19 – Septiembre. Martes de la XXIV semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según Lucas 7, 11-17
Poco tiempo después iba camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!». El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».
Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.
Comentario
El Evangelio de hoy nos traslada
a Naín. Al llegar se encontró con un cortejo fúnebre. Ocurriría como sucede en
muchos pueblos, que el cementerio estaría a las afueras del pueblo y en lugares
así la costumbre es que todo el pueblo acuda al entierro.
Jesús se encuentra con el cortejo
y pregunta quién llevaban a enterrar. Se lo dicen: una mujer viuda entierra a
su único Hijo. El dolor de aquella mujer es inmenso. Hacía poco quizá que había
enterrado a su marido y ahora le toca enterrar a su hijo. ¡En qué tremenda
soledad se quedaba!
El corazón de Jesús se conmueve y
le dice algo que resulta sorprendente: no llores. Quizás aquella mujer podría
haberle dicho a Jesús: ¿cómo no voy a llorar con el dolor tan grande que tengo?
Lo que le estaba adelantando es
lo que iba a hacer, el milagro. Por eso le decía que no llorara.
Jesús no es indiferente a nuestro
dolor, a nuestro sufrimiento. Se conmueve y nos consuela. Ante el misterio del
dolor nos hemos de acercar al Señor para compartirlo con Él y que sea Él quien
nos consuele.
Cuando nos acercamos de este modo
a Jesús nos dice como le dijo al hijo de la viuda de Naín: muchacho, a ti te
digo, levántate. Que, con otras palabras, es como decirnos: este sufrimiento
que tienes debe ser motivo de crecimiento en Amor a Dios y a los demás, tengo
en cuenta tu sufrimiento. Levántate y sigue creciendo en el Amor. Que el
sufrimiento no sea ocasión de muerte sino de vida, aunque muchas veces llores.
Pero que cuando nos toque llorar lo hagamos con el Señor y Jesús seque nuestras
lágrimas.
Javier Massa
Fuente: Opus Dei