Ante la angustia vivida por miles de católicos que desean encontrar una solución rápida a sus problemas, ha crecido el interés por la consulta de medios distintos a la fe en Dios
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| Consultar adivinos va contra el primer mandamiento |
Todas las formas de adivinación
son una realidad que cuestiona a los creyentes que se declaran católicos.
Porque son cada vez más los fieles que consultan a videntes y adivinos, por
problemas personales, enfermedades, conflictos emocionales o por la simple
curiosidad acerca del futuro. Otros se preguntan si esas prácticas son
compatibles con su fe cristiana.
En el mundo postmoderno, las
consultas a mediums espiritistas, astrólogos, brujos, «parapsicólogos»,
chamanes, clarividentes, tarotistas, curanderos, y toda clase de mancias
(quiromancia, cartomancia, etc), han dejado de ser un tabú supersticioso que
convivía con la modernidad en forma discreta, para convertirse en algo
cotidiano, socialmente aceptado, con una creciente presencia en los medios de
comunicación.
Tanto en la TV, la radio e
internet, como en la educación, o en la familia, hoy no se distingue la
evidencia científica de la superstición, la creencia religiosa de la magia, la
fantasía de la realidad.
Y así tenemos personas que ven
documentales pretendidamente «científicos» sobre extraterrestres, espíritus que
habitan casas abandonadas o personas que ven el futuro, creyendo que todo eso
es verdad demostrada por la ciencia.
La falta de pensamiento
crítico y de una fe madura arrastra a muchos creyentes a permanecer en
creencias mágicas y a llenarse de miedos supersticiosos.
1. ¿LIBERTAD O DESTINO?
La creencia en la adivinación del
futuro niega en sentido estricto la libertad del ser humano. Aceptar que
alguien puede adivinar el futuro con certeza absoluta, es afirmar que hay un
destino del que no se puede escapar, y negaríamos la libertad en la que Dios
nos creó.
Cada persona es libre de
construir su propia historia. Aunque estemos condicionados por muchas
causas culturales, sociales, biológicas y psicológicas, seguimos siendo libres
de decidir lo que hacemos con nuestra vida.
Lo cierto es que muchos por
curiosidad o ansiedad, miedo o superstición, desearían saber de antemano su
futuro posible, como forma de querer controlarlo todo.
2. ¿SUPERSTICIÓN DENTRO DE LA
IGLESIA?
En este clima sociocultural en
que nos movemos, los cristianos se ven desafiados en su fe, por el pensamiento
mágico, que se filtra imperceptiblemente en la misma vivencia de la fe.
Esta realidad se hace evidente
cuando se presentan las verdades de la fe católica en modo infantil, mágico y
supersticioso; o cuando se usan rosarios, agua bendita y medallas, no como
sacramentales, sino como amuletos mágicos, que tienen poderes en sí
mismos, sin referencia a la fe en Dios.
O cuando se predica del demonio,
no desde la perspectiva católica, sino desde un dualismo maniqueo, donde
coexisten dos fuerzas iguales y antagónicas, sumergiendo a los creyentes en el
miedo y la superstición.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña:
«La superstición es la desviación
del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también
al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una
importancia, de algún modo mágica a ciertas prácticas, por otra parte,
legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las
oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones
interiores que exigen, es caer en la superstición» (2111).
Este tipo de mentalidad,
predispone a una mayor credulidad en toda clase de propuestas mágicas
y supersticiosas, cuando no, esotéricas y pretendidamente paranormales.
La falta de formación en la
propia fe y el ambiente cultural propicio al sincretismo y el relativismo
religioso, impide ver la incompatibilidad de estas creencias y prácticas con la
fe cristiana.
3. EL DISCERNIMIENTO: ¿CAUSAS
NATURALES O SOBRENATURALES?
La Iglesia católica, al igual que
la ciencia, sostiene un principio básico de prudencia y objetividad,
que ante un hecho extraordinario, no debe darse una respuesta de orden
metafísico, preternatural o sobrenatural, si puede ser explicado naturalmente.
Como en el caso de los
exorcismos, cuando se han agotado las posibilidades de explicaciones naturales
y de asistencia científica, se puede pensar en la posibilidad —no certeza— de
un orden no natural (J.M. Baamonde).
El mismo Ritual de exorcismos,
pide que el exorcista no realice el rito hasta haber realizado una exhaustiva
investigación, descartando enfermedades psicológicas, excesiva credulidad,
superstición, y toda clase de posibles situaciones confusas; sin por ello dejar
de asistir espiritualmente a las personas.
El Catecismo dice también:
«Es importante asegurarse, antes
de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del maligno y no de
una enfermedad» (1673).
La prudencia de la Iglesia para
pronunciarse ante fenómenos extraordinarios tiene sus razones ampliamente
difundidas y conocidas en los documentos magisteriales. El mismo criterio debe
aplicarse a todos los demás fenómenos supuestamente extraordinarios.
Aunque existan casos de
exorcistas, que por su opinión personal se alejen de la doctrina de la Iglesia,
hay que recordar que la fe de los católicos no se guía por opiniones
particulares, sino por el Magisterio de la Iglesia.
4. ¿Y EN EL CASO DE LOS ADIVINOS Y
VIDENTES?
En el caso de la adivinación,
está ampliamente demostrado que la mayoría de los supuestos videntes y
adivinos son un verdadero fraude, que utilizan técnicas ampliamente conocidas y
estudiadas por la psicología, para engañar y estafar a las personas que con
credulidad aceptan que les están adivinando su vida y su futuro.
Las conocidas profecías cumplidas
de astrólogos y videntes, son simplemente la asociación de acontecimientos
cotidianos con predicciones vagas del pasado, que al crédulo que confía en
ellos, le confirma que le adivinaron el futuro.
También es cierto que hay
algunos casos excepcionales, que no han sido explicados en su totalidad.
En casos extraordinarios, en que alguien pudiera adivinar algo del futuro de
una persona, no sería un destino inmodificable lo que ve, sino una
predicción posible.
No tiene sentido que un cristiano
consulte a una persona que diga tener ese «don», por las razones que el
catecismo explica con claridad.
Es un acto de infidelidad a
Dios, de falta de confianza en Él, y de idolatría, por poner fe en realidades
ajenas al único Dios vivo y verdadero.
Además, mediante estas prácticas
ocultistas, las personas abren su vida espiritual a una posible influencia
maligna. Sea por las razones que sea, la consulta a estos personajes, es
una opción contraria a la fe cristiana.
El afán de conocer el futuro, es
un deseo de control y una negación de la fe y la confianza en la providencia de
Dios. Además, el ocultismo esotérico y las diversas mancias, tienen una visión
del hombre, del cosmos y de la vida, que diverge radicalmente de las
concepciones judeocristianas contenidas en la Biblia.
Y si no son católicos los que
preguntan, también hay que ayudarlos a no dejarse estafar, a no
dejarse confundir, y especialmente a no caer en las redes del ocultismo y
la superstición, que nunca llevan a buen puerto.
Acercarse a la práctica del
espiritismo, la adivinación, y la consulta a supuestos videntes, es abrirle una
puerta al maligno y una forma segura de apartarse de la fe en Dios y por lo
tanto, de vivir en el miedo, la inseguridad y la falta de esperanza.
5. ¿QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA?
«Cuando hayas entrado en la
tierra que el Señor tu Dios te va a dar, no imites las abominaciones de
aquellos pueblos. Que nadie entre los tuyos sacrifique en el fuego a su hijo o
a su hija; que nadie practique la adivinación, la astrología, la hechicería o
la magia; que nadie consulte a las almas o a los espíritus, ni evoque a los
muertos. Quien hace estas cosas es detestable ante el Señor«. (Deuteronomio,
18,9-14)
6. ¿QUÉ ENSEÑA LA DOCTRINA DE LA
IGLESIA?
«Dios puede revelar el porvenir a
sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste
en entregarse con confianza en las manos de la Providencia en lo que se refiere
al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto…
Están en contradicción con el
honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.
Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende
domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder
sobrenatural sobre el prójimo —aunque sea para procurar la salud—, son
gravemente contrarias a la virtud de la religión… Llevar amuletos es también
reprensible...» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2115-2117).
7. EL FUTURO NO ESTÁ EN LAS
ESTRELLAS, SINO EN NUESTRAS MANOS
Mons. Jean Vernette, uno de los
mayores especialistas en estos temas, lo sintetiza de modo simple y claro:
«Dios no es un director de teatro
que ha fijado hasta el más mínimo detalle de todos nuestros pasos. No nos ha
fabricado un destino, trazado de antemano. Nos ha dado la libertad. Así que no
va a renegar de su obra, quitándonos con una mano lo que nos ha dado con la
otra. Sin embargo, ¿no es Él todopoderoso? Sí, pero todopoderoso por amor. No
al modo de un potentado que impone un itinerario prefijado, sino al modo de un
padre que propone una ruta porque es la felicidad auténtica y la de la plena
realización de uno mismo. Y no la impone nunca. Pues Dios y el hombre colaboran
el uno con el otro. La vida de cada persona es la confluencia de dos
libertades, la de Dios y la del ser humano, que obran juntas para construir un
destino único. Nadie tiene la llave de nuestro futuro. Nadie tiene su control.
El destino está enteramente en nuestras manos. Manos que, dicen los creyentes,
unidas a las de Dios, construyen hoy con plena libertad el presente, el mañana
y el porvenir».
Referencias
Miguel Pastorino
Fuente: Aleteia






