Con deslumbrante humildad, Dios nos dio 4 grandes lecciones en el “Milagro del Sol”
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Fatima 13 october 1917/©Santuario de Fatima |
La Santísima Madre se apareció a
tres niños de un pequeño pueblo de Portugal en 1917, llamando al mundo a
arrepentirse y rezar el Rosario. Al principio, la única persona que los creyó
fue Ti Marto, padre de dos de los niños.
Pero entonces, el 13 de octubre,
un milagro prometido, el “Milagro del Sol”, fue presenciado por 70.000
personas, incluyendo escépticos y científicos.
Después de aquello, todos creyeron.
“El sol pintó el mundo de
diferentes colores”, describió Ti Marto, que debió de alegrarse tanto como los
niños al verlo. “¡Se movió y bailó en el cielo!”.
A
partir de entonces, las experiencias en Fátima se convirtieron en un elemento
central definitorio de la Iglesia, incluyendo todos los papados hasta
Francisco, que canonizó a los niños Marto.
La razón es que Dios gritó un
mensaje aquel 13 de octubre que es imposible de ignorar.
Primero: El milagro habló al
mundo de la inmensa humildad de Dios
Es difícil exagerar la extraña
naturaleza del Milagro del Sol: un milagro público espectacular que fue
anunciado con antelación.
Dios casi nunca obra de esa
manera. Dios es todopoderoso, tiene toda la realidad en su mano. Él es el
artista de todo atardecer, el inventor de toda maravilla de la naturaleza y el
autor de la historia. No necesita hacer un gran despliegue para demostrar nada;
el cosmos es bastante grande, gracias.
Pero a veces lo hace igualmente.
“El sol plateado (…) fue visto
dando vueltas y revoloteando entre las nubes que lo rodeaban”, informó un
periódico de Lisboa. “La gente lloraba y rezaba con la cabeza descubierta, en
presencia de un milagro que habían esperado”.
El significado inconfundible de
este milagro es que Dios es más grande que todo lo que conocemos. No
solo es más grande que el sol, es más grande que las leyes que gobiernan el
movimiento del sol.
Pero el milagro también deja
claro que Dios es también el “sabueso del paraíso”, el Dios humilde que no se
detendrá ante nada para ganar nuestro amor.
Él es el Dios que te ofrece la
Estrella de Belén y el eclipse del Viernes Santo recogido en los Evangelios; y
si no crees en los Evangelios, te ofrece el Milagro del Sol recogido en los
periódicos.
Segundo: Dejó claro que podemos
confiar en María
Fátima no es la primera vez que
María mueve cielo y tierra.
En el Evangelio de Lucas,
capítulo 1, el inicio de la redención de Dios del hombre depende de una palabra
de María.
En el Evangelio de Juan, capítulo
2, es María quien da pie al primer milagro público de Jesús, el inicio de su
ministerio. En Juan, capítulo 19, ese ministerio termina también con María.
Para la Iglesia, sucede lo mismo.
En Hechos, capítulo 1, María está ahí cuando se forma la Iglesia. En
Apocalipsis, capítulo 12, ella está ahí en su apogeo.
No debería sorprender que María
permanezca en el centro de los planes de Dios hoy en día. Las
consagraciones al Inmaculado Corazón de María, desde san Luis de Montfort al
padre Michael Gaitley, han proliferado desde que María dijera al mundo en
Fátima que “al final, mi Inmaculado Corazón triunfará”.
Tercero: Dios mostró la
importancia de la familia
Mientras lo testigos veían el
Milagro del Sol, los tres niños pastores vieron algo diferente: vieron la
imagen de un padre y un hijo. San José y el Niño Jesús aparecieron en el
cielo, con Jesús bendiciendo al mundo entero.
Es como si María, después de atraer
la atención del mundo al llamamiento de Dios al arrepentimiento y la oración,
quisiera resaltar lo que es más importante. No ella, no el infierno y no el
Santo Padre o la jerarquía, que aparecieron todos en anteriores visiones; lo
más importante era Jesús, el hijo que Dios confió al cuidado de José. Lo más
importante es la familia humana.
Según escribiría sor Lucía más
tarde en una carta a un cardenal: “La batalla final entre el Señor y el reino
de Satanás será acerca del Matrimonio y de la Familia. No teman, porque
cualquiera que actúe a favor de la santidad del Matrimonio y de la Familia
siempre será combatido y enfrentado en todas las formas, porque esta es la
cuestión decisiva”.
Cuarto: Ella nos mostró que los
niños, y también todos nosotros, podemos cambiar el mundo
El Milagro del Sol quedará
señalado por todo el mundo en grandes celebraciones como procesiones de luz de
velas en muchísimas ciudades, cada año en torno al 13 de mayo.
Han pasado más de 100 años de la
experiencia de Fátima, 100 años de católicos rezando por la conversión de Rusia
y rezando para salvarse del “fuego del infierno”.
Todo comenzó porque Nuestra
Señora de Fátima contactó con tres niños y ellos dijeron al mundo que el
destino de la humanidad descansa no en los presidentes o los consejos
internacionales, sino en cada uno de nosotros, en que recemos y nos
sacrifiquemos por los pecadores.
Justo como ha sido desde el mismo
comienzo.
Tom Hoopes
Fuente: Aleteia