo los
insta a publicar (a pesar de su supuesta repulsión personal), buscar imprimatur (de
obispos que no miran de cerca), e incluso eludir las recomendaciones de la
Iglesia.
A menudo, el falso profeta sufre, física o socialmente, una falta de
acogida por parte de la Iglesia, y eso se convierte en un tema principal
de sus mensajes.
Revelan cuadernos personales, a veces reelaborados, que relatan
locuciones, visiones, pero también preferencias afectivas, escenas de intimidad
embarazosas, en algunos casos masoquismo bajo la apariencia de piedad (pedido
de sufrimiento seguido de una crucifixión de Jesús o María).
Diferencias doctrinales
Cuando se aparta de la enseñanza apostólica, el caso
es claro, no es el Cielo quien la inspira.
Es el caso, por ejemplo, de la «Quiternidad» de Marie-Paule
Giguère, o la preexistencia del alma de María en María Valtorta.
La obsesión por una declaración dogmática particular debe
alertar, como la realeza o corredención de María: ¡una influencia en la Iglesia
sería la consagración del mensaje!
La mayoría de las veces los místicos pretenden imponerse a través
de la personalización forzada del mensaje evangélico (revelaciones que llenan
las lagunas del texto) o de la espiritualidad de la Iglesia (Alianza de los
Corazones Unidos, etc.).
Las preguntas genuinas sobre el sufrimiento y la resurrección de
la Iglesia no deben ser rehenes de la curiosidad, el elitismo o la vanidad de
la falsa profecía. Engendran desconfianza y división, que no son signos del
Reino de Dios.
¡Hagamos un buen discernimiento!
Por Guillaume Chevallier
Fuente: Aleteia