El Papa instó a “reavivar el deseo de buscar, encontrar y abrazar a Jesús, quien cambia nuestras vidas”
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El Papa Francisco saluda a los fieles durante el Ángelus del domingo (Imagen referencial). Crédito: Vatican Media |
En el Ángelus de este domingo 30
de julio, el Papa Francisco meditó sobre la parábola del negociante que busca
una 'perla de gran valor’ e invitó a evitar la mediocridad y la rutina,
cultivando sueños de bien y buscando la novedad del Señor, quien siempre trae
cambios y renueva la vida.
“¿Estoy en pensión espiritual?
¿Cuántos jóvenes se jubilan?”, cuestionó el Papa Francisco en vísperas de
la celebración de la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Lisboa
(Portugal) que está prevista del 1 al 6 de agosto.
En este contexto, el Papa instó a
“reavivar el deseo de buscar, encontrar y abrazar a Jesús, quien cambia
nuestras vidas”.
“Él es la perla preciosa de la
vida” y “vale la pena invertirlo todo en Él, porque, cuando uno encuentra a
Cristo, la vida cambia”, afirmó el Santo Padre desde la ventana del estudio del
Palacio Apostólico Vaticano al comentar el Evangelio del XVII Domingo del
Tiempo Ordinario que cuenta la parábola de un negociante en busca de perlas
preciosas (Mt 13,46).
Buscar la perla
El Papa subrayó el primer gesto
del negociante: Buscar. “Se trata de un negociante emprendedor, que no se queda
quieto, sino que sale de su casa y se pone a buscar perlas preciosas. No dice:
‘Las que tengo son suficientes’, sino que busca otras más bellas”.
“Y esto —señaló el Papa— es una
invitación para que no nos encerremos en la costumbre, en la mediocridad de los
que se contentan, sino que reavivemos el deseo: a cultivar los sueños de bien,
a buscar la novedad del Señor, porque el Señor no es repetitivo, siempre trae
novedad, siempre hace nuevas las realidades de la vida (cf. Ap 21,5)”.
El Pontífice se detuvo en su
meditación en los “gestos de este negociante, que primero busca, luego
encuentra y finalmente compra la perla preciosa”.
Encontrar la perla
A continuación, explicó el
segundo gesto del negociante: Encontrar. “Es una persona astuta que ‘tiene ojo’
y sabe reconocer una perla de gran valor. No es fácil. Pensemos, por ejemplo,
en los fascinantes bazares orientales, donde los puestos, repletos de
mercancías, se abarrotan a lo largo de las paredes de las calles llenas de
gente; o en algunos de los puestos que se ven en muchas ciudades, repletos de
libros y objetos diversos”, anotó el Obispo de Roma ante los fieles y los
peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.
“A veces—continuó el Papa—, en
estos mercados, si uno se detiene a mirar con atención, puede descubrir
tesoros: cosas preciosas, volúmenes raros que, mezclados con todo lo demás, uno
no advierte a primera vista. Pero el comerciante de la parábola tiene buen ojo
y sabe encontrar, ‘discernir’ la perla”.
Acto seguido, indicó que esto
también es una lección para nosotros: “Cada día, en casa, en la calle, en el
trabajo, e incluso en vacaciones, tenemos la oportunidad de vislumbrar el bien.
Y es importante saber encontrar lo que importa: entrenarnos para reconocer las
gemas preciosas de la vida y distinguirlas de las baratijas”.
“No perdamos tiempo y libertad en cosas triviales, pasatiempos que nos dejan vacíos por dentro, mientras la vida nos ofrece cada día la perla preciosa del encuentro con Dios y con los demás”, agregó.
Comprar la perla
El Papa subrayó el último gesto
del comerciante: Comprar la perla. “Al darse cuenta de su inmenso valor, lo
vende todo, sacrifica todos sus bienes para tenerla. Cambia radicalmente el
inventario de su almacén; no queda nada más que esa perla: es su única riqueza,
el sentido de su presente y de su futuro”.
Entonces, enfatizó que esto
también es una invitación para nosotros. “Pero, ¿cuál es esa perla por la que
se puede renunciar a todo, de la que nos habla el Señor? Es Él mismo, ¡Jesús!
Él es la perla preciosa de la vida, que hay que buscar, encontrar y poseer.
Vale la pena invertirlo todo en Él, porque, cuando uno encuentra a Cristo, la
vida cambia”.
Al final, el Papa retomó los tres
gestos del comerciante -buscar, encontrar, comprar- e instó a preguntarse:
“Buscar: ¿estoy, en mi vida, buscando? ¿Me siento bien, realizado, contento, o
entreno mi deseo de bien? ¿Estoy en pensión espiritual? ¿Cuántos jóvenes
se jubilan?”. En segundo lugar, encontrar: "¿me entreno en discernir
lo que es bueno y viene de Dios, sabiendo renunciar a lo que me deja poco o
nada?”.
Por último, indicó: “Comprar: ¿sé
dedicar mi energía a Jesús? ¿Está Él en primer lugar para mí, es Él el mayor
bien de la vida? Sería bonito decirle hoy: “Jesús, Tú eres mi mayor bien”. “Que
María nos ayude a buscar, encontrar y abrazar a Jesús con todo nuestro ser”,
concluyó.
Por Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente: ACI Prensa