Conforme la creencia religiosa pierde peso en el conjunto de la sociedad, cada vez son más quienes sustituyen su fe por prácticas New Age
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Marcelo Bravo destaca que muchas de las sectas tienen un fuerte componente de criminalidad organizada |
Un caso representativo es el de Argentina. El diario La Nación muestra
como mientras el número de católicos disminuye sensiblemente -del 76,5 al 62,9
entre 2008 y 2019- estas nuevas corrientes espirituales aumentan su número de seguidores:
el 71,6% de los que no se consideran pertenecientes a ninguna religión afirma creer en la
energía. La astrología
es una de esas prácticas en ascenso, especialmente entre jóvenes de 18
y 29 años, con fuerte presencia en el caso de Argentina en su capital Buenos
Aires, Cuyo, Centro y la Patagonia.
De forma generalizada se ofrece la práctica de las múltiples
corrientes de Nueva Era como algo inocuo, causante exclusivamente de beneficios
personales y espirituales. Algo que, sin embargo, contrasta con la realidad de
numerosas víctimas y testimonios al respecto o de especialistas dedicados al
ministerio del exorcismo, muchos de los cuales terminan por rescatar de influencias
"demoníacas" a muchos de los que acostumbran estas prácticas.
Dos de estas últimas personalidades destacadas en el estudio
de las influencias diabólicas y la Nueva Era son Marcelo Bravo -director del instituto de ciencias
religiosas del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum y Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio
de las Sectas.
Entrevistado por Ecclesia,
Marcelo Bravo ha explicado que la formación de los exorcistas no es algo nuevo,
sino que “siempre en la Iglesia
se ha enseñado y se ha estudiado el fenómeno diabólico”. Sin embargo,
afirma que el curso en el que participa ha supuesto un cambio en la formación
de esta materia, que responde a una necesidad dentro de la Iglesia, donde “no
había un curso sistemático en el que se invita a teólogos, psicólogos y
científicos”.
“La base está en
la reflexión teológica para entender bien más allá de explicaciones extrañas y
supersticiosas”, ha asegurado. Se trata de un curso que, al principio, no
quisieron publicitar demasiado “porque puede dar lugar a la morbosidad”, pero
que sin embargo “ha dado frutos bastante positivos por tratar el tema como algo
pastoral y teológico”.
En lugar de la superstición, Bravo destaca que el lugar que ocupa
el fenómeno diabólico en la concepción de la Iglesia "se puede encontrar
presente a lo largo de todo el Evangelio". Aunque lo que debe interesar
del mismo no es el diablo, sino "el misterio de Cristo, la revelación de
la salvación, Dios también
nos habla de las fuerzas del mal y del pecado".
Criminalidad organizada
El miembro del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum destaca la
importancia de que la formación relativa al demonio y su influencia se
desarrolle desde "un acercamiento multidisciplinar" que abarque no
solo lo religioso, sino también el punto de vista psiquiátrico, el sociológico
o incluso el criminalístico, ya que en las sectas "también hay elementos de criminalidad
organizada".
“En los años 80 y 90 había una gran sensibilidad sobre este
tema”, ha asegurado el padre Marcelo Bravo, que encuentra en esta preocupación
el caldo de cultivo para “el proliferar de estos cursos, que está relacionado
con el proliferar de las sectas”. Porque, tal y como ha comentado el director
del Regina Apostolorum, “detrás
del fenómeno sectario pseudocristiano, están estos grupos de tipo esotérico o
satánico”, una problemática que ha puesto de manifiesto la relevancia
de los exorcistas, un ministerio que “fue siendo más importante porque había
más casos, más crónicas en los periódicos y cada vez más sectas satánicas”.
Uno de los antiguos alumnos y profesor de ese curso es Luis Santamaría, experto en
sectas y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas.
Aunque no es experto en exorcismos, sí ha estudiado durante muchos
años sobre “cultos afroamericanos y la New Age, que tienen que ver con esa
acción e influencia del demonio en la vida de las personas”. Para Santamaría,
el primer error en el que incurren este tipo de sectas lo explica claramente el
catecismo: “Solo hay que adorar a Dios, y lo que contenga la adivinación y
la magia consiste en un querer ser dioses”.
En ese sentido, Santamaría encuentra en estos cultos unas ganas de
“querer hacer uso de las
fuerzas espirituales para lograr nuestros propios intereses, en lugar de
fiarnos de Dios, de su amor y su providencia”.
Además, Santamaría asegura que muchos de los aspectos que parecen
funcionar en la Nueva Era "se trata de fraudes o estafas". Pero
también explica que el peligro último de estas corrientes existe y es
precisamente que "cuando
estas cosas funcionan -o lo parece- es por acción del demonio". Entre
otros ejemplos en auge, el especialista menciona el reiki, los registros
akáshikos o las constelaciones familiares: "Aunque lo que uno ve ahí es luz, paz, relajación,
tranquilidad y bienestar, es el mayor engaño porque lo que está haciendo la
persona es alejarse
progresivamente de Dios. Autodivinizarse y alejar a Dios de nuestra vida es
el fin último de la Nueva Era".
Fuente: Religión en Libertad