Eucaristía y amistad
La amistad es
crear lazos de unión con alguien. Y los lazos no se rompen. Unen de tal manera
que ambos forman una sola unidad de corazones. Un amigo debe ser la mitad de
nuestra alma. Si nos faltara nos moriríamos, pues nos han quitado algo de
nosotros mismos.
La amistad es
un afecto personal, puro y desinteresado, ordinariamente recíproco, que nace y
se fortalece con el trato.
La amistad
tiene sus frutos. En la amistad encontramos refugio y apoyo, la amistad
enriquece, fortalece y ensancha el corazón del hombre y le hace invencible ante
la adversidad; la amistad dignifica y alegra nuestra existencia.
La amistad se
apoya sobre estos cimientos: sinceridad, generosidad, afecto mutuo. Una amistad
cimentada sobre la simulación, el engaño, el egoísmo estaría siempre condenada
al fracaso.
¿Por qué hay
personas sin amigos?
Varias son las
causas.
· Nuestra extrema timidez, por temor a que los demás no nos acepten y porque
en los primeros años de la vida nuestros padres y educadores no nos entrenaron
para la vida social.
· Nos sentimos inferiores, nuestra autoestima está baja y creemos que los demás
no van a encontrar en nosotros nada digno de aprecio, y esto nos hace meternos
en nuestro enclaustramiento y nos impide desbordarnos en forma afectuosa y
confiada sobre los demás.
· Por egoísmo, mezquindad. Sólo buscamos recibir sin dar, y cuando damos, lo
hacemos a cuentagotas.
· Por soberbia, orgullo, altanería, quisquillosidad. Por todo esto, hay
personas que con su actitud, sus modales, su lenguaje, sus gestos, repelen y
los demás los esquivan.
¿Qué cosa
favorece una buena amistad?
Una
personalidad comunicativa y amable; temperamento jovial, alegría contagiosa,
bondad y sinceridad, deseo de hacer el bien, preocuparse por los problemas de
los demás, la generosidad, cortesía, cordialidad, respeto, reciprocidad en
afectos y sentimientos.
La amistad no
es lo mismo que compañerismo, simpatía y camaradería. Es respeto al amigo,
permitiéndole ser él mismo y procurar su bien, como si de nosotros mismos se
tratara.
Martín Descalzo
dice que en la amistad hay que dar el uno al otro lo que se tiene, lo que se
hace, lo que se es.
Por eso ser un
buen amigo y encontrar un buen amigo son las dos cosas más difíciles del mundo,
porque supone la conversión de dos egoísmos en la suma de dos generosidades.
Cristo en la
Eucaristía es nuestro mejor amigo, y hay que hacer esta experiencia. ¿Cómo?
Visitándolo, estando ratos cortos y largos con Él, contándole nuestras vidas
con sus luces y sombras, abriéndole nuestro corazón, escuchando sus palabras en
el silencio de la intimidad.
Por eso debemos
insistir mucho en las visitas a Cristo en las iglesias. Ojalá también pasemos
junto a Él momentos de intimidad en las noches de oración, noches heroicas,
adoraciones, Horas Santas, pues son momentos para crecer en nuestra amistad con
Jesús.
Jesús en la
Eucaristía tiene todos los rasgos de un verdadero amigo. Nos respeta tal como
somos. No pretende adueñarse de nuestra voluntad. Respeta nuestra libertad. Es
sincero y franco. Nos dice todo sin rodeos, sin doblez, sin mentira, sin
traición. Es generoso, se dona completamente, no se reserva nada. Está siempre
y a todas horas para sus amigos. No tiene horarios de atención. Acepta nuestros
fallos, defectos, limitaciones, sabiendo disculpar y perdonar. Quiere dar y
recibir.
Por: P. Antonio
Rivero LC
Fuente: Catholic.net