Publicamos algunos extractos de una entrevista con el semanario católico belga “Tertio”, publicada ayer
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El Papa Francisco con el director de “Tertio”, Emmanuel Van Lierde |
En la conversación, el Papa Francisco aborda
numerosos temas: del Concilio Vaticano II al actual proceso sinodal, de la
guerra en Ucrania a los conflictos olvidados en el mundo. En particular, aboga
por un nuevo modelo de desarrollo económico que no deje a nadie atrás
“Tertio”
ya había tenido el privilegio de entrevistar ampliamente al Papa Francisco el
17 de noviembre de 2016. El motivo de aquella entrevista había sido, por un
lado, el centenario de la Primera Guerra Mundial y, por otro, los atentados
terroristas de París, en noviembre de 2015, y de Bruselas, el 22 de marzo de
2016. Seis años después, nos ha parecido oportuno solicitar otra entrevista,
esta vez con motivo del décimo aniversario de su Pontificado, que se cumple el
13 de marzo de 2023... La nueva entrevista estaba prevista para el lunes 19 de
diciembre de 2022, dos días después del 86° cumpleaños del Papa Francisco y tras
la victoria de Argentina en el Mundial de Fútbol. Saludamos al Papa con el
doble de buenos deseos... Una vez que los micrófonos hayan sido probados para
la grabación, la entrevista puede comenzar.
Un
hilo conductor para entender su pontificado es el Concilio Vaticano II. ¿Por
qué la aplicación continuada de aquel Concilio está tan cerca de su corazón?
¿Qué está en juego?
Los
historiadores dicen que se necesita un siglo para que las decisiones de un
Concilio surtan pleno efecto y se apliquen. Aún nos quedan 40 años... El
Concilio fue una de esas cosas que Dios realiza en la historia a través de
personas santas. Quizá cuando Juan XXIII lo convocó, nadie se dio cuenta de lo
que iba a suceder. Se dice que él mismo pensó que se concluiría en un mes, pero
un cardenal reaccionó diciendo: "Empiecen a comprar los muebles y todo lo
demás, tardaremos años".
Juan
XXIII lo tuvo en cuenta, era un hombre abierto a las llamadas del Señor. Así
habla Dios a su pueblo. Y allí nos habló realmente a nosotros. El Concilio no
supuso sólo una renovación de la Iglesia. No se trataba sólo de una renovación,
sino también de un desafío para hacer que la Iglesia estuviera cada vez más
viva. El Concilio no renueva, rejuvenece la Iglesia. La Iglesia es una madre
que siempre avanza. El Concilio abrió la puerta a una mayor madurez, más acorde
con los signos de los tiempos. La Lumen gentium, por ejemplo, la constitución
dogmática sobre la Iglesia, es uno de los documentos más tradicionales y, al
mismo tiempo, más modernos, porque en la estructura de la Iglesia, lo
tradicional – si se entiende bien – es siempre moderno. Esto se debe a que la
tradición sigue desarrollándose y creciendo...
La
aplicación y realización continuas del Concilio incluyen el fomento de la
sinodalidad. ¿Qué significa esto realmente?
Hay
un punto que no debemos perder de vista. Al final del Concilio, Pablo VI quedó
muy impresionado al ver que la Iglesia occidental casi había perdido su
dimensión sinodal, mientras que las Iglesias católicas orientales habían sabido
conservarla. Por ello, anunció la creación de la secretaría del sínodo de los
obispos, con el fin de promover de nuevo la sinodalidad en la Iglesia. En los
últimos sesenta años, esto se ha desarrollado cada vez más. Poco a poco se han
ido aclarando algunas cosas. Por ejemplo, si sólo los obispos tenían derecho a
voto. A veces no estaba claro si las mujeres podían votar... En el último
sínodo sobre la Amazonía, en octubre de 2019, hubo una maduración en ese
sentido... ahora estamos aquí y tenemos que avanzar. Esto es lo que hacemos a
través del proceso sinodal actual, y los dos sínodos sobre la sinodalidad nos
ayudarán a aclarar el significado y el método de toma de decisiones en la
Iglesia.
Durante
nuestra anterior entrevista, en 2016, usted evocó la tercera guerra mundial que
estamos viviendo a pedazos. Hoy, la situación no ha mejorado, de hecho, ha
empeorado, con aún más guerras como la de Ucrania. ¿Qué papel puede desempeñar
la diplomacia vaticana?
El
Vaticano se ha tomado a pecho este conflicto desde el primer día. Al día
siguiente del comienzo de la invasión, fui personalmente a la embajada rusa.
Algo que nunca había hecho un Papa... También expresé mi voluntad de ir a Moscú
y hacer que el conflicto no continuara. Desde su inicio hasta hoy, el Vaticano
siempre ha estado en el centro de la acción. Varios cardenales ya han viajado a
Ucrania...
Al
mismo tiempo, no dejamos de hablar al pueblo ruso para que haga algo. Esta
guerra es terrible, es una inmensa atrocidad. Hay muchos mercenarios luchando
allí. Algunos son muy crueles, muy crueles. Hay torturas; los niños son
torturados. Muchos niños que están en Italia con sus madres, que son
refugiados, han venido a verme. Nunca he visto reír a un niño ucraniano. ¿Por
qué no ríen estos niños? ¿Qué han visto? Es aterrador, realmente aterrador.
Esta gente está sufriendo, sufriendo por la agresión. También estoy en contacto
con varios ucranianos. El presidente Volodímir Zelenski ha enviado varias
delegaciones para hablar conmigo. Hacemos lo que podemos desde aquí para ayudar
a la población. Pero el sufrimiento es muy grande. Recuerdo lo que me decían
mis padres: "La guerra es una locura".
Nos
sentimos muy implicados en esta guerra porque tiene lugar cerca de nosotros.
Pero desde hace años hay guerras en el mundo a las que no prestamos atención:
en Myanmar, en Siria – ya 13 años de guerra – en Yemen, donde los niños no
tienen educación ni pan, donde pasan hambre... En otras palabras: el mundo
está, de hecho, siempre en guerra. A este propósito hay algo que debe
denunciarse: es la gran industria armamentística. Cuando un país rico empieza a
debilitarse, se dice que necesita una guerra para seguir adelante y hacerse aún
más fuerte. Y para eso se preparan las armas.
En
nuestros países – con un clero cada vez más reducido y menos fieles – el
liderazgo de la Iglesia tiende a centrarse en la liturgia y el anuncio. ¿La
Iglesia no debería mostrar más bien su rostro social y profético si quiere ser
relevante hoy?
No
son contradictorios. La oración, la adoración y el culto no son retirarse a la
sacristía. Una Iglesia que no celebra la Eucaristía no es una Iglesia. Pero
tampoco lo es una Iglesia que se esconde en la sacristía. Acomodarse en la
sacristía no es culto propiamente dicho. La celebración de la Eucaristía tiene
consecuencias. Está la fracción del pan. Esto implica una obligación social, la
obligación de cuidar de los demás. Oración y compromiso van de la mano. El
culto a Dios y el servicio a los hermanos van de la mano, porque en cada
hermano y hermana vemos a Jesucristo.
El
modelo del mercado neoliberal ha alcanzado sus límites. ¿Cómo ofrece la
"economía de Francisco" una alternativa?
Debemos
tener el valor de soñar con economías que no sean puramente liberales...
Debemos ser prudentes con la economía: si se centra demasiado sólo en las
finanzas, en meras cifras que no tienen entidades reales detrás, entonces la
economía se pulveriza y puede conducir a una grave traición. La economía debe
ser una economía social.
A la expresión "economía de mercado", Juan
Pablo II añadió "social", una economía social de mercado. Hay que
tener siempre presente lo social. Ahora mismo la crisis económica es sin duda
grave, la crisis es terrible. La mayoría de la gente en el mundo – la mayoría –
no tiene lo suficiente para comer, no tiene lo suficiente para vivir. La
riqueza está en manos de unas pocas personas que dirigen grandes empresas, a
veces propensas a la explotación. La economía debe ser siempre social, al
servicio de lo social.
Emmanuel
Van Lierde
Vatican News