En la segunda predicación, en este tiempo de Cuaresma, el Padre Raniero Cantalamessa, ha dado su reflexión a la Curia este viernes 10 de marzo. sobre la Evangelización
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Segunda predicación en este tiempo de Cuaresma (Vatican Media) |
En su reflexión sobre el texto bíblico de la Primera Carta de San Pablo a
los romanos, que dice: “No me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de
Dios para la salvación”, el predicador Cantalamessa afirma que desde la Evangelii
Nuntiandi de San Pablo VI hasta la Evangelii gaudium del actual
Sumo Pontífice, el tema de la evangelización ha estado en el centro de atención
del Magisterio papal. Y contribuyeron en ellos, las grandes encíclicas de san
Juan Pablo II, así como la constitución del Pontificio Consejo para la
Evangelización, promovido por Benedicto XVI.
“La misma preocupación se puede ver en el título dado a la constitución
para la reforma de la Curia 'Praedicate Evangelium' y en la denominación
'Dicasterio para la Evangelización', dada a la antigua Congregación de
Propaganda Fide. El mismo propósito se asigna ahora principalmente al Sínodo de
la Iglesia. Es a ella, es decir, a la evangelización, a la que quisiera dedicar
esta meditación. La definición más corta y significativa de evangelización es
la que leemos en la Primera Carta de Pedro. En ella, los apóstoles son
definidos como: aquellos que os anunciaron el Evangelio en el Espíritu Santo (1
P 1,12). Allí se expresa lo esencial de la evangelización, es decir, su contenido –'el
Evangelio' - y su método - 'en el Espíritu Santo'.”
Cantalamessa afirma además que para saber qué significa la palabra
"Evangelio", la forma más segura es preguntarle a quién primero usó
esta palabra griega y la hizo canónica en el lenguaje cristiano: al apóstol
Pablo. Tenemos la suerte, dijo, de poseer una exposición de su mano que explica
lo que él entiende por "Evangelio", y es la Carta a los Romanos. Su
tema se anuncia con las palabras: "no me avergüenzo del Evangelio, porque
es poder de Dios para la salvación a de todo aquel que cree" (Rm 1, 16).
“Para el éxito de todo nuevo esfuerzo de evangelización es vital tener
claro el núcleo esencial del anuncio cristiano, y nadie lo ha destacado mejor
que el Apóstol en los tres primeros capítulos de la Carta a los Romanos. De
entender y aplicar su mensaje a la situación actual dependerá, estoy
convencido, que de nuestro esfuerzo nazcan hijos de Dios, o si tendremos que
repetir amargamente con Isaías: “Hemos concebido, tenemos dolores como si
diésemos a luz viento; pero no hemos traído a la tierra salvación, y no le
nacerán habitantes al orbe” (Is 26,18).
El mensaje del Apóstol en esos tres primeros capítulos de su Carta se puede
resumir en dos puntos, manifestó el predicador: primero, cuál es la situación
de la humanidad frente a Dios tras el pecado; segundo, cómo se sale de ella, es
decir, cómo uno se salva por la fe y se hace nueva criatura.
“¿Cómo podemos hacer que esa chispa hacia la persona de Jesús se encienda
en tantos? No se encenderá en quien escucha el mensaje evangélico si antes no
se ha encendido -al menos como deseo, como búsqueda y como propósito- en quien
lo anuncia. Ha habido y hay excepciones; la Palabra de Dios tiene fuerza propia
y puede actuar, a veces, aunque sea pronunciada por quien no la vive; pero es
la excepción”.
Para consuelo y aliento de quienes trabajan institucionalmente en el campo
de la evangelización, señaló Cantalamessa, quisiera decirles que no todo
depende de ellos. De ellos depende crear las condiciones para que esa chispa se
encienda y se propague. “Pero ella se enciende en las formas y momentos más
inesperados. En la mayoría de los casos que he conocido en mi vida, ese
descubrimiento de Cristo que cambia la vida se produjo al encontrarse con
alguien que ya había experimentado esa gracia, al participar en una reunión, al
escuchar un testimonio, al haber experimentado la presencia de Dios en un
momento de gran sufrimiento, y -no puedo callarme, porque es lo que pasó
conmigo - habiendo recibido el llamado bautismo del Espíritu”.
Se ve entonces, dijo, la necesidad de confiar cada vez más en los laicos,
hombres y mujeres, para la evangelización. Ellos, dijo, están más insertos en
el tejido de la vida en el que suelen darse esas circunstancias. También por la
escasez de nuestro número, nos es más fácil a nosotros clérigos ser pastores que
pescadores de almas: más fácil pastorear a los que vienen a la Iglesia con la
palabra y los sacramentos, que salir al mar a pescar a los que están lejos. Los
laicos pueden suplirnos en la tarea de ser pescadores de hombres. Muchos de
ellos han descubierto lo que significa conocer a un Jesús vivo y están ansiosos
por compartir su descubrimiento con los demás.
"Los movimientos eclesiales, que surgieron después del Concilio,
fueron para muchos el lugar donde hicieron este descubrimiento. En la homilía
de la Misa Crismal del Jueves Santo de 2012, la última de su pontificado,
Benedicto XVI afirmó: "Quien mira la historia de la era posconciliar puede
reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que a menudo ha tomado formas
inesperadas en movimientos llenos de vida y que hace casi tangible la
inagotable vivacidad de la Santa Iglesia, la presencia y acción eficaz del
Espíritu Santo”. Junto a los buenos frutos, algunos de estos movimientos
también han producido malos frutos. Uno debe recordar el dicho: "No tires
al bebé con el agua del baño". Termino con las palabras finales del Itinerario
de la mente hacia Dios de san Buenaventura, porque sugieren por dónde
empezar para realizar, o renovar, nuestra "relación personal con
Cristo" y convertirnos en valientes heraldos de ella:
Esta sabiduría mística secretísima – escribe – nadie la conoce sino quien
la recibe; nadie la recibe sino aquellos que la desean; nadie la desea sino
aquellos que están inflamados por dentro por el Espíritu Santo enviado por
Cristo a la tierra.
Vatican News