4 – Mayo. Jueves IV semana de Pascua
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Evangelio
según san Juan 13, 16-20
En verdad, en
verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que
lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en
práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido,
pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha
traicionado”. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando
suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a
quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha
enviado».
Comentario
"El que come mi pan levantó contra mí su talón". Jesús advierte a sus apóstoles que un amigo íntimo -sólo puede ser uno de ellos- le traicionará. Sin embargo, ante esa inesperada conmoción, no deben tener miedo. De hecho, esta traición, cuando se produzca, será una señal para ellos, para que "creáis que yo soy": la frase "yo soy" es una afirmación velada de su divinidad. Así que el acontecimiento confirmará a los apóstoles en su fe. Se les pide que se aferren a su creencia en Él como Hijo de Dios, incluso cuando lo vean crucificado en la Cruz.
Sabemos que los apóstoles huyeron, pero habrían
recordado de antemano la advertencia de Nuestro Señor, y aunque sin duda
estaban muy sacudidos, se habían reunido de nuevo como grupo en el momento de
la Resurrección.
En la vida nos
encontramos con muchas sorpresas, y algunas de ellas no las esperamos. Incluso
podemos sufrir un revés que parece desastroso. Pero este descalabro no debe
desconcertarnos; "no es el siervo más que su señor", dice Jesús, y
ciertamente esas decepciones también nos ocurrirán a nosotros. Cada vez que la
Cruz aparece en nuestra vida, debemos recordar las palabras de Nuestro Señor y
reafirmar nuestra fe como discípulos suyos. Incluso podemos identificarnos con
Él cuando somos defraudados por otros.
Inmediatamente
antes de este episodio, Jesús había lavado los pies de sus discípulos, una
tarea muy servicial, pero que solo realizaban los siervos en aquella época.
También había ordenado que los apóstoles se sirvieran siempre unos a otros como
le habían visto hacer. Hay que tratar de imaginar a Jesús arrodillado y tomando
con cariño el talón del pie de Judas para lavarlo. Entonces las palabras del Salmo
citado por Nuestro Señor, "el que de mi pan comía, alzó contra mí el
calcañar" (Sal 41,9), adquieren un significado adicional más allá de lo
metafórico. Es otra prueba y recordatorio de que nada queda fuera de los planes
de Dios. Jesús sabía desde el principio lo que iba a suceder, y que era para la
realización de nuestra salvación. Pase lo que pase en nuestras vidas, podemos
estar seguros de que Dios convertirá todas las cosas en algo bueno para los que
le aman (cf. Rm 8,28).
Fuente: Opus
Dei






