3 – Marzo. Viernes de la I semana de Cuaresma
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Evangelio
según san Mateo 5, 20-26
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras
vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y
te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que
hayas pagado el último céntimo.
Comentario
Jesucristo no
ha venido a abolir la ley, sino a darle plenitud. Con Él y en Él, la vida de un
cristiano deja de ser una vida llena de obligaciones, deberes y prácticas, y se
convierte en una vida llena de entrega y felicidad colmada.
Y así, el
precepto de “no matar” se enriquece. Es interesante notar cómo cuanto más
pequeña es la ofensa, mayor es el tribunal al que uno se enfrenta y el castigo
que se impone. Llenarse de ira conlleva ser reo de juicio, que era el tribunal
previsto para quien asesinaba; el que insulta es reo del Sanedrín, un juicio
más severo que el anterior; maldecir trae consigo el fuego del infierno; y,
finalmente, tener algo contra un hermano supone estar fuera de la comunión con
Dios.
Jesucristo
causaría estupor al hablar de este modo. Pero lo hace para señalar la raíz del
problema, lo que está verdaderamente en juego: la comunión con Dios pasa por la
comunión con los hombres.
No matar no es
no hacer mal al otro, sino no buscar la comunión con el otro, entrar
verdaderamente en su vida, llevar la vida del otro sobre los propios hombros.
No hay una vía
intermedia. O la vida del otro es amada radicalmente o es aniquilada. O gozo de
la presencia y de la vida del otro, o la rechazo, la elimino, la quito de en
medio.
Esa es la vida
que nos ofrece Jesucristo, esa es la plenitud: estar en la vida de los demás.
Gozar de sus éxitos, de sus talentos y capacidades, de sus alegrías, de sus
proyectos; caminar con ellos en sus fracasos, en sus penas, en sus dolores.
Abrazándoles por completo; perdonándoles y aceptando su perdón.
Un nuevo
vivir. Más allá de nosotros mismos.
Luis Cruz
Fuente: Opus
Dei