Con 19 años debutó en el cine de la mano de Elvis Presley. Tras actuar en una decena de películas, en lo más alto de su carrera lo abandonó todo y se hizo benedictina
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| La religiosa benedictina en Washington en 2013. A la derecha: la actriz junto a Elvis Presley en un fotograma de Lovig you, de 1975. Foto:CNS |
La llegada al mundo de Dolores
Hicks fue un momento agridulce para los suyos. Sus padres eran unos
adolescentes que apenas habían cumplido los 18 años y sus abuelos habían
presionado a los jóvenes para que abortaran. Ellos quisieron seguir adelante
con el embarazo y, a finales de octubre de 1938, nacía la pequeña Dolores. «Me
pusieron el nombre de mi tía abuela Frieda, quien ese mismo año se convirtió en
hermana Dolores Marie», recordaría años después en sus memorias. Su infancia no
fue fácil, con unos padres demasiado jóvenes e inexpertos que vivieron una
relación turbulenta. Fueron sus abuelos quienes intentaron proteger a la niña,
quien pronto empezó a encontrar consuelo y refugio en la oración.
Cuando tenía 19 años debutó en el
cine y lo hizo de la mano de toda una estrella del momento, Elvis Presley.
«Recé para convertirme en actriz —afirmaba Dolores— y sabía que Dios estaba de
mi lado. Cuando estaba en Hollywood me levantaba a las seis de la mañana,
estuviera trabajando o no, para acudir a Misa y recibir la comunión».
Corría el año 1956 y ya se había
convertido en la incipiente estrella Dolores Hart. Loving you (Amándote)
se estrenó en 1957 y fue el inicio de una trepidante carrera que duraría
solamente seis años, en los que participaría en diez películas. Montgomery
Clift, Anthony Quinn o Karl Malden fueron algunos de los grandes nombres con
los que compartió cartel. En 1958 volvió a coincidir con Elvis en King
Creole (El barrio contra mí) y los rumores de romance entre aquellos dos
jóvenes y guapos artistas se extendieron por los mentideros de Hollywood.
Dolores Hart recordaría décadas
después su primer trabajo con Elvis: «Mi primera escena frente a una cámara fue
mi última escena en la película, el abrazo con Elvis. […] El señor Kanter insistió en que mantuviéramos el
beso hasta que él dijera: “¡Corten!”. Durante la toma, parecía como si
mantuviéramos ese beso durante diez minutos. El propio Elvis finalmente se
separó y gritó: “¡Corten!”. Se disculpó y dijo que tenía que salir a tomar el
aire. […] Parece que comencé a sonrojarme y mis orejas se pusieron de un rojo
brillante. […] Y sí, Elvis me invitó a salir. Llevábamos aproximadamente una
semana filmando cuando pensó que sería “bueno para nosotros conocernos”. Hice algo
inaudito: lo rechacé».
En 1963, tras protagonizar Come
fly with me (Tres azafatas), lo dejó todo y se marchó a Connecticut para
ingresar en la abadía benedictina de Regina Laudis, en Bethelehem. Hollywood
quedó consternado. Su prometido también. Pero no había sido una decisión
impulsiva. A finales de la década de los 50, Dolores Hart estaba triunfando en
Broadway, pero estaba exhausta. Llevaba nueve meses subiéndose a los escenarios
neoyorquinos sin descanso alguno. Una amiga le recomendó que parara y
descansara. Para ello, le recomendó la abadía de Bethelehem. «Ve unos días y
descansa —recordaba Dolores—. Yo dije: “¿Monjas? No quiero ir a ningún sitio
donde haya monjas”. Pero vine y realmente me gustó. Me marché con una sensación
de paz, una sensación de renovación interior y supe que volvería». En 1961 se
puso en la piel de santa Clara en la película del director Michael Curtiz San
Francisco de Asís. Rodada íntegramente en Italia, los miembros del proyecto
fueron recibidos en audiencia por el Papa Juan XXIII.
«El Pontífice fue llevado a la
sala en su trono portátil y, justo cuando pasaba junto a nosotros, su zapatilla
cayó al suelo. Su Santidad se rió y monseñor Carew aprovechó ese momento para
presentarme como la actriz de Hollywood que estaría filmando una película sobre
la vida de san Francisco. «“Ah”, sonrió el Papa, tomando mi mano, “Chiara”.
Pensé que había entendido mal. “Oh no, Su Santidad, mi nombre es Dolores Hart”.
“No, no”, repitió, “tú eres Chiara”. “Dolores, Su Santidad”. “Chiara”.
Años más tarde recordé que, hasta ese momento, no tenía la más mínima
conciencia del significado religioso que mi participación en la película
pudiera tener para mí personalmente. Pensé en mi participación solo a nivel
profesional. ¿Podría haber habido otro nivel de significado? Fue un pensamiento
penetrante».
No abandonó nada
Por aquel entonces, Dolores ya
planeaba casarse con Don Robinson, un arquitecto con el que llevaba un tiempo
saliendo. Recordaba aquella etapa como un momento terrible, porque debía
elegir. Finalmente, en 1963 rompió el compromiso e ingresó en la abadía. «Nunca
sentí que estuviera abandonando Hollywood o que estuviera dejando nada. La
abadía fue como una gracia de Dios que entró en mi vida de un modo totalmente
inesperado. Dios fue el camino, Él fue el Elvis más grande», afirmó convencida
una hermana Dolores que llegó a ser abadesa y se ganó el cariño de la treintena
de religiosas que viven en este remanso de paz rezando y trabajando en su
granja. Don Robinson nunca se casó. Con los años, visitaba de manera habitual a
la hermana Dolores en Connecticut y fueron siempre grandes amigos.
En 1970 profesó sus votos y,
hasta el día de hoy, vive feliz con la vida que escogió. En 2012 volvió a
Hollywood. Su emotivo documental God is the bigger Elvis (Dios es el
Elvis más grande) fue nominado a los Óscar de la Academia de Ciencias y Artes
Cinematográficas, de la que continúa siendo miembro.
En 2013 publicó su
autobiografía, The ear of the heart: an actress’ journey from Hollywood to
holy vows, que se convirtió en un éxito de ventas. En sus más de 400
páginas, Dolores recorre su trayectoria vital y reflexiona profundamente sobre
su decisión: «Cuando llegué a la puerta, lo hice con la promesa de un
compromiso para siempre. Fue esa fuerza la que se hizo cargo de la aprehensión,
y si entonces hubo algún pensamiento de regresar, no lo recuerdo ahora. Sabía
que el espíritu maligno estaba apostando a que cambiara de opinión. […] En
cierto sentido, nunca me sentí realmente una persona hasta que llegué a Regina
Laudis. Quedarme no fue un compromiso sino, de hecho, el verdadero desafío de
mi vida». Dolores Hart acaba de cumplir 85 años y continúa feliz en su
comunidad.
Sandra Ferrer Valero
Fuente: Alfa y Omega






