Responde el experto en ángeles Fernando Cárdenas: la fuerza del arcángel san Miguel es el primado de Dios y la manifestación de su amor
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Estatua de un arcángel matando la serpiente. IMG Stock Studio | Shutterstock |
«Vas
a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre
Jesús» (Lc. 1,32). Estas palabras que pronunció el arcángel san Gabriel tienen
una dimensión cósmica, afectan el universo entero y toda la creación, visible e
invisible, a hombres y ángeles.
Místicos y santos han expresado que entre los ángeles se produjo
una gran alegría cuando Dios les anunciaba que su Hijo, Jesús, nacería como un
hombre.
Sin embargo, no todos los ángeles sintieron esta
alegría; hubo algunos que sintieron envidia y se rebelaron contra la
Encarnación del hijo de Dios.
Una gran batalla
Esta rebelión, por parte de algunos ángeles, llevó a la gran
batalla que se estableció en el cielo:
«Entonces se
desató una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el
dragón. Lucharon el dragón y sus ángeles».
Ap. 12,7
El dragón y sus ángeles se detienen frente a la gran señal,
la mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza (Ap. 12,1), buscando devorar al niño en cuanto
este naciera (Ap. 12,4).
Esta señal es la Santísima Virgen María, y es una señal no sólo
para los hombres, sino para el universo entero, incluyendo a los ángeles.
Ante ella se detiene el dragón y sus
ángeles, como ya fue mencionado, y también san Miguel y el ejército celestial.
Por ello, este combate que se estableció en el cielo es el cuadro que da
sus verdaderas dimensiones al drama humano que se desarrolla aquí en la
historia.
En este sentido el demonio es el mentiroso que
engaña respecto a la encarnación, y es el homicida que busca
destruir y matar al Niño en el momento en que nace.
Este mentiroso y homicida es presentado por el Apocalipsis diciendo
que es la
«antigua serpiente«, es decir, es el mismo enemigo que en el
paraíso sedujo, por envidia, a Adán y Eva a rebelarse contra Dios y los hace
caer en la muerte.
Si tenemos en cuenta que Jesús hecho hombre es la misericordia
encarnada, de acuerdo a santa
Faustina Kowalska, entendemos que esta batalla descrita por el
Apocalipsis no es una batalla más.
Es la batalla contra el inicio del misterio
central de la salvación. Es una rebelión radical e
irrevocable contra contra la voluntad de Dios, contra su plan de salvación,
contra la misericordia divina, contra María y el papel de la mujer y contra el
hombre.
La fuerza de san Miguel
En este sentido Juan Pablo II afirmaba:
«Cuando se
pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y
contaminado, como afirma lapidariamente el Concilio Vaticano II: La criatura
sin el Creador desaparece… Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura
queda oscurecida…El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce
inevitablemente al materialismo práctico, en el que proliferan el
individualismo, el utilitarismo y el hedonismo».
EV. nn. 22-23
Ante esta rebeldía, surge san Miguel Arcángel y su ejército
celestial, quien al lanzar el grito de batalla «¿quién como Dios?» se opone a
este intento de parte de Satanás y los demonios de oscurecer el sentido de Dios.
Dios está presente y su misericordia se encarna en un niño que
nace en un pesebre.
De ahí que la fuerza de san Miguel es el primado de
Dios y la manifestación de su amor.
El canto de los ángeles la noche de
Navidad
Los ángeles en la noche en que nace el Hijo de Dios cantan: «Gloria a Dios
en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace»
(Lc. 2,13)
Los santos ángeles cantan porque se
manifiesta la verdad, la bondad, la belleza y el amor, y estas realidades
existen y se manifiestan en el Niño que ha nacido.
Pero también anuncian la paz a los hombres en los que Él se
complace. Benedicto XVI ha hecho ver que el hombre en el que se complace Dios es
Jesús.
«Las personas
de la complacencia son por tanto aquellas que tienen la actitud del Hijo,
personas configuradas con Cristo».
La Infancia
de Jesús, p. 82
La victoria sobre el mal
Sin esta victoria de san Miguel y sus
ángeles sobre la serpiente y sus ángeles no cantaríamos el «Gloria a Dios» en
cada Navidad, no se manifestaría la belleza y la verdad y el amor, y no
podríamos complacer a Dios.
Pero la historia nos dice que «no hubo ya en el cielo lugar para ellos
[para los demonios] Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el
llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la
tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él» (Ap. 12, 8-9).
Por ello en esta Nochebuena cantemos y alegrémonos juntos
con estos buenos amigos y entonemos el «Gloria a Dios», porque nos ha nacido un salvador,
Jesús que se ha hecho hombre.
¡Démosle gracias a san Miguel, que sin él y su victoria no habría
navidad!
Feliz navidad y un año lleno de bendiciones.
Fernando
Cárdenas Lee, Foyer de Charite
Fuente: Aleteia