En este artículo, vamos a conocer
algunos de los hábitos y las órdenes contemplativas más importantes de la
Iglesia Católica, así como su origen y misión
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Julian Kumar | GODONG |
La vida religiosa es una forma de
seguimiento de Cristo que implica la consagración total a Dios y la entrega al
servicio de los demás. Dentro de la vida religiosa, existen diversas formas de
expresar esta vocación, según el carisma y la misión de cada instituto o
congregación.
Una de las formas es la vida
contemplativa, que se caracteriza por la búsqueda de Dios en el silencio, la
oración y el trabajo, en comunión con los hermanos o hermanas que comparten el
mismo ideal.
Los religiosos y religiosas
contemplativos viven en monasterios o conventos, donde siguen una regla de vida
que les ayuda a orientar su existencia hacia Dios. Además, llevan un hábito
distintivo, que es una vestimenta externa que simboliza su consagración y su
pertenencia a una determinada familia religiosa. El hábito suele estar
compuesto por varias piezas, como el escapulario, el velo, el cordón o el
cordón, que tienen un significado espiritual y una historia particular.
En este artículo vamos a conocer
algunos de los hábitos y las órdenes contemplativas más importantes de la
Iglesia católica, así como su origen y misión.
Benedictinos
Los benedictinos son los
seguidores de San Benito de Nursia, el padre del monaquismo occidental, que
vivió en el siglo VI. San Benito escribió una regla para sus monjes, basada en el
equilibrio entre la oración y el trabajo (ora et labora), y en la obediencia al
abad, que es el padre espiritual de la comunidad. Los benedictinos se dedican a
la alabanza de Dios en la liturgia, al estudio de las Sagradas Escrituras y a
diversas actividades culturales y sociales.
El hábito benedictino está
formado por una túnica negra con capucha (cuculla), que simboliza la renuncia
al mundo y la penitencia; un escapulario negro, que es una pieza rectangular de
tela que cuelga delante y detrás del cuerpo, y que representa la cruz de
Cristo; un cinturón o cordón, que significa la castidad y la obediencia; y un
rosario, que es un signo de devoción a la Virgen María. Los benedictinos
también llevan un anillo en el dedo anular derecho, que expresa su fidelidad a
Dios y a su orden.
Cistercienses
Los cistercienses son una reforma
de los benedictinos, iniciada por San Roberto de Molesmes en el siglo XI. Los
cistercienses buscaban recuperar la pureza original de la regla benedictina, viviendo
en mayor pobreza, austeridad y soledad. Los cistercienses se distinguen por su
amor a la naturaleza, su trabajo manual y su canto gregoriano.
El hábito cisterciense está
compuesto por una túnica blanca con capucha (cuculla), que simboliza la pureza
y la santidad; un escapulario blanco o negro, según las distintas ramas de la
orden; un cinturón o cordón blanco o negro; y un rosario. Los cistercienses
también llevan un anillo en el dedo anular derecho.
Dentro de los cistercienses, hay
una rama más estricta llamada trapenses, que se originó en el siglo XVII en la
abadía de La Trapa, en Francia. Los trapenses se caracterizan por su silencio
casi absoluto, su trabajo agrícola y su oración nocturna.
Cartujos
Los cartujos son los seguidores
de San Bruno de Colonia, que fundó la primera cartuja en el siglo XI en La
Grande Chartreuse, en los Alpes franceses. Los cartujos son los religiosos más solitarios
de la Iglesia Católica, ya que viven en celdas individuales donde oran,
estudian y trabajan. Solo se reúnen para celebrar la misa y el oficio divino en
la iglesia del monasterio, y para compartir una comida fraterna una vez por
semana.
El hábito cartujo está formado
por una túnica blanca con capucha (cuculla), que simboliza la pureza y la
gloria; un escapulario blanco, que representa la cruz de Cristo; un cinturón
blanco, que significa la castidad y la obediencia; y un rosario. Los cartujos
no llevan anillo, ya que consideran que su consagración es solo entre ellos y
Dios.
Carmelitas
Los carmelitas son los
descendientes espirituales de los ermitaños que vivían en el monte Carmelo, en
Tierra Santa, en el siglo XII. Los carmelitas se inspiran en el profeta Elías,
que fue un hombre de oración y de celo por Dios, y en la Virgen María, que es
la patrona y la modelo de su orden. Los carmelitas se dedican a la
contemplación y a la difusión de la devoción al escapulario del Carmen, que es
una prenda que les entregó la Virgen a San Simón Stock en el siglo XIII.
El hábito carmelita está formado
por una túnica marrón con capucha (cuculla), que simboliza la tierra y la
humildad; un escapulario marrón, que es una señal de protección de la Virgen
María; un manto blanco, que representa la pureza y la inocencia; un cinturón o
cordón blanco o marrón, que significa la castidad y la obediencia; y un
rosario. Los carmelitas también llevan un anillo en el dedo anular derecho.
Dentro de los carmelitas, hay una
reforma más estricta llamada carmelitas descalzos, que fue iniciada por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz en el
siglo XVI en España. Los carmelitas descalzos se distinguen por su mayor
pobreza, austeridad y silencio, así como por su riqueza espiritual y mística.
Jerónimos
Los jerónimos son los seguidores
de San Jerónimo, el gran doctor de la Iglesia que tradujo la Biblia al latín (Vulgata) en
el siglo IV. Los jerónimos surgieron en el siglo XIV en España, como una
congregación de ermitaños que vivían bajo una regla inspirada en San Agustín.
Los jerónimos se dedicaban a la oración, al estudio de las Sagradas Escrituras
y a la hospitalidad.
El hábito jerónimo está formado
por una túnica blanca con capucha (cuculla), que simboliza la pureza y la
santidad; un escapulario blanco con una cruz roja bordada en el pecho, que
representa el amor a Cristo crucificado; un manto blanco con una cruz roja
bordada en el hombro izquierdo, que significa el seguimiento de Cristo; un
cinturón o cordón blanco o negro, que significa la castidad y la obediencia; y
un rosario. Los jerónimos también llevan un anillo en el dedo anular derecho.
Estas son algunas de las órdenes
contemplativas más conocidas de la Iglesia Católica, pero hay muchas más. Todas
ellas tienen en común el deseo de buscar a Dios con todo su corazón, con toda
su alma y con toda su mente, y de ofrecerle su vida como un sacrificio
agradable.
Los religiosos y religiosas
contemplativos son un tesoro para la Iglesia y para el mundo, pues con su
oración silenciosa sostienen a toda la humanidad. Por eso, merecen nuestro
respeto, nuestra gratitud y nuestra oración.
Matilde Latorre
Fuente: Aleteia