13.9.23

EVANGELIO DEL DÍA

13 – Septiembre. Martes. San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia

Misioneros digitales católicos MDC

Evangelio según san Lucas 6, 20-26

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: 

«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. 

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 

Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. 

Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. 

Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! 

¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! 

¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! 

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.

Comentario

El conocido pasaje de las bienaventuranzas que nos relata San Lucas comienza diciéndonos que Jesús “alzando los ojos hacia sus discípulos comenzó a decirles”. El Señor que nos mira y nos habla y nos muestra que existe una felicidad superior a la que quizá teníamos pensada. Nos enseña que estamos llamados a una felicidad muchísimo más alta y profunda y grande; una felicidad que no pueda ser amenazada por el dolor, la contrariedad y el sufrimiento.

Ciertamente estas palabras del Señor pueden ser desconcertantes, pero, a su vez, nos dan mucha luz sobre lo que significa ser discípulo de Cristo. El Papa Francisco nos dice que las bienaventuranzas son “el carné de identidad del cristiano”[1].

Son el camino para seguir a Cristo, para identificarnos con Él por medio del amor. En nuestro seguimiento del Señor en medio del mundo, en medio del trabajo ordinario, viviremos ese encuentro con el Señor en la pobreza y el hambre, el llanto y la persecución.

La pobreza y el hambre de no disponer de medios materiales ni de trabajo; el dolor y el llanto ante acontecimientos que rompen el corazón; o la incomprensión e incluso la persecución por seguir al Señor. Son realidades que están presentes en la vida corriente de todos los cristianos.

Al tener que vivirlas nos puede servir recordar, como lo hace el Señor en este evangelio, que la última palabra siempre es divina, no humana. Los pobres y los hambrientos serán saciados; los que lloran serán consolados, los que son perseguidos tendrán una recompensa grande en el cielo.

[1] Papa Francisco, Misas Matutinas en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae, lunes 9 de junio de 2014. L´Osservatore Romano, ed sem. en lengua española, n. 24, viernes 13 de junio 2014.

Sebastián Puyal 

Fuente: Opus Dei 


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