"Este tiempo de renovación espiritual es una salida de mi soledad para encontrarme con mi hermano". Gran reflexión del padre Carlos Padilla
![]() |
Wirestock Creators | Shutterstock |
No
voy solo, no camino solo al encuentro de Dios. La Iglesia es una comunidad, una
familia. «Juntos» es una palabra clave del éxito de la renovación espiritual de
la Cuaresma, que sin embargo fácilmente podemos olvidar. Comenta el papa
Francisco:
«Quiso que esa experiencia de
gracia no fuera solitaria, sino compartida, como lo es, al fin y al cabo, toda
nuestra vida de fe.
A
Jesús hemos de seguirlo juntos. Y juntos, como Iglesia peregrina en
el tiempo, vivimos el año litúrgico y, en él, la Cuaresma, caminando con los
que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje».
Camino con mis hermanos esperando el encuentro con Dios:
Siempre acompañados
Camino con otros en este tiempo de desierto. No vivo solo mi fe.
Una de las cosas que más me impresiona es descubrir que no hay un solo
cristiano que esté solo.
Seguir a Jesús es ir con otros.
Apoyándonos, sosteniéndonos, ayudándonos.
La Cuaresma es una salida de mi
soledad para encontrarme con mi hermano. No es un tiempo de penitencia en
soledad. Es mucho más que eso.
Todo lo que vivo lo vivo en comunión con los
que me acompañan. Esa experiencia es la que me salva. Decía Sor Verónica,
fundadora de Iesu Communio:
«Precioso encontrar en la vida
creyentes. Tú no estás viviendo sola. Detrás descubres una cadena de creyentes
que están rezando por ti».
Renuncias por amor
No camino solo. La vida es muy larga y difícil. Hay muchas
personas que me apoyan y rezan por mí. Muchas vidas entregadas en oración por
mí. Muchas cosas que alguien hace por mí sin que yo sepa.
Esto me anima. No depende todo de mí, de
mi esfuerzo.
¿Qué hago yo por mi hermano? Importa lo que ofrezco por la
santidad de mis hermanos. Es valiosa mi vida sacrificada.
Estoy acostumbrado a vivir cómodo y bien. La Cuaresma me invita a darle un
sentido a mis renuncias, a mis sacrificios, a mis sufrimientos.
En secreto
Ese regalo de amor que entregamos sucede en lo secreto de mi
corazón. No tengo que alardear y presumir de lo que hago.
¿Qué intención oculta mueve mis acciones? Veo que hago
cosas buenas esperando ser reconocido.Busco el agradecimiento.
Que el mundo sepa cuánto entrego, cuánto doy. No me gusta renunciar sin que
nadie sepa.
Sólo Dios sabe, sólo Él conoce las intenciones que escondo detrás
de mi bondad. Espero mucho, quiero más. No hago las cosas en mi cuarto
esperando sólo la recompensa en el cielo.
Todo es gracia, un regalo
La Cuaresma me enseña a aportar mi grano de arena, lo que puedo
dar, nada más que eso. porque la salvación no se merece:
«Él
nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nuestras obras, sino según
su designio y según la gracia que nos dio en Cristo Jesús».
Todo es misericordia, gracia, amor de
Dios en mi vida. Y yo busco que las cosas sean merecidas. Quiero recibir pago por
mi entrega. Y que el mundo sepa.
Vivir en comunidad la fe, es un aliciente para subir más alto,
para llegar más lejos. No me quiero despistar, no me quiero olvidar. Muchos
caminan a mi lado y me sostienen. Y yo sostengo a muchos.
¿Por qué hago las cosas?
Vivo en un tiempo de apariencias. Lo que se ve
es lo que cuenta, lo que no se ve no existe. Si no hay foto, es que no estuve
allí. Parece que sólo vale lo que se ve.
Y no dejo que se vea lo que no me gusta de mí mismo, y lo que me
gusta quiero que todos lo aprueben.
Busco enfermizamente que los demás me quieran, me aplaudan, me
valoren. Me importa más lo que piensan ellos. Mucho más que lo que pueda pensar
Dios.
Cuando en realidad sólo él conoce mis intenciones, mis
fragilidades y mis fortalezas. Sólo Él sabe lo que persigo cuando hago algo
concreto. Conoce mis entrañas. Ha sufrido conmigo y sabe lo que
necesito para ser feliz.
Mirando a Dios
Quiero ser capaz de dejar ver a los demás lo que intento ocultar
obsesivamente. Cuando me escondo no consigo nada.
No necesito la aprobación del mundo
para ser feliz. Claro que no le puedo dar ese poder al mundo sobre
mi felicidad.
No puedo hacerlo, pero lo hago. Dependo de lo que escucho, de lo
que me cuentan. Vivo atormentado cada vez que alguien me critica o juzga, cada
vez que malinterpretan mis actitudes, cuando escucho comentarios negativos que
cuestionan mi fama.
No puede ser que el mundo tenga derecho a hacerme infeliz. Sólo Dios me
va a mirar a los ojos en el último momento de mi vida, sabiendo lo que hay en
mi corazón.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia