18 - Octubre. Martes. San Lucas, evangelista
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Evangelio según san Lucas 10, 1-9
Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os
pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de
Dios ha llegado a vosotros”.
Comentario
La liturgia celebra hoy la fiesta
de san Lucas, autor del tercer evangelio y de los Hechos de los Apóstoles, y a
quien san Pablo se dirige como “el médico amado” (Col 4,14). Gracias a él
conocemos algunas de las enseñanzas más emblemáticas y profundas del Señor,
como la parábola del hijo pródigo o la del buen samaritano. A lo largo de su
evangelio, Lucas nos da a conocer el rostro misericordioso del Señor
que busca a todos, hombres y mujeres, judíos y gentiles, publicanos y
pecadores. Al mismo tiempo, es el evangelio de la oración -cuya
importancia subraya una y otra vez- (3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28-29; 11,1;
22,41.44-45 etc), como queriendo señalar que la misión de buscar a la oveja
perdida sólo es posible si se tiene una viva relación y diálogo con nuestro
Padre Dios.
El evangelio de hoy es una pequeña
muestra de esto. Nos presenta un momento crucial en la vida pública de Jesús,
que es la extensión de su misión a los discípulos. El Maestro, luego de
prepararlos y darles el ejemplo, los manda para que extiendan y den conocer a
todos las noticias sobre el Reino de Dios. Lucas nos cuenta que Jesús quiere
difundir su mensaje en todas las direcciones y envía cada vez a más personas a
“sembrar la semilla” (8,5). En el capítulo anterior, enviaba a los 12 (9,1); un
poco más adelante, envía a unos mensajeros (9, 53); aquí, otros 72 son enviados
a la misión.
Este envío fue el inicio de la
difusión del buen olor de Cristo que tantos cristianos y cristianas harían por
el mundo. Jesús los envía recordándoles, sin embargo, que la oración es el modo
de llevar adelante nuestra tarea, ya que es Dios quien llama personalmente
a los operarios, es Dios el que nos dice como y cuando sembrar la
semilla, es Dios el que nos enciende en deseos de que muchas personas
conozcan la gracia y alegría de la fe.
San Josemaría, al considerar la
tarea común de difundir el evangelio, nos invitaba a meditar: “Veíamos,
mientras hablábamos, las tierras de aquel continente. —Se te encendieron en
lumbres los ojos, se llenó de impaciencia tu alma y, con el pensamiento en
aquellas gentes, me dijiste: ¿será posible que, al otro lado de estos mares, la
gracia de Cristo se haga ineficaz? Luego, tú mismo te diste la respuesta: El,
en su bondad infinita, quiere servirse de instrumentos dóciles (Surco, n. 181).
Pidamos hoy, en la fiesta de san
Lucas evangelista, muchos obreros para la mies, que sepan estar muy unidos a
Dios por la oración y plenamente dispuestos a ponerse en sus manos para la
misión que les tenga encomendada.
Martín Luque
Fuente: Opus Dei