Los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria
que un día se nos descubrirá
¡Cuántas veces en mi vida he sentido que Jesús me deja solo!
¡Cuántas veces he dudado de Él en medio de mis silencios, de sus silencios!
Puede que haya quedado herido en medio de las luchas y por eso desconfío.
Alguien, el mundo, yo mismo, un día hirió mi alma. Me hirieron, y sangra mi
herida tantas veces al mirar mi pasado.
Tal vez no recuerde cuándo, ni
dónde. Pero queda le herida. Puede que no confiaran en mí tanto como yo deseaba.
Puede que me dejaran solo, de lado, cuando yo sólo quería ser aceptado,
querido, reconocido. No lo sé. Necesitaba pertenecer a
alguien, a algún lugar. Y alguien me hirió y perdí la confianza.
Siempre hay heridas en el
corazón que sangran con el paso del tiempo. Se abren de nuevo ante nuevos
fracasos y desencuentros. Y la fe se debilita. Y así, herido, acabo
desconfiando de los hombres. Y no sé cómo sucede pero también desconfío de Dios.
No miro ya con la inocencia de
los niños. Con esos ojos llenos de sorpresa. No sé cuándo fue el momento en que dejé de ser niño. No importa
tanto hacer memoria. Sólo constato lo lejos que estoy del cielo. Y lo cerca que
estoy de la tierra.
No sé abandonarme confiado en
los brazos de Dios. Me da miedo. Creo que no puedo tener tanta fe en su poder, en su
mirada de padre, en sus brazos fuertes y seguros. Estoy herido y no me lo creo.
Dudo de su incondicionalidad
cuando yo fallo. Dudo de su gratuidad, de ese amor
suyo a cambio de nada. Dudo de su ternura, que se
conmueve con mi llanto. Dudo que me siga queriendo sabiendo cómo soy y lo que
hago. Dudo incluso de su presencia salvadora en medio de mis días,
de su fidelidad a la alianza que sellamos juntos.
Dudo que me siga amando después
de haber caído yo tantas veces. Detesto tanto mis caídas. ¿Cómo puede Él
quererlas? Dudo de que me quiera como soy, tal como yo me veo, sumido en esa
debilidad mía que Él tan bien conoce y que yo escondo torpemente.
Dudo de lo que antes creía con
mucha seguridad, cuando aún la vida no me había probado, cuando era niño. El paso
del tiempo ha debilitado mis muros, mis defensas, mis armas. Ha socavado la
firmeza de mi vida. De esa seguridad mía a prueba de golpes. ¿De qué dudo yo
ahora? Dudo y me asusto.
Dice una poesía de Rilke: “Sé paciente con todo lo que aún no está resuelto
en tu corazón. Trata de amar tus propias dudas. No
busques las respuestas que no se pueden dar, porque no serías capaz de
soportarlas. Lo importante es
vivirlo todo. Vive ahora las preguntas. Tal
vez así, poco a poco, sin darte cuenta, puedas
algún día vivir las respuestas”.
Quiero encontrar siempre
respuestas. Para las preguntas que me hacen. Para las que yo mismo me hago. Es
una tendencia algo enfermiza del corazón humano. Deseo vivir con certezas y seguridades. Y las dudas me hacen
temblar. Pero sé que tengo que aprender a vivir las preguntas y las
dudas. Aprender a vivir con
incertidumbres. No me da tanto miedo.
El otro día leía: “¿En qué consiste este lado oscuro del hombre? Se
nos manifiesta en forma de sentimientos negativos
crónicos, tales como insatisfacción, inseguridad, desilusión, estrés,
sentimiento de inferioridad, culpa, indiferencia, celos, autocompasión y muchos
otros. La mayoría de las personas atribuyen estos sentimientos a circunstancias
exteriores y no se dan cuenta de que los aspectos oscuros provienen de dentro.
Las circunstancias más que causa son desencadenantes de los mismos”.
Llevo en mi interior ese lado
oscuro en el que quiero que entre la luz. Necesito que venga Dios a iluminar mis miedos y mis
dudas. Mis angustias y sentimientos negativos. La imagen falsa que tengo de mí
mismo.
Deseo que venza la luz en mi
alma. Que la semilla de la esperanza dé su fruto en medio de mis dudas. Quiero
que la paz venza la ira. Y los miedos palidezcan al tocar el amor de Dios.
Sueño con un descanso que aún no alcanzo. Quiero que mi lado oscuro desaparezca
para siempre. Deseo saber caminar en medio de mis debilidades y dolores. Seguro
en mis inseguridades y con paz en medio de mis guerras.
Las palabras que escucho me dan
esperanza: “Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se
nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está
aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios”.
La creación entera será
liberada. Yo, en mi pequeñez, seré libre. Seré salvado como hijo de Dios, hijo
de la luz. Esa esperanza me despierta.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia