Una lucha a vida o muerte contra el demonio
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| La vida cristiana en como practicar deporte: es necesario dedicar tiempo y esfuerzo a perfeccionar su práctica |
Salvando las distancias, la vida cristiana tiene cierta similitud con el deporte: perfeccionar
su práctica es más complejo de lo que parece al principio. Cuando un niño juega
con una pelota lo único que tiene que hacer es hacerle llegar la bola a su
padre. Pero perfeccionar el pase es completamente diferente, implica un gran
esfuerzo y muchas horas de entrenamiento. De la misma manera, después de
descubrir que el pecado es algo malo, alejarse de él y vivir la vida moral
cristiana parece una idea bastante sencilla: no hacer las cosas que Jesús dice
que son pecados. Sin embargo, después de algo de tiempo y esfuerzo, uno
descubre que hay más de lo de lo que parecía. El pecado y la tentación son más
complicados de lo que parecen. Entonces, llega un momento en que es necesario estudiar los
mecanismos para evitar la tentación: las pequeñas cosas que conducen a la
victoria por la gracia de Dios.
Para ayudar en esta batalla, en Catholic Gentleman han acudido al que consejo
de San Francisco de Sales y su libro, Introducción a la vida
devota, y destacan seis aspectos que no hay que hacer en la
lucha contra la tentación y el pecado:
1. No ames la tentación
Parece algo obvio pero incluso después de haber roto completamente
con ciertos pecados, la tentación de cometerlos todavía puede resultar bastante
agradable. Incluso si un hombre se ha deshecho de los arrebatos de ira en su
vida, permitirse pensar en cómo regañaría a las personas que lo han hecho
enfadar puede brindarle una gran sensación de victoria. Aunque otro hombre
nunca engañaría a su esposa, considerar la idea de estar con la compañera de la
oficina que siempre lo mira puede hacerle sentir bastante bien. Que la tentación agrade es siempre
el primer paso para consentirla.
2. No te dejes caer en la
tentación
Esto implica
igualmente previsión y honestidad. Primero, requiere previsión: si uno
sabe que cada vez que participa en conversaciones durante la comida que
terminan siempre hablando de cosas feas y chismorreando sobre otras personas,
la culpa es de uno mismo si acaba cayendo en estas conversaciones Al mismo
tiempo, requiere honestidad: a menudo uno se expone a peligrosas situaciones
creyendo estar ya “más allá” de ciertos pecados. Esto puede ser cierto, pero es
más raro de lo que uno suele pensar. Si uno nota que se detiene o incluso
deleita en ciertas tentaciones necesita ser honesto acerca de las situaciones
en las que se expone para llegar a ellas. La solución es sencilla. Ya lo dice
el dicho popular: “quien evita la tentación, evita el pecado”.
3. ¡No estés angustiado!
Sentirse tentado no es pecado. Es decir, siempre que uno no haya
causado la tentación colocándose en su camino. Si alguien siente envidia por
algo que tiene el otro y desea cogerlo cuando nadie mira, mientras siga siendo
un sentimiento, es sólo una molesta tentación. Pero es cuando uno se frustra
por sentirse tentado cuando las cosas pueden empeorar: “La preocupación es el
mayor mal que puede sobrevenir al alma, excepto el pecado”. Cuando se pierde la paz se empieza a creer la gran mentira
del Tentador de que nunca superará la sensación de luchar una batalla que se
hace cuesta arriba y que no acabará nunca. Y cuando esa mentira se
instala en la mente, el siguiente paso es la caída.
4. No prestes atención a las
tentaciones
San Francisco de Sales hace una distinción entre tentaciones
mayores y menores: por ejemplo, la tentación de asesinar a alguien versus ser
irritable con él; robar versus codiciar; cometer perjurio versus decir una
mentira; cometer adulterio versus no cuidar los ojos. Si bien debemos luchar
con fuerza contra las grandes tentaciones, sobre las tentaciones menores él
dice que la tarea
principal es simplemente dejarlas pasar: eliminarlas silenciosamente y no dejar
que roben la paz. Es el viejo truco del elefante rosa: cuanto más se
intenta no pensar en elefantes rosas, más abarrotan nuestra conciencia. Cuando
surjan tentaciones y sean reconocidas, hay que rechazarlas y continuar, sin
pensar más en ellas. De lo contrario, se vuelven peligrosas.
5. No lo conviertas en un
juego de voluntad
Cuando un hombre está tratando específicamente de superar cierto
pecado en su vida, a menudo se desanima por su debilidad al luchar contra las
tentaciones de ese pecado. Muchas veces, el problema es de perspectiva. Si uno
piensa: “voy a demostrarle a Dios lo bueno que puedo ser y no pecar”, en lugar
de “Amo a Dios y, por lo tanto, odio el pecado y quiero deshacerme de él porque
daña mi relación con él”, no es de extrañar que Dios le permita caer: pensaría
que es su propio salvador. La autosuficiencia sigue siendo una de las mayores
causas de fracaso. Cuando
llegan las tentaciones, la clave es confiar más profundamente en la gracia de
Dios, humillarse ante Él y llegar a amarlo más.
6. No te quedes callado
Quizás una de las verdades más importantes que hay que
recordar cuando se trata del pecado y la tentación es que no se está en esta
lucha. Dios está ahí, pero también el Maligno. El diablo no es sólo un cuento
de hadas; él es real y tiene un impacto en la vida de las personas. Si bien una
gran fuente de la tentación proviene del desorden de nuestras almas, Satanás y
los espíritus malignos también están intensamente activos en este sentido. Uno
de los mayores peligros, entonces, es tratar de luchar por cuenta propia contra
una inteligencia angelical convertida en malvada. Es importante tener un confesor habitual que conozca tu alma y
comprenda los trucos de Satanás. Esa apertura y honestidad son esenciales para
superar los pecados que nos llevan a la miseria.
Fuente: Religión en Libertad






