Cómo llegar a ver esos ratos como dice el himno: «¡Ah, dulce hora de la oración!»
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¿Cómo no consagrar, por encima de todo, unos minutos al día a abrir nuestro corazón a quien más nos ama? |
¿Amas tu rato de oración o no lo amas? ¿Cuál es tu experiencia?
Monseñor Charles Pope, sacerdote de la diócesis de Washington y uno de
los creadores de opinión más influyentes del catolicismo estadounidense, aborda en uno de sus posts un problema muy común para numerosos creyentes: las dificultades en la oración.
"¿Qué piensas de la oración?", comienza preguntándonos
Pope: "¿Es una cosa más que 'tienes que hacer' entre otras muchas cosas de
tu lista? ¿O es un momento en el que 'dejas de hacer' cosas? ¿Una obligación que
lamentas o un descanso que disfrutas?".
La respuesta va implícita en la pregunta, y es la sustancia de su
reflexión, en la que quiere ayudarnos a afrontar los problemas más habituales a
la hora de rezar: aburrimiento,
distracción, monotonía...
La dureza ya es la oración
Y es que hay que reconocer con honestidad que rezar es
"duro", dice: "Encontrarse con Dios en el silencio y sin verle
es algo extraño, chocante, desafiante" para el carácter sensorial de
nuestra naturaleza. Por eso se usan iconos o imágenes, libros de oraciones, o
se acude al Santísimo Sacramento: "Pero, en última instancia, los ojos de la carne no pueden
ver, solo pueden hacerlo los ojos del corazón, los ojos de la fe. Y esto no
solo es difícil, sino que resulta odioso para nuestra carne (nuestra naturaleza
pecadora), que quiere ver y oír en su lenguaje".
Monseñor Pope propone un consejo a quienes le dicen que rezar es
duro: "¡Ésa es
entonces tu oración! Dile
a Dios que te aburres soberanamente cuando rezas. Dile que harías cualquier
otra cosa antes que rezarle. Dile que cuando te llega la hora de rezar, o
cuando algún sacerdote chiflado te recuerda que tienes que rezar, tu corazón se
hunde y lo postergas una y otra vez. Dile a Dios que odias rezar... ¿y sabes lo
que estarás haciendo cuando le digas todo esto? ¡Estarás rezando!"
Sinceridad ante todo
Algunos le responden que no pueden hablarle a Dios así. "¿Y
por qué no?, les contesto", argumenta: "Dios ya sabes que eso es lo que sientes. Es una tontería
sentarte delante de Dios con una máscara a través de la cual Él puede verte.
Cinco minutos de oración sincera valen más que dos horas de oración retórica
sobre temas que no nos dicen nada. Reza con honestidad: háblale a Dios de lo
que te pasa realmente".
Pope cita como ejemplo el libro de los Salmos, la oración bíblica por excelencia: "Fíjate
en qué sencillos son. Cualquier
emoción, cualquier experiencia forma parte del almacén de sus oraciones:
alegría, serenidad, victoria, agradecimiento, petición, ira (¡incluso ira
contra Dios!), rabia, venganza, desencanto, pérdida, dolor, miedo,
desesperación".
Hay salmos, recuerda, que incluso hablan de hacer daño o matar a
nuestros enemigos, pero es que "esos son sentimientos que tenemos de vez
en cuando y Dios quiere que le hablemos de ellos. Si los salmos son una guía de
oración (y lo son), entonces es que Dios quiere que le hablemos de todo, incluso de las cosas
más oscuras y pecaminosas. Rezar es hablar con Dios. Pero tiene que ser una
conversación honesta".
El descanso del día
"Y algo empieza a suceder cuando realmente somos honestos en
la oración: poco a poco, se hace más importante para nosotros e incluso empieza
a gustarnos un poco", explica: "Poco a poco la oración se convierte
no tanto en una cosa más que hacer, como en el descanso de todo lo que hacemos. Un momento para
descansar, respirar, suspirar, para sentirnos refrescados por el sencillo acto
de ser sinceros con
Alguien que nos ama y en cuyo amor estamos creciendo... Es la libertad
de ser sinceros, de descansar de llevar máscaras, de ser aliviados de la
ansiedad sobre lo que los demás piensan o esperan de nosotros. Es un aliento de verdad, un
descanso ante las exigencias contradictorias de nuestro engañoso mundo".
Publicado en ReL el 11 de agosto de
2018.
C. L.
Fuente: Religión en Libertad