No es el único momento en el que es invocada la Madre de Dios, pues “en el ritual, lo primero que se hace es pedir su intercesión y la de los santos”
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| Imagen referencial. Crédito: Cathopic. |
El director del Instituto
Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad San Dámaso y exorcista de la
Archidiócesis de Madrid, P. Eduardo Toraño López, explica que al concluir un
exorcismo se reza la oración del Magníficat,
porque la humildad de la Virgen vence la soberbia del demonio.
Durante el Congreso Mariológico
Internacional celebrado recientemente en la Universidad Católica de Valencia,
el P. Toraño afirmó que a la hora de realizar un exorcismo es “esencial”
recurrir a la Virgen María.
“María es la llena de gracia,
llena del amor de Dios, llena de Espíritu Santo, llena de humildad”, mientras
que el demonio “no puede soportarla” porque "el pecado fundamental del
diablo es la soberbia”, explicó el presbítero.
Así, “mientras que Satanás quiso
y quiere ser dios contra Dios, María, por su parte, es humilde”, detalló el P.
Toraño. Por eso, prosiguió, “al final del exorcismo se reza el Magnificat, que
muestra cómo la humildad de María vence al soberbio. La Inmaculada se
representa habitualmente, recordémoslo, aplastando a la serpiente”.
No es el único momento en el que
es invocada la Madre de Dios, pues “en el ritual, lo primero que se hace es
pedir su intercesión y la de los santos”.
El P. Toraño recordó que “Ella es
auxilio de los cristianos y consuelo de los afligidos. De esta manera, si la
persona se acoge a la Virgen, Ella le protege y le acompaña en el proceso de
liberación, que en bastantes ocasiones es largo”.
El demonio existe
El exorcista madrileño subrayó en
su intervención que “quien no cree en la realidad del demonio está fuera del
magisterio de la Iglesia”, y explicó que la idea de que Satanás no es un ser
real, sino una personificación figurada del mal, “proviene del método exegético
histórico crítico, del racionalismo que entró en la Iglesia”.
Ese racionalismo, añade, es
incapaz, sin embargo, de explicar fenómenos que suceden durante los
exorcismos, como “que una persona delgada, de 50 kilos, se imponga físicamente
a cinco hombres fuertes”.
El P. Toraño recordó que el
Catecismo de la Iglesia Católica afirma en su número 2851 que “el mal no es una
abstracción, sino que designa a una persona, Satanás, el Maligno que se opone a
Dios”.
El exorcismo no es magia
A lo largo de su intervención en
el Congreso Mariológico Internacional, el especialista explicó asimismo que “un
exorcismo no es algo mágico”, sino que forma parte de la “pastoral de consuelo
y de acompañamiento” a personas que sufren males.
Se trata de “una ayuda, un
sacramental para crecer en la vida cristiana”, por lo que “es fundamental el
acompañamiento espiritual” y la inserción en una comunidad. Esto es
“especialmente importante, porque el gran propósito del demonio es destruirnos
y su forma de hacerlo es aislándonos”.
Descartar un problema mental
Para poder discernir si un caso
está relacionado con una acción demoníaca o si se trata de un asunto
psiquiátrico o psicológico, los exorcistas realizan en primer lugar una
entrevista “para conocer la vida y la historia” de la persona.
“El discernimiento se hace
siempre buscando una explicación natural, una extraordinaria. Después
realizamos oraciones de liberación, para comprobar si hay un mal espiritual
observando sus reacciones”, refirió el P. Toraño.
Algunas de estas reacciones pueden
ser equívocas, por lo que se consulta a psiquiatras o psicólogos, porque “si no
se tiene experiencia en este campo, uno puede fácilmente equivocarse viendo una
manifestación diabólica en algo que no lo es”.
La posesión
Para que se pueda hablar con propiedad
de una “posesión demoníaca”, el P. Toraño explicó que deben producirse
“reacciones físicas y aparecer otros elementos, como la aversión a objetos
religiosos, el rechazo al sacerdote, escupir, blasfemar…”.
En la posesión “la persona pierde
el control de su cuerpo, sometido al control despótico del diablo. En esos
instantes, la persona no es ella en sí misma, es el demonio que se mueve, habla
y mira a través de la persona; y es una mirada terrorífica”, puntualizó.
Por Nicolás de Cárdenas






