Francisco asegura que este oficio requiere requiere profesionalidad y dedicación, pero también "espíritu de acogida"
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Ecclesia |
Los farmacéuticos, les ha dicho
el Papa Francisco, son “esa mano cercana y tendida que a menudo, en el
ritmo frenético de hoy, no sólo reparte medicamentos, sino que transmite valor
y cercanía”. Así se lo ha dicho a los empleados de la Farmacia Vaticana a
los que ha recibido este lunes 18 de setiembre con motivo del 150 aniversario
de su fundación. Ser farmacéutico es un oficio que requiere
profesionalidad y dedicación, pero también “espíritu de acogida”.
Fue el Papa Pío IX
quien confió al superior general de la Orden Hospitalaria de San Juan de
Dios la tarea de crear una farmacia en el Vaticano, y el hermano Eusebio
Frommer, un religioso Fatebenefratelli, se confirmó como su primer
farmacéutico. Recorriendo la historia Francisco recordó también el
servicio de la Orden durante el Concilio Vaticano II, y destacó, del presente,
que la Farmacia se distingue no sólo por estar dedicada al servicio directo del
Sucesor de Pedro y de la Curia Romana, sino también por estar llamada a un
"suplemento de caridad", realizando un servicio que, además de la
venta de medicamentos, debe distinguirse por la atención a las personas más
frágiles y por el cuidado de los enfermos. "Se trata de un compromiso no
sólo con los empleados del Vaticano y los residentes en la Ciudad del Vaticano,
sino también con quienes necesitan medicamentos especiales, que a menudo son
difíciles de encontrar en otros lugares".
Una mano tendida que también transmite valor y cercanía
A los Fatebenefratelli, a los
colaboradores laicos, a los farmacéuticos y empleados, a los que trabajan en
los almacenes y a todos los que ayudan en esta labor, el Santo Padre expresó su
gratitud por la profesionalidad y dedicación, pero también por el espíritu de
acogida y la buena disposición con que llevan a cabo su tarea, que “a veces
requiere esfuerzo y -como ocurrió especialmente durante la pandemia- voluntad
de sacrificio”. "No es fácil para ustedes, y no es fácil en general para
los farmacéuticos, en quienes pienso en este momento y a quienes quisiera
dedicar un pensamiento. A ellos acuden tantas personas, sobre todo ancianos,
que a menudo, en el ritmo frenético de hoy, necesitan no sólo un medicamento,
sino también atención, una sonrisa, un oído, una palabra de consuelo. No
olviden esto: el apostolado del oído. Escuchar, escuchar… parece aburrido,
algunas veces, pero para la persona que habla es una caricia de Dios a través
de vosotros. Y los farmacéuticos son esa mano cercana y tendida, que no sólo reparte
medicamentos, sino que transmite valor y cercanía. Gracias a ustedes y a todos
los farmacéuticos por ello. La vuestra no es una profesión, es una misión".
“La paciencia es la prueba de
fuego del amor”
El Papa animó a todos a seguir
adelante “con generosidad”, tanto para que el servicio de la Farmacia vaticana
sea cada vez más eficaz y moderno, como para manifestar ese cuidado atento y
esa acogida solícita que son testimonio del Evangelio para todos con los que
entran en contacto. Antes de despedirse impartiéndoles su bendición, los alentó
a ser “pacientes” porque la paciencia “es la prueba de fuego del amor”, y les
dio un “pequeño consejo espiritual”: "De vez en cuando levantad los
ojos al Crucifijo, dirigiendo vuestra mirada al Dios herido y llagado. El
servicio que hacéis a los enfermos es un servicio a Él. Y es bueno sacar del
Médico celestial la paciencia y la benevolencia, y la fuerza para amar, sin
cansarse. Que, en Su escuela, desde la cátedra de la cruz hasta el mostrador de
la farmacia, seáis también vosotros dispensadores diarios de
misericordia".
Fuente: Ecclesia