17 – Enero. Martes. San Antonio, abad
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Evangelio
según san Marcos 2, 23-28
Sucedió que un sábado atravesaba él un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas.
Los fariseos le preguntan: «Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».
Él les responde: «¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él?».
Y les decía:
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que
el Hijo del hombre es señor también del sábado».
Comentario
Seguir a Jesús
y compartir los días con Él implicaba para los apóstoles pasar por algunos
momentos de estrecheces, porque “el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la
cabeza” (Mateo 8,20). Sin embargo, esto no quiere decir que se sintieran
agobiados u oprimidos por las circunstancias, como vemos en la escena del
Evangelio de la Misa de hoy.
Los compañeros
de Jesús pasan por unos sembrados poblados de espigas que parecen ofrecer a los
caminantes sus granos de trigo. Con espontaneidad, los apóstoles aceptan lo que
la naturaleza les da, y arrancan sin mayor reparo las espigas, distrayendo
quizá el hambre que podrían tener en esos momentos. Los discípulos no se
plantean mayores problemas, porque saben que están junto al Maestro y lo
realizan todo bajo su mirada. Es fácil imaginar la alegría de Jesús al ver cómo
los suyos se sentían libres y sabían disfrutar con cosas sencillas.
Los fariseos,
en cambio, no se mueven bajo la mirada del Señor, sino bajo la sombra de la
ley. La ley a la que ellos acuden es simplemente humana y la aplican sin
atender a las necesidades concretas de las personas. Se transforma así en una
carga opresiva. Por eso, Jesús intenta levantar un poco la mirada de los
fariseos, les pone el ejemplo de la libertad con que actuaba muchos años atrás
el rey David y les recuerda que “el Hijo del Hombre es señor hasta del sábado”
(v. 28).
Estar con
Cristo lleva a moverse con una profunda libertad interior. Él nos hace valorar
en su justa medida nuestras opiniones e ideas sobre cómo tendríamos que vivir
uno u otro aspecto de nuestra fe. Y nos pone siempre ante los ojos la primacía
de las necesidades reales de los demás.
Rodolfo Valdés
Fuente: Opus
Dei