Dios puede decirnos algo mientras dormimos, pero cuidado...
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Desde la antigüedad tenemos evidencia de la importancia de los
sueños en las diferentes culturas y hasta nuestros días se han construido
variadas teorías sobre su interpretación.
Actualmente se
realizan investigaciones científicas para saber qué sucede en el cerebro mientras dormimos.
Desde las
religiones que vieron en los símbolos
oníricos revelaciones divinas, hasta los
desarrollos teóricos del psicoanálisis y
de la psicología analítica,
los sueños han estado siempre rodeados de misterio y sacralidad.
Incluso las supersticiones contemporáneas
que buscan adivinar el futuro decodificando sueños, muestran que siempre han
sido un enigma que despierta la curiosidad generación
tras generación.
A la luz de la ciencia
Los sueños son sucesiones de imágenes, ideas, emociones y sensaciones que
ocurren de manera involuntaria en la mente durante ciertas etapas del sueño,
principalmente en las REM, que es la sigla en inglés del «movimiento ocular
rápido», en la que suceden los sueños más intensos.
Si bien la psicología moderna ha creado tratados
sobre la interpretación de los sueños, el impresionante desarrollo de las neurociencias ha
aportado cada vez más información sobre lo que sucede en nuestro cerebro
mientras dormimos y específicamente mientras soñamos.
Pero, aunque
hay muchas teorías sobre las bases neurológicas del soñar y sobre sus
funciones, no todas concuerdan entre sí.
En el sueño
las actividades cognitivas tienen una organización caótica y algunos
experimentos (Seligman, 1987) revelaron que nuestro cerebro está entrenado para
dar significado a lo que percibe y no acepta percepciones sin orden ni sentido.
Si lo que percibimos no tiene sentido, se lo damos.
En esta línea,
se interpreta que los sueños son una
elaboración cognitiva que intenta dar coherencia a los estímulos caóticos que generan
las funciones fisiológicas.
El intento de
racionalizar el sueño comienza en el mismo momento en que se produce y continúa
cuando se narra para recuperar el recuerdo de este.
En las últimas
décadas el estudio de los sueños ha ido ganando terreno en diversas disciplinas
científicas, desde las neurociencias y la psicología, hasta la antropología, y
subdisciplinas como son la cronobiología y la somnología.
Sin embargo,
aunque expliquen mejor su génesis y sus importancia en la salud, el ámbito de
la interpretación de los sueños sigue siendo objeto de interpretaciones religiosas, supersticiones y discursos
pseudocientíficos que pretenden explicar exactamente el significado de los
sueños como si se tratara de un lenguaje universal que solo hay que saber decodificar.
¿Dios habla a través de los sueños?
La manifestación de los dioses a través de los sueños y su
interpretación como manifestación sobrenatural aparece especialmente en Grecia,
en Asiria, en Babilonia, en Egipto y en Israel.
En la
antigüedad la oniromancia,
la adivinación a través de los sueños era un fenómeno frecuente. Y es
comprensible que al ser el sueño algo misterioso, enigmático e incontrolable
por el hombre, se viera en él una manifestación de lo que está fuera del
alcance del hombre, por lo cual es un lugar donde opera lo divino.
En la Biblia el material es abundantísimo,
donde Dios da avisos a través de los sueños, desde Sara (Gn 20,3), Jacob, José
(Gn 37) y el mismo Faraón (Gn 41).
En los Jueces
aparece en Gedeón (Jue 7,10) y especialmente conocido en el profeta Daniel (Dn
2 y 4), aunque también hay manifestaciones en sueños a Samuel y Salomón.
En el Nuevo
Testamento los avisos a José son
también una referencia clara a la manifestación divina a través de los sueños.
Sin embargo, la misma tradición
judeocristiana conoce textos que son importantes advertencias a propósito de la credibilidad en los sueños.
En toda la tradición religiosa de Israel y posteriormente del
cristianismo los sueños son considerados un
medio secundario y además puede ser manipulado fácilmente por un falso profeta.
Así lo
denuncia Jeremías (23,25; 29,8): «Aquí estoy yo
contra los profetas que profetizan falsos sueños, dice el Señor».
Desde el siglo VIII a.C. los profetas insistían en no hacer caso a
los sueños y hay duras advertencias a querer conocer el futuro a través de las
formas de adivinación, incluso la consulta a los sueños (Dt 18,10).
A
pesar de que hay incontables testimonios de manifestaciones de Dios a través de
los sueños, estas son iniciativa de Dios y no búsqueda curiosa del hombre.
Los
textos bíblicos son muy duros con toda forma de adivinación, magia o
superstición, porque entienden la verdadera fe como una relación de libertad
con Dios y no una búsqueda afanosa de control del futuro o de lo sobrenatural.
«Tratar de
asir una sombra o correr detrás del viento es dar crédito a los sueños.
Las visiones de los sueños no son más que un espejismo: un rostro ante el
reflejo de su propia imagen».
Eclesiástico 34,2
A
lo largo de la tradición patrística y medieval, el cristianismo enfáticamente
enseñó que Dios puede manifestarse en casos extraordinarios a través de los
sueños.
Pero criticó
con firmeza toda práctica supersticiosa de buscar en los sueños algún tipo de presagio
del futuro o de ponerlo al nivel de una «revelación de Dios», porque
aun con las supuestas apariciones y revelaciones privadas la Iglesia las
considera formas marginales y secundarias que siempre deben subordinarse a la
Biblia, a la Tradición y al Magisterio.
Autores
relevantes en esta materia fueron san Cirilo de Jerusalén, san
Gregorio de Nisa, san Gregorio Magno y santo Tomás de
Aquino. Este último contesta a la pregunta de si es lícita la adivinación
a través de los sueños:
«Los sueños
vienen a veces de causas internas y a veces de causas
externas. Dos clases de causas internas influencian nuestros sueños; una animal,
en la medida en que tales imágenes permanecen en la fantasía de la persona
durmiente según estuvieron con él cuando estaba despierto; la otra se encuentra
en el cuerpo: de hecho, es un hecho bien conocido que la disposición
real del cuerpo produce una reacción en la fantasía. Ahora bien, es
auto-evidente que ninguna de estas causas tiene ninguna influencia sobre los
acontecimientos futuros individuales. Nuestros sueños pueden ser asimismo los
efectos de una causa externa doble. Esta es corporal cuando las agencias
exteriores, tales como las condiciones atmosféricas u otros, actúan sobre
la imaginación de
la persona que duerme. Finalmente los sueños
pueden ser causados por agentes espirituales, tales como Dios, directamente, o indirectamente a través
de sus ángeles, y el diablo».
II-II: 95: 6
Santo
Tomás establece claramente el origen natural de los sueños en causas físicas y
mentales, creando fantasías, pero reconoce que en ciertas ocasiones pueden ser
también causados por agentes espirituales.
La teología contemporánea se ha
beneficiado de los avances de la psicología y las neurociencias para el
discernimiento, admitiendo a su vez la posibilidad de una interpretación en
función de una revelación privada de origen sobrenatural, pero siempre el
discernimiento se reserva a la Iglesia y no a quien lo sueña.
Preocupa a su vez a los teólogos y pastores de la Iglesia el crecimiento
de la superstición y el pensamiento mágico entre católicos, donde se le da una
excesiva relevancia a los fenómenos supuestamente «extraordinarios», cayendo en
una visión simplista y alejada de la auténtica fe cristiana.
El ambiente
New Age y la literatura pseudocientífica de autoayuda han fomentado a su vez,
incluso dentro del cristianismo, la consulta a supuestos “diccionarios de
sueños” y sitios en internet que explican su supuesto significado.
Sin negar los casos
excepcionales que pudieran existir para los creyentes, que a su vez deben pasar
por un riguroso discernimiento por parte de la Iglesia, los sueños son una
realidad personal y nos revelan más sobre nuestros anhelos, miedos o simples
recuerdos, que sobre el más allá.
Pretender
adivinar el futuro a través de los sueños es pura superstición. Los sueños a fin de cuentas son interesantes para
estudiar la mente humana y no para buscar en ellos los misterios divinos.
Miguel Pastorino
Fuente: Aleteia