28 – Septiembre. Viernes. Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
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Dominio público |
Evangelio
según san Juan 1, 47-51
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?».
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Y le añadió: «En
verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios
subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Comentario
Leemos en el
pasaje propuesto por la Iglesia para esta fiesta de los Arcángeles Rafael,
Miguel y Gabriel el encuentro de Jesús con Natanael, que san Juan sitúa al
comienzo de su Evangelio.
Son los
primeros momentos de la misión de Jesús, que poco a poco se va dando a conocer
y aprovecha la circunstancia de la pregunta de Natanael -que se asombra de que
le conozca- para decirle: “en verdad, en verdad os digo que veréis el cielo
abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
Jesús se va
dando a conocer cómo Mesías y describe cuál es la misión de los ángeles, que
forman parte de la historia de la salvación para llevar adelante misiones
concretas dadas por Dios.
San Josemaría,
desde el inicio de la fundación de la Obra en el año 1928 -día de los ángeles
custodios-, sintió que necesitaba mucha ayuda del cielo para llevar adelante la
misión que Dios le había confiado: transmitir el mensaje de que se puede ser
santo por medio del trabajo y de la vida ordinaria. Parte de esa ayuda le llegó
de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Ocurrió además de una forma
providencial: haciendo un curso de retiro en octubre de 1932 en Segovia, junto
a la tumba de san Juan de la Cruz. Fue allí, orando, donde Dios le hizo ver que
debía poner bajo la protección de los tres arcángeles la tarea apostólica que
llevaba entre manos.
El Señor se
iba haciendo el encontradizo con san Josemaría y le mostraba el camino. ¿Qué
debió sentir en aquellos momentos de encuentro intensísimo con el querer de
Dios?
A san
Josemaria le ocurría como a Natanael en el evangelio de hoy. El encuentro de
Natanael con el Señor, tuvo que ser como un trallazo al escuchar sus palabras:
“aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay doblez”.
Por un lado,
Natanael se sorprendería. Por otro lado, este encuentro nos habla del tipo de
personas que quiere Jesús cerca. Personas conscientes de sus pecados pero
sinceras. Así lo dijo Jesús en otra ocasión: “Que vuestro modo de hablar sea:
«Sí, sí»; «no, no». Lo que exceda de esto, viene del Maligno” (Mt 5, 37)
Tanto se
sorprende Natanel que le pregunta: ¿De qué me conoces?
Y Jesús le
dijo: “antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te
vi”.
Quizá podemos
pensar que a la sombra de la higuera, Natanael verdadero israelita, pensaba en
su proyecto de futuro, qué haría con su vida, qué querría Dios de él, etc.
Meditaría a lo mejor pidiendo la luz al Espíritu Santo e inspiraciones de su
ángel custodio, que le ayudaría a adentrarse en esos pensamientos para
responder con generosidad a Dios.
Eso nos lo
hace pensar la respuesta que Natanael da a Jesús: “Rabbí, tú eres el hijo de
Dios, tú eres el rey de Israel”.
Y Jesús le
dice: “cosas mayores verás”.
Eso es lo que
sucede a las personas que saben poner su confianza en el Señor, que ven cosas
mayores. Porque Dios nunca se deja ganar en generosidad. Una de las cosas que
ven con muchas frecuencia es la paz que tienen en su vida.
Contamos para
ello con la ayuda de los arcángeles, cuya fiesta celebramos hoy y con la ayuda
de los ángeles custodios que saben mucho de la tarea de encender corazones
fríos y de ayudar a tomar decisiones generosas cara a Dios y a los demás.
Javier Massa
Fuente: Opus
Dei