11– Noviembre. Sábado. San Martín de Tours, obispo
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Evangelio según san Lucas 16,
9-15
Y yo os digo:
ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él.
Y les dijo: «Vosotros os las dais de justos
delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es
sublime entre los hombres es abominable ante Dios.
Comentario
Las palabras del evangelio de la
misa de hoy son en parte aplicación de la parábola del evangelio de ayer,
aunque en el contexto amplio de todo el evangelio de Lucas. Por un lado, se
anima a los discípulos a comportarse con la sabiduría que, imperfectamente, se
refleja en la sagacidad de aquellos que solo funcionan por cálculos humanos. De
hecho, la expresión «riqueza injusta» hace referencia a la riqueza desvinculada
de la obtención de la verdadera justicia. Jesús nos pide que nos empeñemos en
serio en alcanzar aquello que decimos querer alcanzar, poniendo todo lo demás
al servicio de esa meta: las moradas eternas. Se trata, por tanto, de aprender
a discernir cómo usar correctamente los bienes materiales.
A esta exhortación se le suman
otras dos, que están en relación también con otros textos lucanos. El
administrador responsable es el que presta atención a lo pequeño, pues a menudo
es ahí por donde viene la ruina. Es en lo poco, en lo pequeño, donde se manifiesta
y demuestra el interés y el amor verdaderos. También nos dice el texto que no
podremos administrar bien los bienes eternos si no hemos sabido administrar
bien los transitorios. Aspirar al cielo no quiere decir desentenderse del
mundo. Estas enseñanzas se pueden sintetizar es esta frase: «no podéis servir a
Dios y a las riquezas»; esto es, si lo que nos mueve es el dinero, Dios queda
fuera. Solo uno de los dos polos puede ser rector de la vida entera.
Las últimas palabras de Jesús nos
ponen sobre aviso. A Jesús le estaban escuchando «amantes del dinero» (Lc
16,14) y eso él lo veía, aunque por fuera se disimulase. Porque, ¿cuál es el
valor de la limosna de un avaro o de un codicioso? Dios lo juzga. Y eso es lo
verdaderamente determinante. De poco nos servirá el juicio positivo de los
hombres sobre nosotros si realmente nuestro interior lo desdice. Jesús nos
anima a purificar el corazón y renovar la mente, a examinar deseos e
intenciones, porque es del corazón de donde salen las buenas y las malas obras.
Juan Luis Caballero
Fuente: Opus Dei