23 – Octubre. Lunes de la XXIX semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Lucas 12,
13-21
Entonces le dijo uno de la gente: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola: «Las
tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar
cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y
se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más
grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré
a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa,
come, bebe, banquetea alegremente”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche
te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Así es el
que atesora para sí y no es rico ante Dios».
Comentario
¿Dónde apoyamos nuestra vida?
Muy importante saber dónde
apoyamos nuestra vida, a qué damos más importancia para encontrar el sentido y
la felicidad que todos siempre vamos buscando. La persona que dialoga con
Jesús, en el evangelio de hoy, está preocupada por la herencia que le
corresponde con su hermano y que han de repartir. Algo que parece que su
hermano no está dispuesto a hacer. Por lo que dice a Jesús que pida a su
hermano que cumpla con esa obligación hereditaria. Porque en ello parece que le
va la vida. Cree que su vida depende del dinero y los bienes materiales.
Jesús aprovecha esta ocasión para
recordar a su interlocutor y a todos nosotros que “aunque uno ande sobrado, su
vida no depende de sus bienes”. Y lo ilustra con la parábola del hombre rico
que tuvo una gran cosecha acumulando más y más bienes, creyendo que así
tendría la vida resuelta y gozar de ella. Por eso, se dijo: “Hombre, tienes
bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”.
Pero esa misma noche Dios le pidió su vida, y le llegó la muerte sin ser
rico ante Dios.
De lo que se trata, sin descuidar
la vida material, es de ser rico ante Dios, que es lo mismo que adentrarse por
los caminos que nos señala Jesús, los que nos llevan a la felicidad parcial en
esta vida y la total después de nuestra muerte. Esos caminos, bien los sabemos,
son los caminos del amor, del perdón, de la entrega, de la sencillez, de la
limpieza de corazón, de la amistad con Dios y los hermanos…algo que no llena la
cartera de dinero pero sí el corazón de la felicidad deseada.






