El español Álvaro Martínez, nuevo presidente mundial de Cursillos de Cristiandad, resalta la riqueza de los movimientos laicales y advierte del riesgo de «ir cada uno por nuestra cuenta»
El nuevo presidente mundial de Cursillos de Cristiandad. Foto cedida por Álvaro Martínez |
«¿A Roma yo? No, qué susto»,
exclama con humor al otro lado del teléfono Álvaro Martínez tras ser preguntado
por su nueva responsabilidad al frente del movimiento de Cursillos de
Cristiandad, del que acaba ser elegido presidente a nivel mundial.
Para este profesor de Veterinaria
de la Universidad de Córdoba, experto en parásitos de los rumiantes, el nuevo
cargo no le va a suponer un cambio de residencia, «pero me va a exigir viajar
más y estar más pendiente del movimiento en otras partes del mundo», afirma.
Padre de «cuatro hijos ya mayores», Martínez viene «de una familia comprometida
y eso es lo que he tratado de llevar a mi vida y a la de los míos».
El nuevo presidente mundial
de Cursillos
de Cristiandad conoció el movimiento ya en su etapa de estudiante
universitario. «Su espiritualidad me permitió personalizar mi fe y descubrir
una forma de vivirla alegre, normalísima y cotidiana», asegura. Al cabo de unos
años se incorporó a la escuela de dirigentes de Córdoba, para pasar después a
ser presidente del secretariado diocesano y luego ocuparse en tareas a nivel
nacional. Llegó a ser presidente de Cursillos en España y posteriormente de
Europa. «Haber pasado por tantos sitios y no haber llegado de fuera me permite
tener una visión más amplia de la realidad y me da una perspectiva muy rica del
movimiento», señala.
Al contrario de lo que se pudiera
pensar, su tarea no será tanto ejecutiva como de «coordinación del movimiento
en todo el mundo». Esto supone un planteamiento «de carácter subsidiario», en
el que los organismos nacionales y diocesanos de los diferentes países «han de
tener vida propia e iniciativa. Es decir, no se trata de marcar desde arriba la
marcha de Cursillos en el mundo, sino de ayudar al movimiento y expandirlo allí
donde no exista».
En este sentido, tres son las
líneas de actuación en las que se mueve Cursillos de Cristiandad desde hace
años. La primera es la unidad, el objetivo de «conseguir que el movimiento en
todo el mundo tenga clara su identidad y permanezca unido en la diversidad que
supone estar en más de 60 países de todos los continentes, cada cual con sus
realidades sociales y humanas». La segunda es la eclesialidad, porque Cursillos
«es un movimiento que respira por donde respiran la Iglesia, el Papa y el
Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Y también en comunión con la
Iglesia local, para no ser algo extraño en la diócesis». Álvaro Martínez tira
de su experiencia para subrayar la «riqueza» de los movimientos laicales, pero
también «el riesgo de atomizarnos e ir cada uno por nuestra cuenta». Al
contrario, «los movimientos somos Iglesia y tenemos que caminar unidos». Por
último, Cursillos de Cristiandad trabaja en el desafío de «responder a la
realidad de hoy, a este cambio de época que dice el Papa Francisco». Así,
«están llegando personas en situaciones muy diversas, a veces en condiciones
muy difíciles y dolientes. Son personas que vienen de muy lejos y necesitan un
lenguaje que puedan entender».
¿Tantos años de solera no suponen
un desgaste a la hora de afrontar este desafío? «Nosotros queremos conservar lo
esencial y la inspiración original, pero esa fidelidad debe ser creativa»,
responde. «El esqueleto es el mismo, el fin de semana sigue siendo válido y es
lo suficientemente sencillo para que se pueda adaptar según las circunstancias.
Pero Cursillos de Cristiandad no son solo esos tres días; hay un proceso de
acompañamiento que continúa después con las ultreyas y los grupos».
Los destinatarios siguen siendo
los mismos: aquellos que no han tenido experiencia de encontrarse con el Señor.
«Eso no cambia y ha sido así desde que nació Cursillos. Fundamentalmente somos
un instrumento de primer anuncio para buscar a aquellos que no están con
nosotros en la Iglesia».
Hasta lugares insospechados
Este latido expansivo de
Cursillos de Cristiandad le ha hecho llegar ya a 50 países de todo el mundo.
«La realidad más rica es la de Latinoamérica, donde el movimiento se ha
desarrollado con una vitalidad enorme», afirma el presidente mundial del
movimiento. En Estados Unidos también se ha desarrollado con fuerza, así como
en África, «incluso en países con una situación complicada para los cristianos,
como es el caso de Nigeria». Hay asimismo un núcleo muy activo en naciones de
Asia como Taiwán, Filipinas, Vietnam y, sobre todo, Corea del Sur, «donde
tenemos listas de espera para participar de varios meses».
En el continente europeo no
existe la misma vitalidad «porque la sociedad está más envejecida, es más
escéptica y está más cansada y secularizada». Sin embargo, hay un resurgir en
lugares insospechados, como pueden ser Polonia, Bielorrusia e incluso Ucrania.
«A pesar de la guerra, siguen reuniéndose y trabajando, sobre todo en la zona
de Leópolis, donde ahora mismo están preparando un cursillo para dentro de un
mes», cuenta Álvaro Martínez. «Se sigue apuntando gente joven, y es conmovedor
ver su alegría y su entusiasmo. Cuando hablamos con ellos nos dicen: “¿Cómo
vamos a dejar de hacer cursillos ahora, que es cuando más nos hace falta? Necesitamos
al Señor más que nunca”».
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega