Cada domingo, la cesta de la colecta se pasa entre las filas en el ofertorio y siempre se plantea la cuestión de la cantidad correcta. ¿Es ésta realmente la manera correcta de enfocar este gesto primordialmente litúrgico?
![]() |
Pascal Deloche / Godong |
Como suele ocurrir cuando se
trata de dinero, la Iglesia es prudente y más sugestiva que directiva a la hora
de dar la cantidad justa en la colecta dominical.
La colecta es uno de los recursos
financieros de la Iglesia, especialmente en los países en los que el laicismo
impide la financiación pública del culto. Se añade al casuel, vinculado a la
celebración de los sacramentos, a las ofrendas de misa y al denarius, que es
una parte de los ingresos que se da para participar concretamente en la vida de
la comunidad, como indica el quinto y último mandamiento de la Iglesia.
Diferentes tipos de donación
Algunas personas tienden a
confundir estos diferentes tipos de donativos. Sin embargo, dos detalles
deberían despertar la curiosidad: la colecta está siempre en el centro de la
misa y no hay recibo fiscal. Solo hay una razón importante para ello: este
gesto, que puede parecer trivial, es ritual y litúrgico.
Mientras el pan y el vino son
llevados al altar antes del sacrificio, los fieles de la congregación recogen el
dinero que cada uno está dispuesto a dar. El misal precisa que puede tratarse
de «otros donativos en favor de los pobres o de la Iglesia» (§ 73), por eso,
este es el momento en el que en muchas parroquias se presentan las despensas
que los fieles compraron en favor de los más necesitados. A través de esta
participación tan material, se invita a cada uno a darse por entero, como
sugiere el nombre dado a este momento litúrgico, el «ofertorio».
Cristo, cuya ofrenda suprema está
a punto de cobrar vida en el altar, en realidad solo espera que respondamos con
amor, con la conciencia y la voluntad de confiarle toda nuestra vida, como nos
invita a hacer el apóstol Pablo (2 Co 8, 9):
Ya conocéis el generoso don de
nuestro Señor Jesucristo: el que era rico se hizo pobre por vosotros, para que
vosotros, con su pobreza, os enriquecierais.
Entendida así, la colecta
adquiere una dimensión totalmente nueva, y la cuestión de la cantidad se vuelve
casi relativa. Se trata de dar nada menos que la propia vida en respuesta a la
vida eterna prometida por la resurrección.
Valdemar
de Vaux
Fuente: Aleteia