Durante el ángelus, Francisco ha pedido a los niños que recen delante del belén de casa por los niños de Ucrania
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Foto: Vatican Media |
En su catequesis de este domingo,
el Papa ha utilizado la figura de un encarcelado Juan Bautista para explicar
que «hasta el más creyente puede atravesar el túnel de la duda».
El Bautista incluso duda pese a
que ya había bautizado a Jesús en el Jordán y «lo había proclamado ante sus
discípulos como el Cordero de Dios». Francisco ha asegurado que esa cárcel de
Juan el Bautista no solo era una prisión física, sino también interior, como
nos puede suceder a nosotros: «En la cárcel está la oscuridad, falta la posibilidad
de ver claro y ver más allá. De hecho, el Bautista ya no logra reconocer en
Jesús al Mesías esperado». El Mesías que esperaba Juan el Bautista no es el
castigador que pensaba que sería, sino un Jesús misericordioso que «tiene
palabras y gestos de compasión hacia todos». Esa crisis del Bautista, ha dicho
el Papa, nos da una importante lección: «Que hasta el más creyente atraviesa el
túnel de la duda».
Francisco ha
insistido en que dudar no tiene por qué ser algo malo, sino que forma parte del
proceso de maduración espiritual porque «nos ayuda a entender que Dios es
siempre más grande de como lo imaginamos; las obras que realiza son
sorprendentes respecto a nuestros cálculos; su acción es diferente, supera
nuestras necesidades y nuestras expectativas; y por eso no debemos dejar nunca
de buscarlo y de convertirnos a su verdadero rostro». Es precisamente lo que
hace Juan Bautista, es decir, porque duda sigue buscando y preguntando sobre
Jesús para descubrirlo. Así, como ha dicho el Papa, «Juan, definido por Jesús
el mayor entre los nacidos de mujer nos enseña a no cerrar a Dios en nuestros
esquemas».
Porque a veces tenemos encerramos
al Señor «en la presunción de saber ya mucho sobre Él, queridos hermanos y
hermanas, nunca se llega a saber mucho de Dios, nunca». Por eso, el Santo Padre
ha destacado en que Dios no es un Dios todopoderoso que hace lo que quiere,
sino «un Dios de humilde mansedumbre, de la misericordia y del amor, que
interviene siempre respetando nuestra libertad y nuestras elecciones».
Esas ideas y prejuicios que
podemos tener hacia Dios, también podemos tenerlas hacia los demás a los que
colocamos «etiquetas rígidas», ha dicho Francisco. Por ello, ha invitado a
hacer del Adviento un
tiempo para cambiar de punto de vista, «un tiempo para dejarnos sorprender por
la grandeza de la misericordia de Dios».
«Un tiempo en el que, preparando
el pesebre para el Niño Jesús, aprendemos de nuevo quién es nuestro Señor; un
tiempo en el que salir de ciertos esquemas y prejuicios hacia Dios y los
hermanos; un tiempo en el que, en vez de pensar en regalos para nosotros,
podemos donar palabras y gestos de consolación a quién está herido, como hizo
Jesús con los ciegos, los sordos y los cojos», ha concluido.
«Los días terribles y oscuros de
la guerra»
Tras el rezo de la oración
mariana, el Papa ha saludado con cariño a varios grupos de fieles, entre ellos,
los de Barcelona y Valencia y ha mandado un saludo en la distancia a los presos
de una cárcel de Padua. No se ha olvidado de asuntos internacionales que le
preocupan, como Ucrania o la violencia en Sudán del Sur,
país que visitará en febrero: «Sigo con preocupación las noticias que llegan
desde Sudán del Sur sobre enfrentamientos violentos en los últimos días.
Recemos al Señor por la paz y reconciliación nacional para que cesen los
ataques y sean respetados los civiles».
Este domingo, la plaza de San Pedro estaba especialmente llena de niños y es que en Roma es tradicional que el domingo de Gaudete los más pequeños de la casa lleven al rezo del ángelus las figuras del Niño Jesús que colocarán en el pesebre en Nochebuena. Son los llamados «bambinelli». El Santo Padre ha bendecido las figuras y ha invitado a los niños a rezar delante el belén para que «la Navidad del Señor traiga un rayo de paz a los niños del mundo entero, especialmente a aquellos obligados a vivir los días terribles y oscuros de la guerra, esta guerra en Ucrania que destruye tantas vidas, tantas vidas y tantos niños».
Ángeles Conde Mir
Fuente: Alfa y Omega