El Cardenal Robert Sarah, prefecto emérito del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, aseguró que “el sacerdocio es único”, y advirtió que “ningún concilio” ni “ningún sínodo” puede “inventar un sacerdocio femenino”
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Cardenal Robert Sarah en la Basílica de Guadalupe. Crédito: Juan Carlos Ibarra |
El Cardenal Robert Sarah,
prefecto emérito del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos, aseguró que “el sacerdocio es único”, y advirtió que “ningún
concilio” ni “ningún sínodo” puede “inventar un sacerdocio femenino”.
En su conferencia sobre el
sacerdocio, titulada “Servidores alegres del Evangelio” y pronunciada el lunes
3 de julio en el Seminario Conciliar de la Ciudad de México, el Purpurado
aseguró que nadie “tiene el poder de transformar este don divino para adaptarlo
y reducir su valor trascendente al ámbito cultural y ambiental”.
“Ningún concilio, ningún sínodo,
ninguna autoridad eclesiástica posee el poder de inventar un sacerdocio
femenino… sin dañar gravemente la perenne fisonomía del presbítero, su
identidad sacramental, dentro de la renovada visión eclesiológica de la
Iglesia, misterio, comunión y misión”.
En ese sentido el Cardenal Sarah
subrayó que “la fe católica profesa que el sacramento del Orden, instituido por
Cristo Señor, es uno, es idéntico para la Iglesia universal. Para Jesús no
existe un sacerdocio africano, germano, amazónico o europeo. El sacerdocio es
único, es idéntico para la Iglesia universal”.
“Sería pecado” desperdiciar el
don del sacerdocio
En su conferencia el prefecto
emérito del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
reflexionó asimismo sobre el “ser sacerdote” y destacó que “el sacerdocio es un
gran, gran misterio, un don tan grande que sería pecado desperdiciarlo”.
“Es un don divino que debe ser
recibido, entendido y vivido, y desde siempre la Iglesia busca comprender y
profundizar en el ser propio y real del presbítero, como hombre bautizado,
llamado a ser un alter Christus, otro Cristo, más aún un ipse
Christus, Cristo mismo, a representarlo, a conformarse a Él, a ser configurado
y mediado en Cristo con la ordenación sacerdotal”.
Para el Cardenal Sarah, “el
sacerdote es un hombre de Dios que está día y noche en la presencia de Dios
para glorificarlo, para adorarlo. El sacerdote es un hombre inmolado en
sacrificio para prolongar el sacrificio de Cristo para la salvación del mundo”.
“Un hombre de oración”
El Purpurado indicó luego que la
“primera tarea” de los presbíteros “es orar, porque el sacerdote es un hombre
de oración: comienza su día con el Oficio de Lectura y termina su día con el
Oficio”.
“Un sacerdote que no ora está por
morir. Una Iglesia que no ora es una Iglesia muerta”, advirtió.
Sobre la falta de vocaciones
sacerdotales, animó a “rezar”, pues “no es que seamos pocos. Cristo ordenó a
doce para todo el mundo. ¿Hoy cuántos somos los sacerdotes? Somos cerca de
400.000 sacerdotes en el mundo. Somos demasiados”.
“El Papa Gregorio Magno, en el siglo VII, decía que somos demasiados sacerdotes. Muchos han aceptado el sacerdocio, pero no hacen el trabajo del sacerdote”, indicó.
“Entonces, para responder,
debemos rezar. Pedir que envíe obreros a su mies, rezar. Y mostrar que somos
felices los sacerdotes, porque si los jóvenes ven que estamos tristes, no
atraeremos a nadie”.
“Tenemos que ser felices, incluso
si sufrimos”, concluyó.
Por Ana Paula Morales
Fuente: ACI Prensa