Si los hijos supuestamente lastran nuestra carrera profesional, nos restan libertad y son un bien de lujo solo apto para bolsillos llenos de dinero, ¿por qué tener hijos hoy en día?
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| Revista Misión |
En 2019 diarios de todo el mundo se hicieron eco de esta noticia: “El príncipe Harry y Meghan Markle no tendrán más de dos hijos por razones medioambientales”. Los duques de Sussex afirmaban públicamente que tener más de dos hijos era una irresponsabilidad para con el medioambiente y que su deseo era no seguir trayendo potenciales seres contaminantes al mundo. El suyo es solo un ejemplo más de los dispares motivos que se esgrimen para decidir que no haya más niños. Como resultado son cada vez más los matrimonios que se preguntan por qué tener hijos.
Amor unitivo y procreativoLa primera respuesta a esta pregunta la encontramos en la afirmación de que los hijos son la consecuencia lógica del amor que se vive en el matrimonio cristiano. “El amor en el matrimonio es unitivo (lo primero y fundamental) y procreativo (que genera vida)”, explican David González y Yolanda Martínez, padres de cinco hijos y profesores del Diploma de Especialización en Pastoral Familiar de la Asociación Persona y Familia. Pero este amor debe ser un amor pleno, no un amor a medias. “Todo esto es posible gracias al sacramento recibido, por eso no es lo mismo casarse por la Iglesia que no hacerlo”, explican.
La segunda
respuesta la encontramos en la escritura: “Don del Señor son los hijos” (Sal
127, 3). Así lo explican David y Yolanda: “Ser padres no es satisfacer un deseo, es acoger un hijo como
un bien para tu vida y para la sociedad. Ser madre no es parir un hijo, es cuidar a un
hijo para que en el amor de sus padres pueda ver y entender el amor de Dios, y
que de esta manera la sociedad pueda verlo y creer en ese bien”.
Sin embargo, todo esto choca
frontalmente con lo que vive la sociedad hoy en día. Gabriele Kuby,
socióloga alemana, investigadora y autora de La generación abandonada (Didaskalos,
2021), afirma que “somos la sociedad de la anticoncepción masiva: una cultura
que impide que los niños lleguen a existir. La sociedad más rica de la historia
es también la que menos niños ha engendrado jamás”. ¿A qué se debe esto?
La respuesta, según Kuby, la
tenemos en los años 60, cuando muy pocas voces advirtieron del peligro de la
píldora anticonceptiva. Separar el acto sexual de su dimensión procreadora ha
derivado en la explosión del sexo sin compromiso y ha dado lugar a la
desvirtualización del matrimonio, a la legalización y expansión descontrolada
del aborto y a una bajada drástica de la natalidad.
A la promesa de los métodos
anticonceptivos de tener sexo sin hijos le siguió la de tener hijos sin sexo.
Empezó con la reproducción asistida para parejas con problemas de fertilidad y
ha derivado en variopintas opciones de “hijos por encargo”, como es el caso de
los vientres del alquiler.
Lo cierto es que la reproducción, algo naturalmente ligado al acto sexual, se ha “individualizado”. Ahora no es necesaria la figura del padre biológico para concebir y dar a luz un hijo. Ante esta situación, Kuby asegura que, una vez más, los niños son los más perjudicados al ser privados de la crianza de su padre y su madre.
Volver al designio de Dios
El retorno a una vivencia de la
paternidad en línea con el designio de Dios pasa por entender el matrimonio
como un sacramento del que brotan infinitos dones, no como un proyecto humano,
permanentemente abierto a la acción del Espíritu Santo. David y Yolanda han
visto que la paternidad ha sido crucial en su matrimonio y en su vida de fe.
“Hemos vivido momentos en los que los hijos han sido sellos de unidad del
matrimonio. También momentos donde la enfermedad u otras necesidades de la vida
que requerían de nuestra entrega nos han llevado a intentar vivir la unidad
matrimonial de forma creativa. Y hemos visto que en medio de esas dificultades
también Dios ha sido creativo: cuando teníamos miedo de tener otro hijo por
motivos de salud [Yolanda había sufrido dos operaciones de espalda], Dios nos
mandó el hijo ya andando… [Ismael, su sobrino llegó a su casa con nueve
años]”.
Lo que aporta la paternidad
Kuby explica que desde que una mujer
da a luz se convierte en un ser distinto, que antepone para siempre los
intereses de otro por delante de los propios. “Esta es –agrega– una evolución
maravillosa, fruto del hecho de haberse convertido en madre”. Asegura que la
paternidad llena de sentido la vida de las personas, que son capaces de
sacrificar su propia libertad por algo mucho más valioso. El esfuerzo y la
dedicación de unos padres por sus hijos no es comparable al que supone ninguna
otra relación humana.
Por su parte, David y Yolanda afirman
que “ser padre te ayuda a priorizar, organizar, rentabilizar y aprovechar el
tiempo, a innovar, a formarse, a ser creativo, a trabajar en equipo. Todas
estas son habilidades necesarias hoy en los puestos de trabajo. Es cierto que
no es fácil, y que hay trabajos donde existe una dificultad especial para poder
cumplir con tu cometido profesional y atender a tu familia. En este sentido, la
sociedad debe avanzar en comprender que la mirada no puede estar puesta
permanentemente en el aquí y el ahora, y en la productividad inmediata, y que,
si las familias no se pueden cuidar, no habrá familias que cuidar el día de
mañana; es decir, no habrá economía que mantener ni en la que crecer.”
Paternidad responsable
La Iglesia habla de paternidad
responsable, un término que no siempre se entiende en toda su plenitud. David y
Yolanda explican que “la paternidad responsable no es solo, como tiende a
verse, la decisión de los padres de no tener hijos en un determinado tiempo,
sino que incluso puede ser al revés: la decisión firme de su búsqueda como un
acto de responsabilidad. Así lo hemos vivido tanto con alguno de nuestros
hijos, como cuando acogimos a nuestro sobrino como un hijo más en la familia.
Las circunstancias de la vida y de cada matrimonio solo las conocen ellos y
Dios. Y un matrimonio responsable sabe buscar a Dios en esos momentos de duda a
través de la oración y de la ayuda de la Iglesia”. En este sentido, es
clarividente la visión de Chesterton cuando afirma: “Hay padres tan preocupados
de dar a sus hijos lo que ellos no tuvieron, que se olvidan de darles lo que sí
tuvieron”. Esta obsesión es lo que está haciendo insostenible y débil a la
sociedad actual. David y Yolanda aseguran que “es bueno crecer y mejorar, es
bueno tener recursos, pero lo que es realmente importante se ha evaporado de
nuestras vidas: unos padres que se quieran, unos hijos que lo vivan, y una
sociedad que lo vea”.
Por Marta Peñalver
Fuente: Revista Misión






