El Papa Francisco centró su catequesis en la Audiencia general de este miércoles 15 de noviembre en la alegría del anuncio del Evangelio
El Papa Francisco en la Audiencia General de este 15 de noviembre | Crédito: Elisabeth Alva/ACI Prensa |
A continuación, la catequesis
completa del Santo Padre:
Queridos hermanos y
hermanas,
Después de haber encontrado
diferentes testigos del anuncio del Evangelio, quiero sintetizar este
ciclo sobre el celo apostólico en cuatro puntos, inspirados en la exhortación
apostólica Evangelii gaudium. El primer punto, que vemos hoy, se
refiere a la actitud de la que depende la sustancia del gesto
evangelizador: la alegría. El mensaje cristiano, como hemos escuchado de las
palabras que el ángel dirige a los pastores, es el anuncio de “una gran alegría”
(Lc 2,10). ¿Y cuál es la razón? ¿Una buena noticia, una sorpresa, un
bonito suceso? Mucho más, una persona: ¡Jesús! Jesús es la alegría. ¡Es
Él el Dios hecho hombre que ha venido a nosotros. La cuestión, queridos
hermanos y hermanas, no es por tanto si anunciarlo, sino cómo anunciarlo, y este
“cómo” es la alegría. O anunciamos a Jesús con alegría, o no lo
anunciamos, porque otro camino de anunciarlo no es capaz de llevar la verdadera
realidad de Jesús.
Es por eso que un cristiano
infeliz, triste, insatisfecho o, peor todavía, resentido y rencoroso no
es creíble. Este hablará de Jesús pero ninguno le creerá. En una ocasión
me decía una persona, hablando de estos cristianos, que son cristianos con cara
de “bacalao”, no expresan nada, son así. La alegría es esencial.
Es esencial vigilar sobre
nuestros sentimientos. En la evangelización obra la gratuidad que viene de una
plenitud, no la presión. Cuando se hace una evangelización —y se quiere
hacer pero no funciona—, en base a ideologías, esto no es evangelizar esto no
es Evangelio. El Evangelio no es una ideología, el Evangelio es un anuncio, un
anuncio de alegría. Las ideologías son todas frías, el Evangelio tiene el calor
de la alegría. Las ideologías no saben sonreír, el Evangelio es una sonrisa, te
hace sonreir porque te toca el alma con la buena noticia.
Si el nacimiento de Jesús, en la
historia como en la vida, es el principio de la alegría. Pensad en aquello que
les ocurrió a sus discípulos de Emaús, que de la alegría no podían creer. Y los
discípulos después, todos juntos, cuando Jesús va al Cenáculo, no podían creer
de la alegría. La alegría de tener a Jesús Resucitado. El encuentro con Jesús
siempre te lleva a la alegría, y si esto no te sucede a ti, no es un verdadero
encuentro con Jesús.
Esto que hace Jesús con los
discípulos nos dice que los primeros que deben ser evangelizados son los
discípulos. Los primeros que debemos ser evangelizados somos nosotros, los
cristianos, somos nosotros. Y esto es muy importante. Inmersos en el clima
veloz y confuso de hoy, también nosotros, de hecho, podríamos encontrarnos
viviendo la fe con un sutil sentido de renuncia, persuadidos que para el
Evangelio no haya más escucha y que ya no valga la pena comprometerse para
anunciarlo.
Podríamos incluso ser tentados
por la idea de dejar que “los otros” vayan por su camino. Sin embargo,
precisamente este es el momento de volver al Evangelio para descubrir que
Cristo “es siempre joven y fuente constante de novedad” (Evangelii gaudium,
11). Así, como los dos de Emaús, se vuelve a la vida cotidiana con el impulso
de quien ha encontrado un tesoro. Estaban alegres estos dos, porque
habían encontrado a Jesús. Y les ha cambiado la vida. Y se descubre que la
humanidad abunda de hermanos y hermanas que esperan una palabra de
esperanza. El Evangelio es esperado también hoy: el hombre de todo tiempo lo
necesita, también la civilización de la incredulidad programada y de la
secularidad institucionalizada; es más, sobre todo la sociedad que deja
desierto los espacios del sentido religioso, tiene necesidad de Jesús. Este es
el momento favorable al anuncio de Jesús. Por eso quisiera decir
nuevamente a todos: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida
entera de los que se encuentran con Jesús.
Quienes se dejan salvar por Él
son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. No olvidemos
esto, y si alguno de nosotros no percibe esta alegría, que se pregunte si ha
encontrado a Jesús. Una alegría interior. El Evangelio va por el camino de la
alegría, siempre. El gran anuncio. Invito a cada cristiano, en cualquier
lugar y situación en que se encuentre, a renovar hoy mismo su encuentro
personal con Jesucristo” (ibid.,1.3). Que cada uno de nosotros hoy gaste un
poco de tiempo y piense: “Jesús tú estás dentro de mí, quiero encontrarte todos
los días, Tú eres una persona, no eres una idea, Tù eres un compañero de
camino, no eres un programa. Tú eres amor que resuelve muchos problemas. Tú
eres el inicio de la evangelización, Tú Jesús, eres la fuente de la
alegría.
Por Papa Francisco
Fuente: ACI Prensa