El llamado personal que Dios ha hecho con cada uno de nosotros nos debe arrancar una oración de adoración y agradecimiento por habernos elegido
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| P Deliss / GODONG | |
Durante el mensaje inaugural de
la pasada Jornada Mundial de la
Juventud que se llevó a cabo en Lisboa, Portugal, el Papa Francisco
dijo de manera contundente a los jóvenes que estaban reunidos: «es Jesús quien
los llamó». Para continuar con la tremenda frase: «ustedes no están aquí
por casualidad, el Señor los llamó, no solo en estos días sino desde el
comienzo de sus vidas, a todos nos llamó desde el comienzo de la vida», lo que
nos recuerda lo que dice el libro del profeta Jeremías: «Antes de formarte en
el vientre materno, yo te conocía» (Jer
1,5).
Fue dando forma al discurso
agregando: «has sido llamado por tu nombre… todos fuimos llamados por nuestro
nombre, no fuimos llamados automáticamente… Jesús me llamó por mi
nombre», y después vino la certeza: «¡ninguno de nosotros somos
cristianos por casualidad, todos fuimos llamados por nuestro nombre!» y cerró
esta afirmación comentando que «hemos sido llamados porque somos amados».
1. EL AMOR DE DIOS POR EL SER HUMANO
Ese hermoso pensamiento del Papa
a los jóvenes ha hecho temblar de emoción, no solo a los que pudieron estar en
Lisboa, sino a todos los que se dieron cuenta que esa realidad está presente
desde que Dios pensó en cada uno de nosotros, por eso, la realidad del amor de
Dios por sus hijos nos hace sentirnos especiales, pero sobre todo,
comprometidos, porque ser cristianos significa ser como Cristo y corresponder a
su amor.
El mismo Jesús dijo: «No son
ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los
destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero» (Jn
15,16). Es Cristo quien dio su vida libremente para que el mundo tuviera
vida. El Padre que nos ha amado desde toda la eternidad, envió a su Hijo
único con el propósito de rescatarnos de la muerte, ¿no basta ese enorme hecho
para desear corresponder a tan infinito amor?
Por eso, entender la elección que
Dios hizo con cada uno de nosotros, nos debe centrar en la perfección de la
vida y de todo lo que le acompaña, nos debe hacer respetarla y agradecer a cada
instante que Dios nos haya llamado a formar parte de su familia, en la Iglesia
que Cristo fundó, nos debe arrancar una oración de adoración y gratitud al
Señor porque, gracias a que se fijó en cada uno de nosotros, somos cristianos
católicos.
No te canses de agradecer a Dios,
recordando estas palabras: «No temas, porque yo te he redimido, te he llamado
por tu nombre, tú me perteneces» (Jer
43,1).
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia






