8 - Febrero. Miércoles de la V semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Marcos 7,
14-23
Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre». [«El que tenga oídos para oír que oiga»]
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola.
Él les dijo: «¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina». (Con esto declaraba puros todos los alimentos).
Y siguió: «Lo
que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de
dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las
fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes,
desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades
salen de dentro y hacen al hombre impuro».
Comentario
Quizás no exista un registro que
lo demuestre, pero es factible que la nuestra sea la época de las dietas. Es
difícil creer que en otro momento histórico los libros sobre nutrición sana y
correctos hábitos alimenticios hayan tenido un índice de ventas tan alto como
actualmente.
Sin duda, esto puede considerarse
un avance. Los adelantos científicos y médicos han permitido un conocimiento
cada vez más detallado del cuerpo humano, de sus reacciones, de lo que le hace
bien y de lo que le hace mal. Ese conocimiento, probablemente, ha mejorado la
salud y la calidad de vida de mucha gente.
Sin embargo, valdría la pena
analizar cómo está la balanza: ¿cuántas de esas personas que dedican dinero,
tiempo y esfuerzo al mantenimiento de su cuerpo, están dedicando al menos los
mismos recursos al mantenimiento de su alma? ¿Intentan, al menos, leer libros
que los orienten en ese sentido?
En este pasaje del evangelio, que
va en continuidad con el que leímos ayer, Jesús está intentando ayudar a las
personas que le escuchan a fijarse en lo realmente importante: en esa época,
por la influencia de los fariseos, había una gran preocupación por la pureza
ritual, que incluía la prohibición de una serie de alimentos que podían manchar
a la persona.
No obstante, el Señor quiere que
se den cuenta de que hace falta invertir el movimiento: no es de afuera hacia
adentro como se mancha el alma, es de adentro hacia afuera cómo surge la
impureza.
A veces podemos tener la
tendencia a poner el énfasis en las circunstancias del ambiente: la publicidad,
las conversaciones de los amigos, la influencia negativa de algunos medios.
Pero Jesús insiste en que lo primero hacia lo que debemos dirigir nuestra
mirada en cada examen de conciencia es nuestro propio corazón. ¿Realmente
sabemos hacer dieta de lo que mancha nuestra alma? ¿Realmente sabemos purificar
esa fuente de pecado que es nuestra propia interioridad?
Vale la pena que nos preguntemos
si por tener el alma limpia hacemos al menos el mismo esfuerzo que por tener el
cuerpo sano. Para eso, es muy útil el trato continuo con María Santísima: Ella,
que es totalmente pura, irá limpiando con su amor maternal todas estas
cosas malas que proceden del interior y hacen impuro al hombre, llevándonos por
el camino de la contrición.
Luis Miguel Bravo Álvarez
Fuente: Opus Dei






