Conoce una tradición muy antigua relacionada con el trabajo cotidiano, el agradecimiento y la bendición
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Dominio público |
Las
Témporas, y con ellas las Rogativas, son una antiquísima institución litúrgica
ligada a las cuatro estaciones del año.
Su finalidad consistía en reunir a la comunidad, para que, mediante
el ayuno y la oración, se diese gracias a Dios por los frutos de la tierra y se
invocase su bendición sobre el trabajo de los hombres.
Las Témporas nacieron en Roma y se difundieron con la liturgia
romana, al mismo tiempo que sus libros litúrgicos.
Al principio tuvieron lugar en las estaciones del otoño, invierno
y verano, exactamente, en los meses de septiembre, diciembre y junio.
Pero muy
pronto debió de añadirse la celebración correspondiente a la primavera, en
plena Cuaresma.
Por algunos sermones de san León Magno se conoce el significado de
estas jornadas
penitenciales, que comprendían la eucaristía, además del ayuno,
los miércoles y los viernes de la semana en que tenían lugar.
El sábado había una vigilia, que terminaba con la eucaristía
también, bien entrada la noche, de forma que esa era la celebración eucarística
del domingo.
La proximidad con algunas grandes solemnidades, como Navidad y
Pentecostés, y la coincidencia con algún tiempo litúrgico, proporcionaban un
colorido especial a la celebración de las respectivas Témporas.
Liturgia y vida
Pretender relacionarlas con cultos naturalistas precristianos es
pura imaginación, aunque es evidente su relación con la vida agraria y
campesina, la vida propia de aquellos tiempos.
En el fondo, las Témporas son un acercamiento mutuo de
la liturgia y la vida humana, en el afán de encontrar en
Dios la fuente de todo don y la santificación de la tarea de los hombres.
Por eso, hoy, considerada la extensión de la Iglesia y su
presencia en los pueblos más diversos, se imponía una revisión y una adaptación
de esta vieja celebración litúrgica.
Ya no tiene por qué ser agraria ni campesina únicamente, sino que
puede ser muy bien urbana y cercana a las preocupaciones del hombre del cemento
y del reloj de cuarzo.
Lo importante es que en un día, o en tres, según la duración
elegida, se viva y se celebre la obra de Dios en el hombre y con la ayuda del
hombre; con un espíritu de fe y de acción de gracias propios del creyente, que
sabe que lo temporal tiene su propia autonomía, pero sin romper con Dios y sin
ir en contra de su voluntad salvadora:
«Todo es vuestro; pero vosotros
sois de Cristo, y Cristo, de Dios» (1 Cor 3,22-23).
Artículo originalmente publicado por Primeros Cristianos
Fuente: Aleteia