27.12.16

¿POR QUÉ EL FAMOSO ATEO STEPHEN HAWKING INTEGRA LA PONTIFICIA ACADEMIA DE LAS CIENCIAS?

En cierto sentido, la Academia es un puente entre la ciencia, la fe y el mundo. Prueba que el conocimiento científico no excluye la presencia de Dios

La visita de Stephen Hawking al Vaticano a fines de noviembre provocó curiosidad, e incluso llevó a algunos a cuestionarse sobre qué exactamente estaba haciendo el astrofísico y autoproclamado ateo en el corazón de la Iglesia Católica.

Sin embargo, para el Vaticano la visita no era nada extraordinario. Hawking es un miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias –que incluye a 80 de los científicos más brillantes del mundo– y estaba en la Ciudad del Vaticano para su encuentro anual.

La conferencia de este año estaba enfocada en “Ciencia y Sostenibilidad”. El propio Hawking dijo una charla sobre “El origen del universo”, un tema sobre el que ha logrado reconocimiento mundial.

El credo –católico u otro– no es un criterio de membresía en la Pontificia Academia de las Ciencias. El presidente del grupo, Werner Arber, Premio Nobel de Medicina de 1978, es protestante. Y miembros de la Academia son católicos, ateos, protestantes y miembros de otras religiones.

Esta política de membresía abierta existe porque la Pontificia Academia de las Ciencias está concebida como un lugar donde la ciencia y la fe puedan encontrarse y discutir. No es un foro confesional, sino un lugar donde es posible tener una discusión abierta y examinar los futuros avances científicos.

La Academia fue fundada en 1603 por el príncipe Federico Cesi con la bendición del Papa Clemente VII, y su primer directivo fue Galileo Galilei. Cuando el príncipe Cesi murió, la Academia fue cerrada.

Pío IX la refundó en 1847, pero la Academia fue insertada en el Reino de Italia tras la caída de los Estados Pontificios. En 1936, Pío XI fundó una vez más la Academia, dándole su nombre actual y un estatuto que Pablo VI actualizó en 1976 y San Juan Pablo II actualizó nuevamente en 1986.

Entre los nombres de los miembros de la Academia a lo largo de los años uno puede encontrar muchos ganadores del Premio Nobel, algunos de los cuales ya eran miembros de la Pontificia Academia de las Ciencias cuando recibieron el reconocimiento.

Entre los Premio Nobel que eran miembros de la Academia están Niels Bohr, Rita Levi Montalcini, Werner Heisenberg, Alexander Fleming y Carlo Rubbia.

Los encuentros de la Pontificia Academia de las Ciencias discuten temas de la vanguardia de la ciencia. Por ejemplo, la Academia ha discutido muchas veces sobre el “bosón de Higgs”. Esta partícula elemental fue finalmente descubierta en 2015, pero los científicos de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) anticiparon su inminente descubrimiento en un encuentro sobre física subnuclear realizado en la Casina Pío IV, la sede de la Academia.

En cierto sentido, la Academia es un puente entre la ciencia, la fe y el mundo. Prueba que el conocimiento científico no excluye la presencia de Dios.

El canciller de la Academia, Mons. Marcelo Sánchez Sorondo destacó que “el científico descubre cosas que no había puesto ahí. Cuestionarse quién puso esas cosas ahí es un asunto teológico. El científico solo las descubre, el creyente ve en ellas la presencia de Dios”.

Mons. Sánchez Sorondo recordó que le preguntó a Hawking si había llegado a la conclusión que Dios no existe como científico o sobre la base de su experiencia de vida, y señaló que “Hawking tuvo que reconocer que su afirmación no tenía nada que ver con la ciencia”.

Durante su conferencia en el Vaticano, Stephen Hawking rindió homenaje al P. Georges Lemaitre, presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias de 1960 a 1966. Hawking dijo que el sacerdote belga era el verdadero padre de la “Teoría del Big Bang” y no el físico George Gamow.

“Georges Lemaitre fue el primero que propuso un modelo según el cual el universo tenía un principio muy denso. Él, y no George Gamow, es el padre del Big Bang”, dijo.

Traducido y adaptado por David Ramos. Publicado originalmente en CNA

Por Andrea Gagliarducci

Fuente: Aleteia
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