Federico cuenta las historias impresionantes de algunas madres de Barcelona
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El sacerdote Federico Marfil formó un grupo con más de treinta jóvenes para rezar por turnos en los abortorios |
Federico Marfil es un joven sacerdote de la diócesis de Barcelona
(España) al que una película cambió
el rumbo de su vocación. Cuando todavía estaba en el seminario fue a ver "Unplanned", una muestra
de lo que es el drama del
aborto, que le abriría los ojos para siempre. Con cierto temor, cogió su
Rosario y se puso a rezar en la puerta de los abortorios. Poco después, le
siguieron decenas de jóvenes.
"Me crié en Cornellá y tuve una infancia feliz. Vivía en un ambiente cristiano, aunque, sí es cierto, que mi colegio no era católico, y, yo, era de los pocos que creían en Dios. Algunas veces hablaba de la fe con mis compañeros, incluso llevaba el Rosario cuando había examen. Siempre todo con mucha naturalidad", comenta Federico en el canal Mater Mundi.
La alegría que le faltaba
Cuando llegó la adolescencia, Federico se empezaría a alejar un
poco de Dios, pero
nunca de forma radical. "Me dejé llevar por el mundo, pero, gracias a mis
padres, sabía qué era lo correcto, y no dejé de ir a misa. Los placeres
mundanos hacían mella en
el alma: la diversión, la felicidad aparente...", relata. Hasta que a
los 16 años recibe una invitación muy especial. "Me invitaron a una Pascua Joven y, allí,
conocí a 80 jóvenes felices, con una alegría en su interior que yo no
tenía", explica.
El joven se planteó si aquella gente, que rezando estaba contenta,
era normal o le pasaba algo. "Me planteé si estaban locos o si había algo detrás
realmente. Empecé a integrarme más en estos grupos, a muchos los conocía, pero,
nunca les había dado una oportunidad en
mi corazón. Fui dando catequesis, y, de forma natural, abandoné el ambiente del
mundo, que hasta ese momento se había solapado con el de la fe", comenta.
Su fe se iba fortaleciendo y Federico necesitaba tener más
vivencias. "Hice Cursillos de Cristiandad, retiros espirituales... y,
en un momento dado, fui a una peregrinación a Tierra Santa. Este fue el punto de inflexión", asegura.
Alguien tocó su hombro
Un rato de oración cambió su vida. "Estaba en el Gólgota
rezando, allí no había casi nadie, y sentí que Dios entraba en mi alma. Fue como si me tocaran el
hombro, era una paz y un gozo enormes, como que el tiempo se para, entendí en
el corazón este amor que ya conocía en la razón. Vi el amor tan grande que
había tenido el Señor por mí al dar su vida, y quise corresponderle", comenta en su
testimonio.
Al volver del viaje, Federico llamó al seminario de Toledo. Quería
distanciarse de su ambiente, para comprobar que su vocación era auténtica.
"El primer año fue un noviazgo,
luego fue madurando esa vocación. Pasé cinco años, y volví a Barcelona a
ordenarme. Pero, justo antes de la ordenación, fui con los compañeros a ver una
película que se llama Unplanned,
que trata sobre el aborto. En ese momento me vinieron a la cabeza los años en
los que había sido un incansable defensor de la vida. Vi que el Señor me quería en
acción", comenta.
Después de ver la película, el fuego provida de Federico se había reavivado. "Busqué en
Internet los abortorios que había en Barcelona, y uno estaba justo al lado de
la parroquia donde me habían destinado. Un día entré a preguntar y me atendió
una mujer, le dije que qué tenía que hacer una amiga si quería abortar. Ella me
sacó una lista con
todos los tipos de abortos, la metió en un sobre y me la dio con una
sonrisa", comenta.
Aquella forma tan descarnada de dirigirse, le impactó al
sacerdote. "La miré y, de forma muy inocente, le dije que estaba en contra de todo lo que
hacían allí. Ella me empezó a gritar, yo solo le comenté que rezaría por su
conversión. Volví a la parroquia, abrí el sobre delante del Sagrario, y le pregunté,
durante varios días, al Señor que qué debía hacer", relata.
Un ejército de
"rescatadores"
Pero la lucha de Federico en favor de la vida no había hecho nada
más que empezar. "Volví al centro y me puse en la calle a rezar con los brazos en cruz. Salió una de
las jefas y me dijo que no podía hacer eso, que iba llamar a la Policía.
Vinieron los guardias, me dijeron que si les podía acompañar a su coche, les
pregunté lo que ocurría. Me pidieron la documentación, y me dijeron que me
cambiara de acera. Que si me iba a la tienda de enfrente, a hacer lo mismo, no pasaría nada
y, ellos, incluso se pondrían a mi favor, pero que, delante de la clínica, no
podía", asegura el sacerdote.
Federico no se dejó amedrentar. "Los días pasaban y yo rezaba en la calle de
enfrente. Se me había caído una velo, cada mañana entraban en el centro una
media de ocho mujeres. Aquellos días me costaba dormir. Y, entonces, me acordé
de cuando estaba en Toledo y había grupos de seminaristas que iban a Madrid a hacer 'rescates'. Encontré
la fundación Más Futuro y llamé para que me ayudaran", explica.
El joven sacerdote no sabía muy bien qué hacer, le habían
aconsejado que no estuviera sin compañía mientras rezaba frente a los
abortorios. "En esos días había un retiro y les propuse a los chavales si
querían hacer algo. Se apuntaron más de treinta y empezamos, el mismo grupo que había en
Madrid de 'rescatadores', pero en Barcelona. Nos repartíamos por los abortorios
y cubríamos el máximo de días", comenta Federico.
"Todos fuimos
rescatados"
En ese momento, empezó a ver lo que Dios había hecho por él y por
todos. "Aquello me ha ayudado mucho en mi vocación, fui entendiendo el amor que tiene Dios por
nosotros. La palabra 'redención' también significa 'rescate'. Él ha rescatado nuestra
vida del pecado. Hasta que no entendí esto, yo no podía dormir, me sentía
impotente, quería hacerles entender a las madres a toda costa", relata.
Desde entonces, Federico ha vivido todo tipo de historias de vida que
nunca olvidará. "Una vez hablamos con una italiana embarazada de 14
semanas, y comprendió que lo que llevaba dentro era su hijo. Nos dijo que iba a
recoger el dinero de la clínica, y nos fuimos a otro centro a hacer una
ecografía. Le habían dicho que, como ella ya lo había intentado abortar de
pocas semanas, el niño saldría mal. Era todo mentira, le habían timado. Tomamos café con ella,
fuimos a la iglesia, y a los pies del Sagrario se deshizo en lágrimas. A los
pocos meses nos envió una foto del niño y, después, del bautizo. Le enviamos
una biblia de regalo", comenta.
Aquella historia tocaría también a unos policías. "Al día
siguiente hubo una redada contra nosotros. Empezamos a hablar con los guardias,
y le expusimos el caso de la italiana. Nos pidieron perdón, nos dijeron que si alguna vez volvían a
llamar del abortorio que estuviéramos tranquilos, que teníamos su apoyo. Las
nuevas leyes son solo para meter
miedo. La Policía sabe que no hacemos nada malo, que solo le quitamos
el negocio a estos campos de exterminio", asegura Federico.
Su camino de santidad
Este tiempo de rescates, a Federico, le ha ayudado, también, a
comprender mejor el sacramento de la confesión. "Muchas de estas mujeres
no tenían conciencia.
Descubrí por qué, yo, caía siempre en los mismos pecados, y era porque no tenía
dolor de ellos. Ahora pido al Señor que me de la gracia de dolerme de cualquier pecado", comenta.
El sacerdote asegura que Dios siempre saca un bien del mal.
"Hay que ayudar a las mujeres, comprenderlas, y no ocultarles la verdad.
También nos dirigimos a las que ya han abortado, y muchas lloran y nos dicen
que ojalá hubiéramos
estado allí antes de haber entrado. Esto nos rompe el alma por dentro,
pero nos fortalece más. Muchas de estas personas se han convertido y tienen
testimonios provida impresionantes.
Ese trauma se ha convertido en su camino de santidad", relata.
El sacerdote termina su testimonio animando a los jóvenes a dar la
batalla por Dios y por la vida. "A un joven le sale siempre el
espíritu rebelde, bien dirigido y con la gracia de Dios, se puede comer el mundo. Que no se conforme,
que no se deje engañar. El cristianismo creó una cultura nueva, no se amoldó a
las otras. Hay que ser sal
y luz", concluye el Federico.
J. C.
Fuente: ReL