A pesar de ser español, Glenn
Caliba se ha tenido que enfrentar a los prejuicios contra los inmigrantes. Hoy,
sin embargo, los periodistas hacen cola para entrevistarle
Glenn Caliba, a la izquierda, junto a Josep Masabeu, presidente de
Braval
|
Entre
los desprecios por la nacionalidad de sus padres –filipinos– y la fila de
informadores dispuestos a ponerle de ejemplo aparece, principalmente, el
proyecto solidario Braval, un centro de apoyo socieducativo promovido por el
Opus Dei en Barcelona.
Glenn
Caliba es español, nacido en Barcelona hace 30 años. Sus padres y sus
facciones, sin embargo, son filipinos, lo que le ha granjeado no pocas
incomprensiones. «He visto a señoras mayores que agarraban el bolso
disimuladamente con más fuerza al ver que me acercaba. En una ocasión, incluso,
una persona pasó delante de mí y preguntó en voz alta: “¿Desde cuándo estudian
negros aquí?”».
Hoy,
sin embargo, los periodistas hacen cola para entrevistarle. Entre los
desprecios por sus orígenes y la fila de informadores dispuestos a ponerle de
ejemplo aparece, principalmente, el proyecto solidario Braval, un centro de
apoyo socieducativo promovido por el Opus Dei en Barcelona.
Braval está situado en el barrio del Raval, donde vive
más de 49.000 personas en apenas un kilómetro cuadrado. El 49,9 % de todos
ellos son extranjeros. «Es uno de los lugares con mayor densidad de población
del mundo. Predomina una clase media empobrecida, con un alto índice de
familias en riesgo de exclusión social, desfavorecidas y sin esperanza»,
explican desde la institución.
Allí llegaron en los años 80 los padres de Glenn. Ella
comadrona y él profesor de Ingeniería, al cambio, ambos limpiadores de casas.
«Fueron afortunados. En Filipinas tenían otros trabajos, pero aquí tenían un
sueldo y, además, la posibilidad de ver prosperar a sus hijos. Se pusieron a
limpiar casas para darnos una oportunidad», explica Caliba.
Los inicios, quizá, fueron duros. Vinieron sin conocer
el idioma. En el supermercado, por ejemplo, «tenían que señalar lo que querían
y, si no lo encontraban, incluso hacían mímica para que les entendieran. Si
querían huevos se ponían a imitar a una gallina».
Pero el esfuerzo mereció la pena. Su hijo Glenn tenía
un expediente impecable en el colegio. Al pasar a bachillerato, sin embargo,
arrecieron los problemas, sobre todo en matemáticas. «Un amigo me dijo que
había una especie de biblioteca en la que te ayudan con el estudio». Así
apareció Glen Caliba por Braval, donde se desarrolla un conjunto de programas y
actividades dirigidas a conseguir la cohesión social, luchas contra la
marginación, prevenir la exclusión social de los jóvenes, y facilitar la
incorporación de los inmigrantes en nuestra sociedad.
«Promovemos el voluntariado social, buscamos el éxito
escolar incrementando en los jóvenes la motivación para superar los estudios
obligatorios y el interés para acceder a los superiores, ya sea de bachillerato
y universitarios, o de formación profesional. Después, impulsamos actuaciones
que conducen a la inserción laboral», explican.
Braval lleva 20 años desarrollando esta labor gracias
al apoyo de 160 voluntarios que dedican 15.000 horas anuales al proyecto. Entre
todos han ayudado a 1.240 participantes de 30 países, que hablan 10 lenguas y
profesan 9 religiones. Toda esta labor está recogida en el libro 20 historias
de superación en el Raval.
Entre los principales éxitos de Braval cabe mencionar
un 0% de absentismo escolar, un 80% de éxito escolar en la ESO, 96 estudiantes
que han hecho bachillerato, 142 que han hecho ciclos formativos y 13 que han terminado
una carrera universitaria.
Precisamente, Glenn Caliba es el primer alumno
beneficiario que se graduó en la universidad. Estudió ingeniería informática en
la Universidad Politécnica de Cataluña, así como piano en el conservatorio.
Ahora reparte sus horas entre la plataforma online de turismo que ha fundado
–Gotaki– y el voluntariado que desarrolla en Braval «para devolver algo de todo
lo que me han dado».
José Calderero
de Aldecoa
Fuente: Alfa y
Omega