Son sobre la conversión al catolicismo y sobre su secreto de vida
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Gilbert
Keith Chesterton (1874-1936) está de vuelta, Quizá, desde su muerte, nunca se
ha ido. Pero ahora que tantas sombras se agitan sobre el catolicismo
–imaginarias y reales—su relectura es importante para quien desee ocupar su
tiempo en una fe alegre, crítica, cargada de ironías ejemplares y de hallazgos
trascendentes en el mundo cotidiano.
Es un pequeño libro de textos seleccionados por José Ramón Ayllón,
Tres consejeros: Aristóteles, Confucio y Chesterton, éste señala que la
biografía de Chesterton «está marcada –sobre todo—por su conversión al
catolicismo, un hecho que causó estupor en los ambientes
intelectuales de una Inglaterra medio anglicana y medio agnóstica».
Ayllón, en la pequeña selección de textos que propone como
«consejos» de Chesterton, especialmente dirigidos a los católicos solemnes y
«de libro» señala que si bien la intención del autor de ese gran libro que
llamó Ortodoxia,
o de las biografías de Santo Tomás de Aquino o de San Francisco de Asís, no es
dar consejos, «cualquier lector aprecia que se trata de un consejero de lujo,
pues sus páginas rebosan vida, sabiduría, sentido común y originalidad».
De las 15 frases seleccionadas por Ayllón bajo el tema «Mi
conversión», he elegido las cinco ideas de Chesterton que me parecen más
importantes, sobre todo para los católicos que siempre estamos buscando razones
para fundamentar nuestra esperanza, en medio de un mundo mitad indiferente y
mitad descreído.
1. Cuando la gente me pregunta por qué abracé la Iglesia de Roma,
la respuesta fundamental es: «Para librarme de mis pecados», pues no existe
ninguna religión que ofrezca realmente ese perdón
2. No
me importa que los escépticos digan que todo esto es un cuento chino, mientras
no me expliquen cómo una construcción tan frágil permanece en pie tanto tiempo,
y como ha llegado a ser el hogar de tantos hombres
3. Al
examinar la idea de que el cristianismo pertenece a épocas de oscuridad, me
puse a leer algo de Historia. Y la Historia me convenció de algo muy distinto:
que el cristianismo fue el único camino de luz en las edades oscuras, como un
luminoso puente tendido sobre ellas entre dos épocas luminosas
4. Cuando
un católico se confiesa, vuelve realmente a entrar en el amanecer de su propio
nacimiento. En ese oscuro rincón y en ese breve ritual, Dios ha vuelto a
crearle a su propia imagen. Sus muchos años ya no pueden asustarle. Podría
estar canoso y achacoso, pero solo tiene cinco minutos de edad
5. La
Iglesia no se justifica porque sus hijos no pecan, sino porque son pecadores
La sabiduría de Chesterton sobre la conversión al catolicismo
puede resumirse en aquella fabulosa imagen que solamente el catolicismo pudo
esculpir en su corazón (y que solamente el catolicismo puede esculpir en los
corazones enamorados de Jesús): «El secreto de la vida está en la risa y en la
humildad».
Jaime Septién
Fuente: Aleteia