15 – Julio. San Buenaventura, obispo y doctor de la Iglesia
![]() |
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 10,
24-33
Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo.
Si al dueño de casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.
A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me
declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega
ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos.
Comentario
En este pasaje, Jesús nos habla
de nuestros miedos. “No tengáis miedo” de proclamar el Evangelio. Nos llama a
no ser cristianos en la oscuridad, sino cristianos a plena luz. Hoy día, existe
el peligro de reducir la fe al ámbito privado, a pensar que mi fe la practico por
mi cuenta, desvinculada de mi relación con los demás. La sociedad moderna nos
presiona para que no difundamos el Evangelio, que lo mantengamos en nuestro
fuero interno. Tenemos el peligro de convertirnos en cristianos de puertas
adentro, de que nuestra vida cristiana no se vea reflejada en nuestra vida
social y profesional. Jesús, en cambio, nos muestra un camino muy diverso “Lo
que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz”. Nos llama a ser
testigos suyos en el mundo, a llevar su mensaje a todos los lugares de la
tierra. A dar luz a los hombres, a llevar a Cristo en medio de todas nuestras
circunstancias ordinarias del día a día, a todas las personas que nos rodean.
Otro de nuestros miedos, es el
miedo a las personas que pretenden arrinconarnos a los cristianos. “No temáis a
los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Los dueños de nuestra
alma somos nosotros mismos, gobernamos nuestra propia vida, nuestro propio
camino. Tan solo, debemos temer a los que buscan que caigamos en el pecado.
Jesús nos da la clave para
superar nuestros miedos: el valor de ser hijos de Dios. No solo somos valiosos
por ser imagen y semejanza de Dios, sino que Él nos ha hecho Sus hijos. Y al
ser hijos, somos amados de forma absoluta por Dios. Queridos no por lo que
hacemos, ni por cómo lo hacemos, sino por lo que somos: hijos amadísimos de
Dios.
Esa confianza con nuestro Padre
Dios, nos hace capaces de llevar a la oración con Dios todas nuestras
realidades: nuestras fatigas, nuestros sufrimientos, nuestro compromiso
cotidiano por ser cristianos. Todas nuestras actividades ordinarias son
importantes para Dios “hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos
contados”. Con esa cercanía de un hijo con Su Padre, los miedos desaparecen.
Esa certeza de ser amados nos lleva a ser capaces de dar testimonio de Jesús en
el mundo.
Pablo Erdozain
Fuente: Opus Dei