22 – Septiembre. Viernes de la XXIV semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio
según san Lucas 8, 1-3
Después de
esto iba él caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y
anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce, y
por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de
enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana,
mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les
servían con sus bienes.
Comentario
Los Doce y las
mujeres acompañaban al Señor, de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo,
proclamando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios: Dios está
enamorado de su creación y de cada uno de los hombres y mujeres de este mundo.
Y Él sigue
acompañándonos cada día, cada minuto de nuestra vida, incapaz de separarse de
nosotros.
Nosotros:
pobres y llenos de miserias, pero curados por las manos misericordiosas de
Jesús, protegidos por su mirada tierna, animados por su voz amable.
Nosotros:
ricos y llenos de gloria, de la riqueza y gloria del Hijo de Dios.
Y así nuestros
bienes -nuestro trabajo, nuestros talentos y virtudes, nuestras ilusiones y
proyectos, nuestra familia, nuestros amigos- son la materia sobre la que Cristo
realiza la redención.
El ejemplo de
este grupo de mujeres fieles, que sirven a Jesús con sus bienes, que no le
dejarán solo en los peores momentos, son una llamada a nuestra fidelidad.
Nuestra
ilusión ha de ser la de servir a Dios y a los demás con generosidad, con visión
sobrenatural: servir incluso al que no agradece el servicio que se le presta,
aunque esta actitud choque con los criterios humanos. Nos basta entender que
cada detalle de cariño hacia los demás es un servicio a Jesucristo; a través de
nuestro servicio Él entra en los corazones de los que están a nuestro lado.
Luis
Cruz
Fuente: Opus
Dei