15 – Noviembre. Miércoles de la XXXII semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Lucas 17,
11-19
Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los
diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar
gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu
fe te ha salvado».
Comentario
Jesús va con sus discípulos
camino de Jerusalén y se encuentra con estos diez leprosos. Ellos le gritan a
la distancia porque según la ley de Moisés los leprosos vivían apartados[1] para
evitar contagios. Por ese motivo mantienen la distancia.
El Señor al indicarles que vayan
al sacerdote, que era lo previsto en la misma ley[2] para
aquellos que hayan sido curados de la lepra, les muestra que serán curados. Se
nos relata que eran diez y que sólo vuelve uno, que además era samaritano
(entre samaritanos y judíos estaban enemistados y no se hablaban)[3]. Solo regresa
uno para dar gracias y gloria a Dios. De los otros nueve no se nos dice nada.
En cambio al que regresa para agradecer el Señor le dice que su fe lo ha
salvado.
En ocasiones puede sucedernos lo
mismo que esos nueve. Acostumbrarnos a la acción de Dios en nosotros, quizá
desde la infancia, podemos perder de vista la grandeza inconmensurable de los
dones de Dios. Por el contrario, hay personas que han vivido mucho tiempo
distantes de Dios, muchas veces simplemente por ignorancia, y al descubrir la
acción de Dios en ellos se sienten removidos y se postran interiormente delante
de Dios para agradecer.
Pidamos al Señor aprender del
leproso samaritano. Que no dejemos de sorprendernos, de maravillarnos, de la
acción de Dios en nosotros.
[2] Cfr. Lv 14, 2 y ss
[3] Cfr. Jn 4, 9
Sebastián Puyal
Fuente: Opus Dei