15.11.23

EVANGELIO DEL DÍA

15 – Noviembre. Miércoles de la XXXII semana del Tiempo Ordinario

Misioneros digitales católicos MDC

Evangelio según san Lucas 17, 11-19

Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». 

Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». 

Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. 

Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado». 

Comentario

Jesús va con sus discípulos camino de Jerusalén y se encuentra con estos diez leprosos. Ellos le gritan a la distancia porque según la ley de Moisés los leprosos vivían apartados[1] para evitar contagios. Por ese motivo mantienen la distancia.

El Señor al indicarles que vayan al sacerdote, que era lo previsto en la misma ley[2] para aquellos que hayan sido curados de la lepra, les muestra que serán curados. Se nos relata que eran diez y que sólo vuelve uno, que además era samaritano (entre samaritanos y judíos estaban enemistados y no se hablaban)[3]. Solo regresa uno para dar gracias y gloria a Dios. De los otros nueve no se nos dice nada. En cambio al que regresa para agradecer el Señor le dice que su fe lo ha salvado.

En ocasiones puede sucedernos lo mismo que esos nueve. Acostumbrarnos a la acción de Dios en nosotros, quizá desde la infancia, podemos perder de vista la grandeza inconmensurable de los dones de Dios. Por el contrario, hay personas que han vivido mucho tiempo distantes de Dios, muchas veces simplemente por ignorancia, y al descubrir la acción de Dios en ellos se sienten removidos y se postran interiormente delante de Dios para agradecer.

Pidamos al Señor aprender del leproso samaritano. Que no dejemos de sorprendernos, de maravillarnos, de la acción de Dios en nosotros.

[1] Cfr. Lv 13, 45-46
[2] Cfr. Lv 14, 2 y ss
[3] Cfr. Jn 4, 9

Sebastián Puyal  

Fuente: Opus Dei


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