Es la paradoja de la actualidad: "En un mundo en el que todo va rápido, sólo el final de las guerras parece lento"
![]() |
Devastación en la ciudad ucraniana de Izyum |
En su Mensaje al encuentro internacional de oración promovido por
Sant'Egidio que concluye en Berlín, el Papa repite: aunque sea difícil, no hay
que resignarse. Que quienes tienen en sus manos los destinos del mundo tengan
el coraje de "virar" ante el desgarro y la inutilidad de los
conflictos
Es la paradoja de la actualidad: "En un mundo en el que todo va
rápido, sólo el final de las guerras parece lento". Y es también la
paradoja de la historia: tras la caída del Muro de Berlín, "en lugar de
derribar muros, se levantaron otros", porque en lugar de construir sobre
la "esperanza común" nacida de los escombros de aquel emblema de la
Guerra Fría, se prefirió centrarse "en los intereses particulares y en la
desconfianza hacia los demás". El examen de Francisco enlaza presente y
pasado en un nudo que huele a oportunidad perdida, pero aún más a la necesidad
de creer y trabajar con "la audacia de la paz" por una fraternidad
"no imposible".
Un mundo, demasiadas guerras
Francisco escribe a los participantes en el Encuentro Internacional de
Oración por la Paz promovido por la Comunidad de Sant'Egidio que concluye hoy,
12 de septiembre, en la capital alemana. En su misiva, reflexiona brevemente
sobre el camino recorrido por la humanidad desde aquel 9 de noviembre del '89,
cuando con la caída del Muro de Berlín parecían abrirse "nuevas
perspectivas" de libertad y paz para Europa y no sólo. Y es precisamente
la paz, por así decirlo, la primera víctima de los acontecimientos contemporáneos,
con los numerosos conflictos en curso, recuerda el Papa, en muchas zonas de
África y Oriente Medio hasta Ucrania, donde una "terrible guerra que no ve
fin", dice, "ha causado muertos, heridos, dolor, éxodos,
destrucción".
La hora del coraje
"Uno no puede resignarse", afirmó con fuerza Francisco
dirigiéndose a los líderes de las religiones del mundo, simbólicamente reunidos
frente a la Puerta de Brandemburgo, donde comenzó el fin del Muro de Berlín. El
año pasado, cuando el Encuentro de Sant'Egidio se detuvo en el Coliseo, las
palabras de Francisco fueron un llamamiento a escuchar el grito de paz que todo
conflicto suscita en las madres, en los refugiados, en el gemido de los heridos
y moribundos.
"Merece ser escuchado" y es un "derecho sacrosanto"
acogerlo, afirmó el Papa en aquella ocasión. Quien este año da un paso más al
reclamar un nuevo enfoque. "No basta el realismo, no bastan las
consideraciones políticas, no bastan los aspectos estratégicos aplicados hasta
ahora; hace falta más, porque la guerra continúa. Necesitamos la audacia de la
paz (...) Necesitamos el valor de saber virar, a pesar de los obstáculos y las
dificultades objetivas".
Más allá del "muro de lo imposible
Francisco pide a los creyentes que no tengan miedo de "convertirse en
mendigos de paz" uniéndose a "las hermanas y hermanos de otras
religiones, y a todos aquellos que no se resignan a la inevitabilidad del
conflicto". Y pide a políticos y diplomáticos que "crucen el muro de
lo imposible", el erigido, escribe, "sobre razonamientos que parecen
irrefutables, sobre la memoria de tantos dolores pasados y grandes heridas
sufridas". "Yo - asegura el Papa - me uno a vuestra oración por el
fin de las guerras y agradezco de corazón lo que hacéis".
Alessandro De Carolis - Ciudad del Vaticano
Vatican News