Después de su visita privada a los niños del Instituto Beato László Batthyány-Strattmann, Francisco ha asegurado que "la fe verdadera es aquella que incomoda, que nos hace partir"
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| Ecclesia |
"Los pobres nos indican un
desafío apasionante, para que la fe que profesamos no sea prisionera de un
culto alejado de la vida y no se convierta en presa de una especie de “egoísmo
espiritual”, es decir, de una espiritualidad que me construyo a la medida de mi
tranquilidad interior y de mi satisfacción". Así lo ha explicado el
Papa en su primer discurso de este 29 de abril en el encuentro con los
pobres y los refugiados, en la iglesia de Santa Isabel de Hungría, en Budapest.
Después de su visita privada a
los niños del Instituto Beato László Batthyány-Strattmann, el Papa
Francisco ha asegurado que "la fe verdadera, en cambio, es aquella que
incomoda, que arriesga, que hace salir al encuentro de los pobres y capacita
para hablar con la vida el lenguaje de la caridad".
El lenguaje de la caridad
El lenguaje de la caridad fue la
lengua hablada por santa Isabel, a quien este pueblo profesa gran devoción y
afecto: "Al llegar esta mañana, vi en la plaza su estatua, con la base que
la representa mientras recibe el cordón de la orden franciscana y, al mismo
tiempo, ofrece agua para saciar la sed de un pobre. Así, no sólo gastó sus
bienes, sino también su vida en favor de los últimos, de los leprosos y de los
enfermos, hasta llegar a curarlos personalmente y a llevarlos sobre sus propios
hombros. Ese es el lenguaje de la caridad".
Así, el Papa ha explicado que
este es el testimonio que se nos pide: "La compasión hacia todos,
especialmente hacia los que están marcados por la pobreza, la enfermedad y el
dolor. Necesitamos una Iglesia que hable con fluidez el lenguaje de la caridad,
idioma universal que todos escuchan y comprenden, incluso los más alejados,
incluso los que no creen. Y a este propósito, expreso mi gratitud a la
Iglesia húngara por el esfuerzo realizado en la caridad, un compromiso extenso:
han creado una red que conecta a muchos agentes pastorales, a muchos
voluntarios, a las Cáritas parroquiales y diocesanas, y también a grupos de
oración, comunidades de creyentes y organizaciones pertenecientes a otras
confesiones, pero unidas en esa comunión ecuménica que brota precisamente de la
caridad".
Emprender nuevos caminos de vida
Además, ha agradecido el modo con
que han acogido —no sólo con generosidad sino también con entusiasmo— a muchos
refugiados procedentes de Ucrania. "La memoria de esa experiencia lo animó
a emprender el viaje con su familia y a venir aquí a Budapest, donde encontró
una generosa hospitalidad. El recuerdo del amor recibido reaviva la
esperanza, anima a emprender nuevos caminos de vida. En efecto, también en el
dolor y en el sufrimiento se encuentra la valentía de seguir adelante cuando se
ha recibido el bálsamo del amor: es la fuerza que ayuda a creer que no todo
está perdido y que un futuro diferente es posible".
El amor que Jesús nos da y que
nos manda vivir contribuye entonces "a extirpar de la sociedad, de las
ciudades y de los lugares donde vivimos, los males de la indiferencia y del
egoísmo, y reaviva la esperanza de una humanidad nueva, más justa y fraterna,
donde todos puedan sentirse en casa". Lamentablemente, ha expresado
Francisco, "un gran número de personas también aquí están literalmente sin
hogar: muchas hermanas y hermanos marcados por la fragilidad —solos, con
diversas dificultades físicas y mentales, destruidos por el veneno de la droga,
que han salido de la cárcel o han sido abandonados por ser ancianos— están
afectados por formas graves de pobreza material, cultural y espiritual, y no
tienen un techo o una casa donde vivir".
El pan "del corazón"
Esto vale para toda la Iglesia:
"¡no es suficiente dar el pan que alimenta el estómago, es necesario
alimentar el corazón de las personas!". La caridad no es una simple
asistencia material y social, sino que se preocupa de toda la persona y desea
volver a ponerla en pie con el amor de Jesús: un amor que ayuda a recuperar belleza
y dignidad. "Hermanos y hermanas, los animo a hablar siempre el lenguaje
de la caridad. La estatua que hay en esta plaza representa el milagro más
famoso de santa Isabel: se cuenta que, una vez, el Señor transformó en rosas el
pan que llevaba a los necesitados. Es así también para ustedes: cuando se
empeñan en llevar el pan a los hambrientos, el Señor hace florecer la alegría y
perfuma vuestra existencia con el amor que dan".
Por Sara de la Torre
Fuente: Ecclesia






