El arzobispo de Valencia ha participado en la apertura del ciclo de conferencias del Club de Encuentro Manuel Broseta y ha realizado un análisis de la sociedad española actual
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A. Saiz |
Enrique Benavent, arzobispo de Valencia,
ha participado en la apertura del ciclo de conferencias del Club de
Encuentro Manuel Broseta y ha realizado un análisis del momento actual en
la sociedad española, el diálogo de la Iglesia con las instituciones, la
presencia de los cristianos en la vida pública y en las instituciones del
Estado, el propio papel del Estado o los derechos humanos.
“El debate ético en la vida
pública se ha empobrecido o simplemente se evita. Cuando se piensa que es
simplemente una cuestión religiosa, el diálogo se hace imposible. Hay otro
hecho que dificulta el diálogo: la identificación de ciertas posiciones en
cuestiones de gran calado ético con determinadas opciones políticas”. Estas han
sido las palabras del arzobispo de Valencia que, además, ha subrayado como “la
politización del debate ético y el encasillamiento político de las personas por
defender ciertas posturas que, en principio, no necesariamente están
vinculadas a una opción política, pero que se han convertido en bandera
política, puede llegar a matar el diálogo sincero sobre cuestiones que
afectan profundamente a la comprensión del ser humano”.
El presidente de la Comisión
Episcopal para la Doctrina la de Fe de la CEE ha señalado que “la política no
es misión propia de la Iglesia, pero los cristianos no se pueden desentender de
ella, solos o asociadamente. Ahora bien, no se debe atribuir a la Iglesia la
responsabilidad en sus actuaciones. El católico que se compromete en un
partido ha de ser consciente que se encontrará ante el “drama de ser político y
católico””.
La presencia de los cristianos
que han entrado en los partidos políticos, movidos por la fe cristiana en su
juventud, ha sido una constante. Sin embargo, Benavent ha recordado que “una
vez se entra en la dinámica de la vida partidista, en muchas ocasiones se
impone la renuncia a principios y valores básicos, que quedan en segundo
plano. La disciplina de voto en cuestiones que no están necesariamente
vinculadas a una opción política se ha impuesto de tal modo, que el compromiso
de un católico en la vida de un partido puede llevarle a conflictos de
conciencia, a ‘hago lo que puedo’ por la obediencia férrea a la disciplina del
partido o ‘si no estuviéramos nosotros sería peor’”.
Por ello, el arzobispo ha
defendido que el compromiso público de los católicos debe encauzarse fuera y al
margen de los partidos políticos: “Se puede ayudar más directamente a personas
fuera de las estructuras políticas que desde las mismas. Sería deseable
que las asociaciones por las que se encauza el compromiso social de muchos
cristianos que no se sienten cómodos ante la disciplina partidista no
dependieran tanto de los poderes públicos”.
Al respecto de la función del
Estado, Enrique Benavent ha denunciado que “la autoridad es un instrumento de
coordinación al servicio de la sociedad y su ejercicio no puede ser absoluto.
No se puede convertir en una instancia que invada o pretenda regular todos los
aspectos de la vida de las personas y de las familias. Ha de ser imparcial
y no puede constituirse en promotor de valores o ideologías”.
“El deber de los cristianos de
respetar a todos los seres humanos, no nos obliga a asumir ciertas
antropologías contrarias a la antropología cristiana”, ha subrayado Benavent.
También ha afirmado que “la
misión de la Iglesia no consiste en involucrarse directamente en la vida
política convirtiéndose en un partido político, sino ofrecer su doctrina
social, que nunca ha pretendido ser un conjunto de normas. Se trata de
fundar en la razón principios morales que pueden ser válidos para todos y
dialogar sobre ellos”, y con respecto a los cristianos en las instituciones
advirtió de que “no pueden promover positivamente leyes que cuestionen el valor
de la vida humana, ni apoyar con su voto propuestas que hayan sido presentadas
por otros”.
Respecto al diálogo de la Iglesia
con la sociedad, ha abogado por la “delicadeza y respeto. La razón que debemos
dar de nuestra esperanza no ha de consistir en discursos polémicos y en la
manía de tener siempre la razón. Deseamos que la verdad brille por la
fuerza de la misma verdad. Puede parecer un tanto ingenuo, pero tengamos en
cuenta que, si quitamos la mística al Evangelio, podemos acabar reduciéndolo a
mera ideología”.
El arzobispo ha afirmado que “el
cristianismo es una religión y no un proyecto político intramundano. La Fe
cristiana constitutivamente debe proponer su propia visión y dialogar con el
mundo en el clima cultural que vivimos. Hoy no son los no creyentes los que
deben justificar su increencia, sino que somos los creyentes quienes debemos
dar razón de nuestra esperanza”.
Fuente: Ecclesia