Primero ha confesado a varios jóvenes y más tarde ha visitado una parroquia en un barrio complicado de Lisboa para conocer varias obras de caridad. «¿Le tengo asco a la pobreza, a la pobreza de los demás?», ha preguntado
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| El Papa comenta entre risas que "le han fallado los reflectors" y tiene que dejar de leer su dicscurso porque no ve. Foto: CNS Photo/ Lola Gómez |
Francisco ha comenzado este viernes con energía. Como hizo ayer, ha
recibido invitados en la Nunciatura antes de sus compromisos oficiales. Ha
recibido a Edna, de 17 años. La joven había enviado una carta al Papa porque
padece una enfermedad terminal. Le decía que le hubiera gustado participar en
la JMJ como otros chicos de su edad. Francisco, en aquél momento, le respondió
con un vídeo: «Te acompaño en este viaje que estás haciendo. Te acompaño y sé
que vas a ser bien recibida. Te acompaño rezando por ti, rezando contigo, y
mirando a Jesús, que siempre nos espera». El Papa le mandaba una bendición en
ese vídeo. Esta mañana ha podido dársela en persona.
La otra invitada de Francisco tiene 99 años más que Edna, en concreto 106.
Maria da Conceição Brito Mendonça nació el 13 de mayo de 1917, el mismo día en
que la Vírgen de Fátima se apareció a los tres pastorcillos en Cova de Iria. La
emoción podía verse claramente en el rostro de la anciana mientras el Pontífice
la bendecía.
La primera cita de Francisco ha sido con el sacramento de la reconciliación
en el Campo del Perdón. Allí hay 150 confesionarios trabajando a pleno
rendimiento horas y horas. Estos días se pedía la presencia de más sacerdotes
porque se sucedían los jóvenes que deseaban confesarse. Los confesionarios han
sido construidos por presos de distintas penitenciarias de todo el país como
parte de su proceso de reinserción. El Papa ha confesado a varios jóvenes,
entre ellos, Francisco, un español de 21 años.
Después ha partido hacia el barrio Serafina que se considera marginal y
hasta peligroso donde la parroquia y el Centro Parroquial San Vicente de Paúl
son como un faro en el mar embravecido. Ha sido recibido cariñosamente por las
asociaciones y voluntarios que alberga el centro parroquial, como una
asociación que acompaña a familias con hijos con cáncer o un hogar de acogida
para niños vulnerables. El Papa ha escuchado atentamente la descripción del
trabajo que realizan. Mención especial merece el presidente portugués que
también ha acudido a este evento y ha estado presente en todas las citas del
Pontífice en Portugal hasta ahora.
Francisco ha comenzado a leer el discurso que tenía preparado en el que
destaca que «la caridad es el origen y meta del camino cristiano» y que ellos
representan «el amor en acción». También ha explicado que «no debemos
dejarnos definir por la enfermedad, o por los problemas, porque no
somos una enfermedad o un problema. Cada uno de nosotros es un don, es un
regalo, un don único —con sus límites—, un don valioso y sagrado para
Dios, para la comunidad cristiana y para la comunidad humana».
Llevaba poco de su discurso leído cuando ha tenido que detenerse y, con
naturalidad, ha explicado que no veía bien: «Son muchas las cosas que quisiera
decirles ahora pero sucede que no me están funcionando los reflectores. Y no
puedo leer bien. Se lo voy a dar para que lo hagan público después. No forzar
la vista y leer mal, eso no se puede hacer».
Pero no por ello se ha detenido. Ha improvisado unas palabras sobre la
necesidad de que el amor sea concreto, «porque el amor concreto es ese que se
ensucia las manos». Ha preguntado si al dar la mano a una persona pobre o
enferma retiramos la mano rápido «para que no se me contagie» y ha hecho una
dura pregunta para la reflexión: «¿Le tengo asco a la pobreza, a la pobreza de
los demás?».
«Si se desaniman, tomen un vaso de agua y sigan para adelante»
Francisco ha insistido en que la «vida destilada» no deja ningún poso,
mientras que las realidades que le han descrito en Serafina sí dejan una huella
«que es de inspiración en los demás» y «no podría existir una Jornada Mundial
de la Juventud sin tener en cuenta esta realidad». Ha asegurado a estos
voluntarios que su trabajo está impregnado de juventud «en el sentido de que
generan vida nueva continuamente». Por ello, les ha dado las gracias
encarecidamente y además les ha dejado un simpático consejo: «Sigan para
delante y no se desanimen y si se desaniman, tomen un vaso de agua y sigan para
adelante».
A continuación han rezado todos juntos el Padrenuestro y Francisco ha
empezado a prodigar saludos y bendiciones entre todos los asistentes, desde
bebés hasta ancianos. De hecho, el Papa ha querido atravesar el templo desde
donde muchas otras personas presenciaban el encuentro. Y se ha detenido
especialmente con los ancianos, algunos beneficiarios de las obras de caridad de
esta parroquia y algunos también voluntarios activos. Les ha saludado uno por
uno antes de volver a la Nunciatura donde almorzará con diez jóvenes de
distintas partes del mundo.
Ángeles Conde Mir
Fuente: Alfa y Omega






